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lunes, 14 de diciembre de 2020

Descartes. El método, la duda y la certeza.


Última sesión de 2020 del Seminario de Filosofía para Latinoamérica. 

Reanudaremos las clases el 21 de enero de 2021 a las 17:00 (hora de España). Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay: 13:00. México: CDMX 10:00. Nayarit, Sonora, Monterrey: 9:00. Baja California: 8:00.

jueves, 10 de diciembre de 2020

martes, 8 de diciembre de 2020

La duda como método

DESCARTES Y LA DUDA (algunos fragmentos del Discurso del Método).

(Descartes (1983), Discurso del Método, Madrid, Alianza, 6a ed. Traducción, estudio preliminar y notas por Risieri Frondizi). 

Para abordar el pensamiento de Descartes (*) empezaré comentando el Discurso del Método, sin ningún tipo de introducción previa, o dicho de otra manera, nos dejaremos introducir por él mismo. 

Descartes realiza un proceso de «desaprendizaje» a partir de la duda metódica. Su punto de partida constituye una auténtica tabula rasa, un nuevo comienzo (un intento de partir de cero). 

Para nuestro autor «el buen sentido -o razón- bon sense es lo que mejor repartido está en todo el mundo»... «la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan solo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no consideramos las mismas cosas» (Discurso, 1983, p. 69). 

Descartes define a la razón como la capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso, esto es, de juzgar bien, lo cual está referido a la búsqueda de la verdad en las ciencias; para lo que no basta en efecto tener el ingenio bueno, sino aplicarlo bien. Aquí se están poniendo las bases del pensamiento cartesiano y del racionalismo moderno. 

La primera parte del Discurso es una autobiografía «intelectual». 

Descartes considera que ha fundado un método infalible para poder conducir nuestra razón y llegar a la verdad en las ciencias y en esta obra nos lo va a exponer. 

Pero, sin temor, puedo decir que pienso que ha sido una gran fortuna para para mí haberme hallado desde joven en ciertos caminos que me han conducido a ciertas consideraciones y máximas con las cuales he formado un método que parece haberme dado un medio para aumentar gradualmente mi conocimiento y elevarlo poco a poco hasta el punto más alto a que la mediocridad de mi ingenio y la brevedad de mi vida puedan permitirme llegar. (Ib. p. 70). 

Pues tales frutos he recogido ya de ese método, que si bien al juzgarme procuro siempre inclinarme más bien del lado de la desconfianza que del de la presunción y aunque al mirar con ánimo filosófico las distintas acciones y empresas de los hombres no hallo casi ninguna que no me parezca vana e inútil; sin embargo no deja de producir en mí una extremada satisfacción el progreso que pienso haber realizado ya en la investigación de la verdad consigo tales esperanzas para el porvenir que si entre las ocupaciones que embargan a los hombres puramente hombres hay alguna que sea sólidamente buena e importante me atrevo a creer que es la que yo he elegido por mía”. (Ib.) 

Su método no solo es un método científico sino también un proyecto ético o moral. Hay una unión fundamental entre el conocimiento teórico y la praxis moral. El método para la ciencia y el método para la vida. La duda no solo es un recurso metodológico sino una duda existencial.

Desde mi niñez fui criado en el estudio de las letras, y como nos aseguraban que por medio de ellas se podría adquirir un        conocimiento clara y útil para la vida sentía yo un vivísimo deseo de aprenderlas, pero tan pronto cuando hube terminado el curso de los estudios, cuyo remate suele dar ingreso en el número de los hombres doctos cambié por completo de opinión, pues me embargaban tantas dudas y errores que me parecía que procurando instruirme no había conseguido más provecho que el de descubrir cada vez mejor mi ignorancia. (Ibidem). 

Estaba yo en una de las más famosas escuelas de Europa» (el colegio jesuita de La Flèche, que era uno de los mejores de su época), en donde pensaba yo que debían de haber hombres sabios, si los había en algún lugar de la Tierra. Ahí había aprendido todo lo que los demás aprendían y no contento aún con las ciencias que nos enseñaban, recurrí a cuantos libros podían caer en mis manos, referente a las ciencias que se consideran como las más curiosas y raras. (Ibid. p. 71). 

