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sábado, 27 de marzo de 2021

Nada de lo humano me es ajeno.


Fragmentos del debate que tuvimos en nuestro seminario de filosofía para América Latina en la sesión del pasado jueves.

jueves, 25 de marzo de 2021

¿Es ciencia la filosofía?


 Seminario "La Filosofía como Escuela de Vida". Sesión 14/22. Universidad Popular "Carmen de Michelena" (UPCM), Ciudad de Tres Cantos, Madrid.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Dolor y engaño de la vida

SCHOPENHAUER: Dolor y engaño de la vida

«La voluntad, saliendo de la noche de la inconsciencia para despertar a la vida, se encuentra transportada a un mundo, sin límites ni fin, poblado de innumerables individuos, todos llenos de aspiraciones, sujetos a dolores y errores, y después de haber pasado como por un sueño penoso, corre a sumergirse de nuevo en su antigua inconsciencia. Pero hasta entonces sus deseos son limitados, sus pretensiones inagotables; todo anhelo satisfecho engendra una nueva aspiración. No hay satisfacción en el mundo que baste a hartar su codicia, a poner término a sus exigencias, a colmar el abismo sin fondo del corazón. Al lado de esto, podemos observar cuál es para el hombre la parte ordinaria de satisfacción que le cabe en suerte en todas las cosas. Vemos que, por lo general, se limita a la trabajosa conservación de la existencia, ganada, día a día, a fuerza de trabajo y de cuidados incesantes; a costa de una lucha nunca terminada con la necesidad y con la muerte, siempre en perspectiva. El aspecto total de la vida es que la felicidad terrena está condenada al aniquilamiento o al desengaño, que se muestra como ilusoria. Esta condición de las cosas está basada en lo más profundo de su esencia. Por consiguiente, la vida, para la mayoría de los hombres, es triste y breve. Los que relativamente son felices, lo son solo en apariencia. O bien como los centauros, representan una rara excepción, cuya posibilidad tenía que existir sirviendo de anzuelo. La vida nos engaña continuamente, así en los pormenores como en el conjunto. No cumple lo que promete, salvo en el caso en que quiere mostrar cuán poco deseable es lo que deseamos. No da, más que para quitar lo que da. El espejismo de lo lejano nos hace entrever paraísos, que se desvanecen como ilusiones de óptica, cuando, dejándonos seducir por ellos, corremos en su persecución. La felicidad se nos aparece colocada en lo por venir o en lo pasado, y lo presente es como una nubecilla sombría que el viento empuja por encima de la llanura iluminada por el sol, delante y detrás todo resplandece de luz; sólo el presente permanece envuelto en la sombra. Por lo tanto, el presente es una decepción; pero lo por venir es incierto y lo pasado irreparable. La vida con sus amarguras grandes y pequeñas de todas las horas, de todos los días, de todas las semanas, de todos los años; con sus esperanzas incumplidas y sus accidentes, que desbaratan todo cálculo, lleva tan ostensiblemente el sello de algo dispuesto para que nos apartemos de ella, que cuesta trabajo comprender cómo podemos engañarnos creyendo que existe para que la disfrutemos con gratitud y que el hombre ha sido creado para ser dichoso. Por el contrario, esas ilusiones y esas desilusiones perpetuas, así como el carácter de la vida, parece que están calculados con intención para convencernos de que nada hay en el mundo digno de nuestros deseos, de nuestra actividad, de nuestras luchas; de que son vanidad todos los bienes, de que el mundo es, bajo todos conceptos, insolvente, y de que la vida es un negocio que no cubre gastos, todo con el designio de mover a la voluntad a apartarse de ella. Especialmente, el tiempo es quien revela a la inteligencia del individuo la vanidad y la nada de todos los objetos de la voluntad. Bajo la forma temporal, la vanidad de las cosas se nos muestra en lo fugaces que son. Por virtud del tiempo, todos nuestros goces y todas nuestras alegrías se nos evaporan entre las manos, haciendo que nos preguntemos con sorpresa adónde han ido a parar. Esta nada, esta inanidad misma, es lo que forma cuanto hay de objetivo y de real en el tiempo, es decir, lo que le corresponde en la esencia intima de las cosas; por consiguiente, esto es lo que realmente expresa el tiempo. Así es la condición necesaria a priori de todas nuestras intenciones pues todas las cosas, sin excepción de nosotros mismos, tienen que manifestarse bajo esta forma. A esto se debe el que la vida se asemeje a un pago hecho en monedas, que hay que contar pieza por pieza, y del cual es forzoso dar recibo; la moneda son nuestros días; el recibo, la muerte. El tiempo es quien, al final, publica la sentencia de la Naturaleza contra todos los seres, destruyéndolos. Es justo, pues todo lo que nace merece perecer, Por eso valdría más que nada hubiera nacido.» (Schopenhauer, 1960, El mundo como voluntad y representación, Madrid, Aguilar, pp. 200-201.)

viernes, 12 de marzo de 2021

viernes, 5 de marzo de 2021