Si es verdad que
la búsqueda del hombre -marcada por el natural deseo de conocer (Aristóteles)-
está orientada a la felicidad, esto nos lleva a preguntarnos ¿qué es la
felicidad? Freud nos la define muy bien. “La felicidad es la búsqueda del
placer o la evitación del sufrimiento, del dolor”. Tan sencillo.
En la felicidad lo
que hacemos es buscar el placer, a mayor placer más felices. Freud dice que lo
más prohibido, incluso lo perverso, causa mayor placer que aquello que está
permitido porque actúa la fascinación de la transgresión. Aquí está hablando de
la felicidad real. La felicidad que se siente en el propio cuerpo (la
sexualidad), pero también es importante evitar el dolor. Aunque según Nietzsche
ambas cosas son imposibles juntas. “Quien dice sí a todo placer, dice sí a todo
dolor”. El placer va unido el dolor.
Para Freud lo que
determina el objetivo vital, el sentido de la vida, está directamente
relacionado con el principio del placer. Pero si se conculca el principio del
placer, eso trae aparejado muchas consecuencias negativas. De hecho si somos
capaces de construir nuestra vida, hilvanar nuestra vida, en términos de
momentos placenteros somos personas sanas.
El principio del placer entre otras cosas,
nos permite olvidar lo malo y conservar lo bueno. A veces tenemos que rebajar
nuestras expectativas de felicidad. Al respecto Freud escribe que “bajo la presión
de posibilidades de sufrimiento el hombre suele rebajar sus pretensiones de
felicidad. Por otra parte también el principio del placer se transforma,
por influencia del mundo exterior, en el más modesto ‘principio de la realidad’,
no nos asombra que el ser humano ya se estime feliz por el mero hecho de haber
escapado de la desgracia”. Nos conformamos con haber sobrevivido al
sufrimiento. En general la finalidad de evitar el sufrimiento relega a segundo
plano lograr el placer. Eso es un recurso que utilizamos mucho, ya que
arriesgarse en la búsqueda de placer puede traer sufrimiento. Aunque no sabemos
bien por qué ocurre esto, creo que, teniendo en cuenta a Nietzsche, algo tiene
que ver con el sentimiento de culpa[1] y de deuda presentes en la
naturaleza humana. Da la impresión de que somos merecedores de un castigo como
tributo al placer. Pero ¿quién nos infringe ese castigo? - Nosotros mismos,
Estamos “arrojados”
a la vida con la carga de la culpa, pero toda culpa debe ser expiada. Pobres de
nosotros que, desvalidos, vamos a incurrir en culpa porque somos transgresores
por naturaleza y ahí nos están esperando, para machacarnos, y no podemos decir
que no. Vamos a pecar, vamos a transgredir. Somos culpables como Edipo (que
mata a su padre y comete incesto con su madre) sin podernos oponer a esta
tendencia.
[1] El concepto de culpa tiene la misma raíz
que la palabra alemana “deuda” (Schulden). Tener sentimientos de culpa es estar siempre en
deuda.
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