Conocía los juicios que los demás se formaban de mí, y no veía que se me estimase inferior a mis condiscípulos, aunque hubiese ya entre ellos algunos destinados a ocupar los puestos de nuestros maestros. Por último, nuestro siglo me parecía tan floreciente y tan fuerte en nuevos ingenios como pudiera serlo cualquiera de los precedentes. Todo esto me daba la libertad de juzgar por mí a todos los demás, y me llevaba a pensar que no había en el mundo ninguna doctrina que correspondiese a las esperanzas que se me habían hecho concebir. (Ib. p. 46). 

No dejaba por eso de estimar por mucho los ejercicios que se hacen en las escuelas, sabía que las lenguas que en ellas se aprenden son necesarias para la inteligencia de los libros antiguos, que la gentileza de las fábulas despierta el ingenio y las acciones memorables que cuentan las historias lo elevan y que leídas con discreción ayudan a formar el juicio, la lectura de todos los bue-nos libros es como una conversación con los mejores ingenios de los pasados siglos... (p. 72). 

Gustaba sobre todo de las matemáticas, «por la certeza y evidencia que posee en sus razones, pero aún no advertía cuál era su verdadero uso y pensando que solo para las ar- tes mecánicas servía, extrañábame que siendo sus cimientos tan firmes y tan sólidos no se hubiera construido sobre ellas nada más elevado (...) Profesaba una gran reverencia por nuestra teología y como cualquier otro pretendía yo ganar el cielo, pero habiendo aprendido como cosa muy cierta que el camino de la salvación está tan abierto para los ignorantes como para los doctos y que la verdades re- veladas que a ella conducen están muy por encima de mi inteligencia, nunca me hubiera atrevido a someterlas a la flaqueza de mi razonamiento pensando que para cometer la empresa de examinarla y salir con bien de ella era preciso alguna extraordinaria ayuda del cielo y ser por tanto algo más que hombre. (Ibid. pp. 73-74). 

Pero creía también que ya había dedicado bastante tiempo a las lenguas e incluso a la lectura de los libros antiguos y sus historias y sus fábulas, pues es casi lo mismo conversar con gentes de otro siglo que viajar por extrañas tierras, bueno es saber algo de las costumbres de otros pueblos [...] (Ibid., p. 72). 

Respecto de la filosofía, no tiene una actitud muy favorable de ahí estos juicios tan lapidarios: 

[...] nada diré de la filosofía, sino que al ver que ha sido cultivada por los más excelentes ingenios que han vivido desde hace siglos, y sin embargo nada hay en ella que no sea objeto de disputa y por consiguiente dudoso, no tendría yo la presunción de acertar mejor que los demás, y considerando cuán diversas pueden ser las opiniones tocante a una misma materia, sostenías todas por gentes doctas, aun cuando no pueden ser verdaderas más que solo una, refutaba casi por falso todo lo que no fuera verosímil. [...] en cuanto a las demás ciencias, ya que toman sus principios de la filosofía, pensaba yo que sobre tan endebles cimientos no podía haberse cimentado nada sólido. (Ibid. p. 74).  

Este párrafo es fundamental: 

[...] así pues tan pronto como estuve en edad de salir de la sujeción en la que me tenían mis preceptores, abandoné del todo el estudio de las letras, y resuelto a no buscar otra ciencia que la que pudiera hallar en mí mismo, o en el gran libro del mundo, empleé el resto de mi juventud en viajar, ver cortes y ejércitos, en cultivar la sociedad de gentes de condiciones y humores diversos, recoger varias experiencias, en ponerme a mí mismo a prueba en las cosas que la fortuna me deparaba, hacer siempre tantas reflexiones sobre las cosas que se representaban que pudiera sacar algún provecho de ellas. (Ibid. p. 75). 

En la construcción del método cartesiano hay tres «momentos» que yo denomino de la siguiente manera: la vía de los estudios, la vía del «libro de la vida» y la vía de la interioridad. 

Aquí encuentra Descartes el método y fundamenta lo que denominamos racionalismo: una corriente filosófica que considera que lo fundamental en el hombre es la razón, que es lo que nos distingue de los animales, pero también lo que nos permite distinguir lo verdadero de lo falso y ver claro no solo en el camino de la ciencia, sino también en el de nuestra propia vida. No es solo el método de la ciencia, sino también el método de la ética o moral. 

