"Nos
hallamos en una situación donde cada día se hace más evidente que los estados
nacionales sólo actúan como intermediarios para imponer a los pueblos las
voluntades de un poder interestatal, a su vez estrechamente dependiente de los
poderes financieros. Un poco en todas partes de Europa, los gobiernos, tanto de
derechas como de izquierdas, aplican el mismo programa de destrucción
sistemática de los servicios públicos y de todas las formas de solidaridad y protección
social que garantizaban un mínimo de igualdad en el tejido social. Un poco en
todas partes, pues, se revela la oposición brutal entre una pequeña oligarquía
de financieros y políticos, y la masa del pueblo sometida a una precariedad
sistemática y desposeída de su poder de decisión (...). Por lo tanto, se dan, es cierto, las
condiciones de un momento político, es decir, de un escenario de manifestación
del pueblo frente a los aparatos de dominación. Pero para que tal momento
exista, no basta con que se dé una circunstancia: es asimismo necesario que
esta sea reconocida por fuerzas susceptibles de convertirla en una
demostración, a la vez intelectual y material y de concretar esta demostración
en una palanca capaz de modificar la actual balanza de fuerzas". (J. Rancière).