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miércoles, 27 de noviembre de 2019

Nietzsche: dolor, placer y voluntad de poder.

¿Y sabéis, en definitiva, qué es para mí «el mundo»? ¿Tendré aún que mostrároslo en mi espejo?... Este mundo es un monstruo de fuerza, sin principio ni fin; es una suma fija de fuerza dura como el bronce, que no se hace más grande ni más pequeña, que no se gasta, sino que se transforma, y cuya totalidad es una magnitud invariable, una economía sin gastos ni pérdidas, pero también sin incremento; encerrada dentro de la «nada» como su límite, sin ninguna cosa flotante, sin desgaste sin extensión infinita, inserta como una fuerza determinada en un espacio determinado y no en un espacio que abarcaría el «vacío»; es una fuerza que se encuentra en todas partes, una y múltiple como un juego de fuerzas y de ondas de fuerza perpetuamente agitadas, eternamente en cambio, en reflujo continuo, con gigantescos años que se repiten regularmente, flujos y reflujos de sus formas, que van desde las más simples a las más complicadas, de las más tranquilas, de las más fijas, a las más frías, a las más ardientes, más violentas, más contradictorias, para volver en seguida de la multiplicidad a la simplicidad, del juego de los contrastes a la necesidad de armonía, afirmando su ser en esa regularidad de ciclos y años glorificándose a sí mismo en la santidad de lo que debe tornar eternamente, como un devenir que no conoce ni la saciedad, ni el disgusto, ni el cansancio. Este es mi universo dionisíaco que se crea y se destruye perpetuamente a sí mismo; ese enigmático mundo de la doble voluptuosidad, éste es mi «más allá del bien y del mal», sin fin, a menos que no sea un fin la felicidad de haber cumplido el ciclo, sin voluntad, a menos que un anillo no pruebe su buena voluntad de girar eternamente sobre sí mismo y nada más que sobre sí mismo, en su propia órbita. Ese es el universo mío, ¿quién es pues lo suficientemente lúcido como para exponer su alma a este espejo? ¿O para oponer su propia solución al enigma de Dionisio? Y aquel que fuese capaz de ello, ¿no debería hacer más todavía? ¿No debería casarse con el «ciclo de los ciclos», jurar su propio retorno, aceptar el ciclo que eternamente se bendecirá y afirmará a sí mismo, con la voluntad de querer todas las cosas de nuevo, de ver tornar todo lo que ha sido, de ver marchar todo lo que debe ser siempre? ¿Sabéis ahora que es el mundo para mí, y lo que yo quiero, cuando quiero este mundo?

¿Queréis un nombre para este universo, una solución para todos sus enigmas? ¿Queréis en suma una luz para vosotros, los más tenebrosos, los más fuertes, los más intrépidos de todos los espíritus? Este mundo, es el mundo de la voluntad de poder y nada más. Y vosotros sois también esa voluntad de poder, y nada más. [...]

Si es verdad que la naturaleza íntima del Ser es la voluntad de poder, si todo aumento de poder es placer, si todo sentimiento de no poder resistir, de no poder dominar es dolor, ¿no deberíamos considerar entonces el placer y el dolor como hechos cardinales? ¿Puede existir la voluntad sin esta doble oscilación del sí y el no? Pero ¿quién siente el placer?... Tales preguntas son totalmente absurdas, si el Ser es en sí mismo voluntad de poder, y, por consiguiente, ¡sensación de placer y dolor! Sin embargo, tiene necesidad de contradicciones, resistencias; por lo tanto, relativamente, de unidades que se sobreponen a él...

(La Voluntad de Poder, libro II, § 51 y § 54). 

viernes, 22 de noviembre de 2019

Placer y dolor.


Si es verdad que la búsqueda del hombre -marcada por el natural deseo de conocer (Aristóteles)- está orientada a la felicidad, esto nos lleva a preguntarnos ¿qué es la felicidad? Freud nos la define muy bien. “La felicidad es la búsqueda del placer o la evitación del sufrimiento, del dolor”. Tan sencillo.

En la felicidad lo que hacemos es buscar el placer, a mayor placer más felices. Freud dice que lo más prohibido, incluso lo perverso, causa mayor placer que aquello que está permitido porque actúa la fascinación de la transgresión. Aquí está hablando de la felicidad real. La felicidad que se siente en el propio cuerpo (la sexualidad), pero también es importante evitar el dolor. Aunque según Nietzsche ambas cosas son imposibles juntas. “Quien dice sí a todo placer, dice sí a todo dolor”. El placer va unido el dolor.