En este contexto podemos advertir que se están poniendo los cimientos de un giro antropológico que se inaugura con la filosofía racionalista en su punto de partida. Siendo el hombre el centro de la reflexión filosófica, aunque privilegiando la razón por sobre todo lo demás, motivo por el que los llamados «posmodernos» criticarán el concepto de subjetividad que produjo, según ellos, un reduccionismo del hombre a la razón. Sin embargo, a pesar de las críticas de los «pos-modernos», ni Descartes ni Kant habían soslayado la cuestión de que el hombre es también pasión y libertad (la razón práctica). 

La ciencia paradigmática y hegemónica del siglo XVII es la matemática. El gran científico de este siglo es Galileo y el gran filósofo y matemático fue Descartes. En el siglo XVIII el científico clave fue Isaac Newton y el gran filósofo fue Kant, que aplica los principios de la física newtoniana para hacer una crítica de la ciencia y de la filosofía. 

La cuarta parte del Discurso es muy central porque ahí está casi todo. Ya dije que el Discurso es como un proyecto, un programa de lo que Descartes pretende. Cada una de las partes del Discurso se ha desglosado luego en distintas obras. La cuarta parte es como un resumen del discurso. A partir de ahí podemos exponer el pensamiento del autor muy bien. ¿Qué es la duda metódica? ¿Qué es la sustancia? ¿En qué consiste la clave del cogito ergo sum? 

En la cuarta parte del Discurso se fundamenta la metafísica cartesiana: 

No sé si debo hablaros de las primeras meditaciones que hice, pues son tan metafísicas y poco comunes que no serán quizá del gusto de todo el mundo; y, no obstante, para que se pueda juzgar si los fundamentos que adopté son bastante firmes, me encuentro en alguna manera obligado a hablar de ellas. o había advertido desde mucho tiempo antes, como he dicho más arriba, que en lo que atañe a las costumbres, es necesario a veces seguir opiniones que se saben muy inciertas como si fuesen indubitables [...] (p. 71). 

Pero deseando yo en esta ocasión ocuparme tan solo de indagar la verdad, pensé que debía hacer lo contrario y rechazar como absolutamente falso todo aquello en que podría imaginarme la menor duda con el fin de ver si después de hecho esto no quedaría en mi creencia algo que fuera enteramente indubitable. (Ibidem). 

Así, fundándome en que los sentidos nos engañan algunas veces, quise suponer que no había cosa alguna que fuese tal y como ellos nos la hacen imaginar y en vista de que hay hombres que se engañan al razonar y cometen paralogismos, aun en las más simples materias de geometría, y juzgando que yo estaba tan sujeto a equivocarme como cualquier otro, rechacé como falsas todas las razones que antes había aceptado mediante demostración y finalmente, considerando que los mismos pensamientos que tenemos estando despiertos pueden también ocurrírsenos cuando dormimos, sin que en este caso ninguno de ellos sea verdadero, me resolví a fingir que nada de lo que hasta entonces había entrado en mi mente era más verdadero que las ilusiones de mis sueños. (Ibid., pp. 71-72). 

Pero inmediatamente después caí en la cuenta de que, mientras de esta manera intentaba pensar que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese algo; y advirtiendo que esta verdad: pienso luego soy, era tan firme y segura que ni las más extravagantes suposiciones de los escépticos eran capaces de conmoverla, pensé que podía aceptarla sin escrúpulos como el primer principio de la filosofía que andaba buscando. (Ibid. p. 72). 

El método cartesiano es inductivo-deductivo. «Pienso, soy». Intuyo que soy en la medida que pienso: Je pense donc je suis. Cogito ergo sum es la primera verdad del sistema que había buscado. 

Examiné después atentamente lo que yo era, y viendo que podía fingir que no tenía cuerpo alguno y que no había mundo ni lugar alguno en el que yo me encontrase, pero que no podía fingir por ello que yo no fuese, sino al contrario por lo mismo que pensaba en dudar de la verdad de las otras cosas, se seguía muy cierta y evidentemente que yo era, mientras que con solo dejar de pensar aunque todo lo demás que había imaginado fuese verdad, no tenía ya razón alguna para creer que yo era, conocí por ello que yo era una sustancia cuya esencia y naturaleza toda es pensar y que no necesita para ser ni lugar alguno ni depende de cosa alguna material, de suerte que este yo, es decir el alma por la cual yo soy lo que soy [...] (Ibidem). 

Si pienso tengo ideas. Él analiza las ideas y encuentra tres distintos tipos de ideas: ideas adventicias, ideas ficticias e ideas innatas (la idea de sustancia pensante, la idea de sustancia extensa y la idea de sustancia infinita). 

