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viernes, 22 de noviembre de 2019

Placer y dolor.


Si es verdad que la búsqueda del hombre -marcada por el natural deseo de conocer (Aristóteles)- está orientada a la felicidad, esto nos lleva a preguntarnos ¿qué es la felicidad? Freud nos la define muy bien. “La felicidad es la búsqueda del placer o la evitación del sufrimiento, del dolor”. Tan sencillo.

En la felicidad lo que hacemos es buscar el placer, a mayor placer más felices. Freud dice que lo más prohibido, incluso lo perverso, causa mayor placer que aquello que está permitido porque actúa la fascinación de la transgresión. Aquí está hablando de la felicidad real. La felicidad que se siente en el propio cuerpo (la sexualidad), pero también es importante evitar el dolor. Aunque según Nietzsche ambas cosas son imposibles juntas. “Quien dice sí a todo placer, dice sí a todo dolor”. El placer va unido el dolor.

Para Freud lo que determina el objetivo vital, el sentido de la vida, está directamente relacionado con el principio del placer. Pero si se conculca el principio del placer, eso trae aparejado muchas consecuencias negativas. De hecho si somos capaces de construir nuestra vida, hilvanar nuestra vida, en términos de momentos placenteros somos personas sanas.   

El principio del placer entre otras cosas, nos permite olvidar lo malo y conservar lo bueno. A veces tenemos que rebajar nuestras expectativas de felicidad. Al respecto Freud escribe que “bajo la presión de posibilidades de sufrimiento el hombre suele rebajar sus pretensiones de felicidad. Por otra parte también el principio del placer se transforma, por influencia del mundo exterior, en el más modesto ‘principio de la realidad’, no nos asombra que el ser humano ya se estime feliz por el mero hecho de haber escapado de la desgracia”. Nos conformamos con haber sobrevivido al sufrimiento. En general la finalidad de evitar el sufrimiento relega a segundo plano lograr el placer. Eso es un recurso que utilizamos mucho, ya que arriesgarse en la búsqueda de placer puede traer sufrimiento. Aunque no sabemos bien por qué ocurre esto, creo que, teniendo en cuenta a Nietzsche, algo tiene que ver con el sentimiento de culpa[1] y de deuda presentes en la naturaleza humana. Da la impresión de que somos merecedores de un castigo como tributo al placer. Pero ¿quién nos infringe ese castigo? - Nosotros mismos,

Estamos “arrojados” a la vida con la carga de la culpa, pero toda culpa debe ser expiada. Pobres de nosotros que, desvalidos, vamos a incurrir en culpa porque somos transgresores por naturaleza y ahí nos están esperando, para machacarnos, y no podemos decir que no. Vamos a pecar, vamos a transgredir. Somos culpables como Edipo (que mata a su padre y comete incesto con su madre) sin podernos oponer a esta tendencia.





















[1] El concepto de culpa tiene la misma raíz que la palabra alemana “deuda” (Schulden). Tener sentimientos de culpa es estar siempre en deuda. 

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