Para Freud lo que determina el objetivo vital, el sentido de la vida, está directamente relacionado con el principio del placer. Pero si se conculca el principio del placer, eso trae aparejado muchas consecuencias negativas. De hecho si somos capaces de construir nuestra vida, hilvanar nuestra vida, en términos de momentos placenteros somos personas sanas.   

El principio del placer entre otras cosas, nos permite olvidar lo malo y conservar lo bueno. A veces tenemos que rebajar nuestras expectativas de felicidad. Al respecto Freud escribe que “bajo la presión de posibilidades de sufrimiento el hombre suele rebajar sus pretensiones de felicidad. Por otra parte también el principio del placer se transforma, por influencia del mundo exterior, en el más modesto ‘principio de la realidad’, no nos asombra que el ser humano ya se estime feliz por el mero hecho de haber escapado de la desgracia”. Nos conformamos con haber sobrevivido al sufrimiento. En general la finalidad de evitar el sufrimiento relega a segundo plano lograr el placer. Eso es un recurso que utilizamos mucho, ya que arriesgarse en la búsqueda de placer puede traer sufrimiento. Aunque no sabemos bien por qué ocurre esto, creo que, teniendo en cuenta a Nietzsche, algo tiene que ver con el sentimiento de culpa[1] y de deuda presentes en la naturaleza humana. Da la impresión de que somos merecedores de un castigo como tributo al placer. Pero ¿quién nos infringe ese castigo? - Nosotros mismos,

Estamos “arrojados” a la vida con la carga de la culpa, pero toda culpa debe ser expiada. Pobres de nosotros que, desvalidos, vamos a incurrir en culpa porque somos transgresores por naturaleza y ahí nos están esperando, para machacarnos, y no podemos decir que no. Vamos a pecar, vamos a transgredir. Somos culpables como Edipo (que mata a su padre y comete incesto con su madre) sin podernos oponer a esta tendencia.





















[1] El concepto de culpa tiene la misma raíz que la palabra alemana “deuda” (Schulden). Tener sentimientos de culpa es estar siempre en deuda. 

Felicidad y sufrimiento: claroscuro de la existencia humana.

Fragmento de la sesión del pasado miércoles del Seminario de Filosofía de la UPCM.

jueves, 14 de noviembre de 2019

Lógica (05). UPCM.

La clase del pasado miércoles (para los que nos siguen a distancia y para los que no pudieron asistir).

jueves, 7 de noviembre de 2019

martes, 5 de noviembre de 2019

Filosofía para la gente en su problemática existencial.

(Para tratar en la 3ª sesión del seminario "La filosofía como escuela de vida". UPCM).


Merleau-Ponty

“El filósofo moderno es, a menudo, un funcionario”.

“La filosofía encerrada en libros ha dejado de interpelar a los hombres".

Bobbio

“La abstinencia, la resignación, la imperturbabilidad, nos invitarán a contentarnos con el breve tiempo de vida que aún nos es dado vivir, a esperar la muerte con serenidad y tal vez a cultivar nuestro jardín”.

“El camino de salida existe, pero no hay ningún espectador afuera que conozca de antemano el recorrido”.

“Quien entra en un laberinto sabe que existe una vía de salida, pero no sabe cuál de los muchos caminos que se abren ante él a medida que marcha conduce a ella.”

Heidegger

“Estamos suspendidos en la angustia (…) no hay donde agarrarse”.

“Con el radical temple de ánimo que es la angustia hemos alcanzado aquel acontecimiento de la existencia en que se nos hace patente la Nada”.

Sartre

“Lo esencial es la contingencia (…) existir es estar ahí, simplemente…”

“¿Cómo era que existía un mundo en vez de Nada?”



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-       * La filosofía puede cambiarnos la vida.
-       * Todos tenemos una filosofía de la vida.
-       * En qué sentido “terapia”.
-       * El “pensar” solo surge en las “situaciones-                límite”.
-       * La filosofía no da respuestas definitivas.
-       * Hay que conectar con la gente más allá de                 tecnicismos filosóficos.
-       * Para encontrar la verdad hay que “corregir la            mirada”.
-       * Paso previo: “desaprender” hasta el punto de,          si es necesario, cambiar nuestra filosofía.
-       * ¿Ser autodidacta?
-       * Es ineludible leer los textos filosóficos.
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