Descartes es dualista porque considera que el hombre está formado por dos sustancias. Somos sustancia pensante y sustancia extensa. Espinoza no estará de acuerdo con esto ya que para él hay una sola sustancia con dos atributos (pensamiento y extensión). La única sustancia para él es la sustancia infinita: Dios (que es todo). 

El Dios del racionalismo es un Deus ex machina, un supremo artesano, un gran arquitecto. Estamos ante el «deísmo» que  es la antesala del ateísmo porque las religiones racionales son muy fáciles de derrumbar. Son más fáciles de destruir que las religiones viscerales basadas en la creencia, en la fe, en los tabúes o en lo esotérico. 

Para Descartes la idea de Dios no puede ser adventicia porque es evidente que no procede de los sentidos. Tampoco es ficticia porque no me la puedo haber inventado yo, ya que lo superior no puede venir de lo inferior. Por lo tanto la idea de Dioses una idea innata. 

El argumento ontológico: 

Quise indagar luego otras verdades, y habiéndome propuesto el objeto de los geómetras concebía yo como un cuerpo continuo o un espacio infinitamente extenso en longitud o altura, anchura o profundidad, divisible en varias partes, que puede tener varias figuras y magnitudes y ser movidas o trasladadas en todos los sentidos, pues los geómetras suponen todo eso en su objeto, repasé algunas de sus más simples demostraciones. Y habiendo advertido que esa gran certeza que todo el mundo atribuye a estas demostraciones se funda tan solo en que se concibe con evidencia según la regla antes dicha (la evidencia matemática), advertí también que no había nada en ella que me asegurase la existencia de su objeto, pues por ejemplo, yo veía bien que si suponemos un triángulo es necesario que los tres ángulos sean iguales a dos rectos, pero nada veía que me asegura- se que en el mundo hay triángulo alguno, en cambio, si volvía a examinar la idea que yo tenía de un ser perfecto, encontraba que la existencia está comprendida en ella del mismo modo que la idea de un triángulo está comprendido en que sus tres ángulos sean iguales a dos rectos, o en la de una esfera en que todos sus puntos son igualmente equidistantes del centro y hasta con más evidencia uno, que por consiguiente tan cierto es por lo menos que Dios existe, que es el ser perfecto como lo puede ser una demostración de geometría. (Ibid. p. 75). 

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(*) Ver AGÜERO MACKERN, E. Fundamentos de Filosofía. La pregunta por el sentido, Tres Cantos, Comunidad Filosófica Ediciones, 2020, pp. 73-95.


viernes, 4 de diciembre de 2020

martes, 1 de diciembre de 2020

Aristóteles, Platón, Parménides: el ser. Resumen introductorio.

ARISTÓTELES Y LA NATURALEZA (*)

Todos los hombres desean naturalmente saber.

Πάντες άνθρωποι του ειδέναι ορέγονται φύσει 

Como ocurre con todos los clásicos, uno de los principales obstáculos que tenemos para interpretar el pensamiento de Aristóteles deriva de las traducciones no fidedignas. Por lo cual y para evitar confusiones (hay algunos disparates consagrados consuetudinariamente en este sentido), intentaré basarme en la medida de lo posible en el original griego. 

Iremos directamente a la cuestión del ser ¿Qué es el ser para Aristóteles? Recordemos cuál es la primera pregunta que se hacen los presocráticos: la pregunta por la physis (la naturaleza). La physis es material. Luego vendrá Parménides y dirá que la physis es el ser. Para Platón el ser es la idea. 

Recapitulemos para ordenar mejor la secuencia Parménides-Platón-Aristóteles. Al final del Poema sobre la Naturaleza Parménides escribe: «es lo mismo pensar y ser». Tal como vimos, esta expresión puede ser interpretada de diversas maneras. Una de ellas sería que el ser es aquello que se puede conocer y el ser consiste en poder ser conocido. El ser es todo lo que es, todo lo que es conocido, todo lo que se conoce. 

La realidad para cada uno de nosotros es todo lo que entra en nuestro concepto amplio de realidad; pero ocurre que hay cosas sobre las cuales no tenemos la más mínima noticia de que existen, por tanto no entran en el concepto de la realidad. Cosas que ni siquiera se vislumbran. Por tanto, admitimos la posibilidad de que la realidad sea mucho más amplia que aquello que uno ve como realidad. La realidad es siempre realidad relativa al conocimiento, porque en el fondo lo que hace el pensamiento es construir la realidad y de ahí no podemos salir. Entonces ¿qué es la realidad? Pues lo que nosotros consideramos realidad. Ni más ni menos: es lo mismo ‘conocer la realidad’ que la ‘realidad’. La realidad es lo conocido por nosotros, teniendo en cuenta que hay muchas maneras de conocer. También hay entidades que forman parte de nuestra realidad como cosas posibles. Y lo que no forma parte de nuestra realidad es lo que ni siquiera se nos ocurre. (No me refiero solo a cosas materiales, sino también a actitudes, conductas, formas de organización social...). 

Para Platón el ser es la idea ¿Qué son las ideas? La verdad de las cosas, la esencia de las cosas ¿Y qué es eso? Pues lo que yo conozco a través de la inteligencia. Hay un antiguo relato que nos cuenta que el hombre era un dios caído que ha olvidado todo aquello que conocía. Y cuando en esta vida comienza a conocer recuerda lo que sabía. Esta metáfora sobre el conocimiento nos indica que la verdad está en nuestro interior. Se le atribuye a Sócrates la sentencia: «conócete a ti mismo» (que en realidad estaba escrita en el Oráculo de Delfos). 

Para Aristóteles el ser es la «sustancia». Aquí vamos a tener que introducir términos específicos. La «cosa» (los latinos utilizaban la palabra res, cosa se dice res, de ahí viene la palabra realidad, realitas, conjunto de cosas) —res— traduce al término «sustancia». La «cosa»: esto es el ser para Aristóteles, igual que para nosotros. 

Para Aristóteles el ser es la sustancia ¿Cómo definimos la sustancia? La sustancia es lo individual y concreto. Individual quiere decir «separado». Aquí tengo un borrador; esto es algo individual, una unidad, o sea, una sustancia que es individual y concreta (material). Un trozo de tiza es una sustancia, yo soy una sustancia, vosotros sois una sustancia; todo lo que es, es una sustancia. Todas las cosas son sustancias. 

A Aristóteles a veces se le ha considerado realista porque afirmaba que el ser es la cosa, la sustancia. Aunque para mí es un realista ingenuo porque considera que se pueden conocer las cosas tal cuales son, que se puede conocer la esencia de las cosas. Y en esto consiste su ingenuidad, ya que no podemos conocer lo que las cosas son. Es imposible. En todo caso podemos conocer lo que las cosas «significan». Respecto de las cosas artificiales es fácil conocer qué son ya que realizan una esencia prefijada. Por ejemplo, un borrador es algo que sirve para borrar. Ya viene, por decirlo de alguna manera, con su función ‘incorporada’. Pero saber lo que es un pino es más complicado ¿En qué consiste la esencia de pino? Quizás esto se lo deberíamos dejar a los científicos, a los botánicos ¿Entonces son los botánicos realmente los que pueden saber qué es un pino? Un pino puede ser muchas cosas: un árbol, un tipo de árbol, además sirve para dar madera, sombra, etcétera. Respecto de los seres naturales es más complicado saber cuál es la esencia. 

Para que una sustancia sea (notad que no digo la palabra «exista»), para que haya una sustancia concurren cuatro causas: causa material, causa formal, causa eficiente y causa final. 

La causa material es la materia de cada sustancia. La causa formal es la forma (bien entendido que no estamos hablando de forma física). Lo que hace que la sustancia sea lo que es. Por ejemplo, la idea de mesa. La ‘idea’ de mesa es la forma (tiene que ver con la idea platónica de mesa). Esto es una mesa porque es una materia que tiene la forma de mesa, o sea, tiene lo básico de una mesa; algo que sirve para... podría ser redonda, podría tener una sola pata, podría ser de cristal, de madera... pero si tiene lo que la hace ser mesa es una mesa. La forma hace que la sustancia sea lo que es. Ese ‘lo que es’ es la esencia. La forma da u otorga la esencia a la sustancia, hace que sea esto o lo otro, que sea ‘algo’, que sea mesa y no silla o pizarra. 

A esta doctrina de Aristóteles que considera que las sustancias están compuestas de materia y forma se la conoce como hylemorfismo, que viene de dos palabras: hylé (ύλη), que quiere decir materia y morphé (μορφή) que quiere decir forma. Entonces ¿en qué consiste la doctrina hylemórfica aristotélica? En que Aristóteles considera que la sustancia está formada o estructurada o compuesta de materia y forma. (Estoy explicando estas distinciones porque las vamos a tener que usar, de lo contrario no lo haría. No me gusta abundar en conocimientos demasiado eruditos si no es necesario). Pero aún quedan dos causas más. 

La causa eficiente es lo que hace que una sustancia «sea» (lo que produce una determinada sustancia). La causa formal hace que una sustancia sea «lo que es» y la eficiente es lo que hace que una sustancia sea, que exista (aunque ya sabéis que tengo motivos para no utilizar el verbo «existir», entre otras cosas, porque no será vigente hasta el medioevo). Causa eficiente es a lo que normalmente le llamamos causa (aunque según dijimos, para que haya una sustancia tienen que concurrir las cuatro causas). 

El propio Aristóteles da un ejemplo (que a mí no me parece muy acertado): en una estatua el trozo de mármol es la causa material, la idea que tiene el escultor de lo que va a esculpir (por ejemplo, la Venus de Milo) es la causa formal, el escultor esculpiendo la piedra, la causa eficiente y la estatua terminada, la causa final. Pero aquí yo veo una dificultad y debo enmendar al propio Aristóteles: el trozo de mármol ya es una sustancia. Ya lo explicaré cuando profundice en la noción de materia (materia prima y materia segunda). Aristóteles se equivoca porque en filosofía no es tan fácil dar ejemplos materiales. Es como si yo quiero explicar la suma y la resta con manzanas. Tengo cinco manzanas, me como dos, me quedan tres... pero llega un momento que no puedo utilizar estos recursos. Explicar la raíz cuadrada o el logaritmo con manzanas es complicado o imposible. Por eso, en filosofía, si un ejemplo sirve para entender, muy bien, pero una vez utilizado hay que deshacerse de él. 

La causa final es fácil de entender pero no es fácil de definir. Ejemplo: “no se puede pedir peras al olmo” (como dice el refrán popular). La causa final sería que un peral dé peras y no el olmo. La causa final, la finalidad, es la coherencia de cada sustancia con su propia esencia, con lo que es. Nosotros somos seres humanos, funcionamos como seres humanos; esa sería la finalidad, que en griego se dice télos (τέλος), fin. De ahí que la concepción aristotélica es una concepción teleológica. Para Aristóteles todos los seres tienen un fin coherente con lo que son. Y esto es así porque el universo es un kósmos (Κόσμος) que quiere decir «orden», lo contrario de «caos» (χάος). 

Que el universo es cosmos tiene que ver con la teleología del universo. Hay una finalidad del universo, de la physys, de la naturaleza y cada cosa cumple en el ‘todo’ su propio fin. El universo aristotélico es un universo teleológico. Nosotros somos seres naturales, pero curiosamente somos los únicos capaces de transgredir nuestra propia finalidad y de destruir todo el conjunto. El universo, la naturaleza para los griegos, es un todo, lo uno, la unidad, que tiene un fin y todo tiene razón de ser en el conjunto. Es una concepción teleológica, la misma que se va a sustentar en la política: el individuo tiene razón de ser en el seno de la comunidad política (la pólis). 

El término «ser» tiene varios significados. En primer lugar significa «sustancia», en segundo lugar también los accidentes —συμβεβηκός—. Para que podamos entenderlo; los accidentes serían como las propiedades, las cualidades de la sustancia. La sustancia es el ‘ser-en-sí’. Pero los accidentes no ‘existen’ en sí, son en ‘otro’, existen en la sustancia. 

Sustancia en latín también quiere decir substare —sustentar—. La sustancia es el soporte de los accidentes. Entonces, hay que distinguir entre ser sustancial y ser accidental; esto es algo muy importante porque será lo que explica el problema del movimiento o del cambio que trajo de cabeza a los griegos anteriores durante muchos años. 

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(*) Ver AGÜERO MACKERN, Eduardo, Fundamentos de Filosofía, Madrid, CFE, 2020, pp. 55-60).

viernes, 27 de noviembre de 2020

Conocimiento y amor en Platón.


 Cuarta sesión del SEMINARIO IBEROAMERICANO DE FILOSOFÍA. México, Argentina, Brasil, Paraguay y España.


Comentarios sobre El Banquete y la alegoría de la caverna (La República, libro VII), ambas obras de Platón.

Parménides y Platón. Ser y pensar.


 Sesión 4/22 del Seminario "La Filosofía como Escuela de Vida" (UPCM, Tres Cantos, Madrid).

domingo, 15 de noviembre de 2020

El ser y el pensar

ES LO MISMO PENSAR Y SER. (1)  

Esquema del tema que trataremos esta semana. 

+ La pregunta fundamental ¿Qué es el ser? 

Los orígenes: Parménides. Estructura lógica de su pensamiento e interpretación de la misma. 

+ Problemas de traducción. 

+ «las doncellas que antes habían abandonado las mansiones de la noche hacia la luz y se habían quitado de la cabeza los velos con sus manos». 

Verdad como  «desocultamiento». 

+ «las únicas vías de investigación que son pensables... que el ser es y no es posible que no sea» (traducción literal).

Los primeros principios lógicos: el principio de identidad y el de no-contradicción. 

+ La clave del poema de Parménides: «pues es lo mismo pensar y ser» (το γαρ αυτό νοείν εστίν τε και είναι). 

+ Características  del ser.   

El ser es la naturaleza (physis). La naturaleza es ‘todo lo que está’ y fuera de la naturaleza no hay nada. 

El universo, según los griegos, no tiene ni comienzo ni fin y eso no quiere decir que sea infinito. 

El ser tiene límites, aunque nada lo limita; él es su propio límite, está cohesionado en y por sí mismo. 

+ Dos términos que aquí no debemos usar: ‘infinito’ y ‘nada’. Tampoco ‘principio’ y ‘fin’. 

+ El ser no es material porque lo material es, precisamente, lo ‘divisible’. El vocablo ‘ser’ como ‘concepto’ o ‘término’. 

El ser es ‘inteligible’(El ‘no-ser’ se conoce a través de los sentidos).

Todo tiene su propia lógica y cohesión basada en la diké (δικέ) —equilibrio, justicia— y en la ananke — (ανάγκη) —, la necesidad. 

+ Los milesios: la arjé y los cuatro elementos o el átomo —lo indivisible—. Parménides: el ‘ser’ y los pitagóricos: la ‘cantidad’. 

+ Comentario de la sentencia parmenídea  «es lo mismo pensar y ser». 

¿Se puede entender  como que solo se puede pensar en lo que es, en lo que está? ¿Es posible pensar en lo que ‘no está’ o lo que ‘no es’ de alguna manera? 

+ Hay una correspondencia entre ser y pensar, o entre conocer y mundo y de ahí no nos podemos salir.  

No existe la realidad en sí. Y en todo caso lo que es en sí no lo conocemos, ni lo conoceremos jamás. ¿Qué es la naturaleza en sí misma sin que nosotros la conozcamos? 

+ Este pensar  constituye la epistéme, la que solo le interesa lo estable, lo inestable y cambiante siempre es anecdótico. 

+ Otra interpretación de la identidad entre pensar y ser (Poema de. Machado).

+ Heidegger  en ¿Qué significa pensar? nos da otra pista.

+ Pensar es buscar el sentido.  Es lo mismo buscar el sentido (pensar) que encontrar el sentido (ser). Somos buscadores de sentido. 

«Ser» también es «fundamento». 

+ Dos facetas de la filosofía: filosofía como epistéme, y filosofía como ‘actitud interrogadora’. 

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 1  Esquema relacionado con el capítulo 1 (pp.19-37) de AGÚERO MACKERN, E. Fundamentos de Filosofía. La pregunta por el sentido. Madrid,  CFE, 2020.

viernes, 13 de noviembre de 2020

Segunda sesión (parte I) del Seminario Iberoamericano de Filosofía.


 Seminario "La Filosofía como Escuela de Vida" (02). Comunidad Filosófica, Tres Cantos, Madrid.
(Primera parte, básicamente mi intervención inicial)

martes, 10 de noviembre de 2020

La pregunta filosófica por el sentido.


FUNDAMENTOS DE FILOSOFÍA. LA PREGUNTA POR EL SENTIDO  (*)
 
Nota preliminar 

La pregunta por el sentido constituye la cuestión fundamental de la filosofía y todo ser humano de una manera u otra debe enfrentarse a ella en algún momento de su vida. Podríamos afirmar, entonces, que el interrogante filosófico fundamental es aquel que se cuestiona acerca del sentido de la existencia humana y de la respuesta que demos dependerá la dirección que vaya tomando nuestra vida. Bien entendido que esta no es una respuesta fija, sino dinámica y que puede cambiar varias veces a lo largo de nuestra existencia. Tampoco es menos cierto que el sentido de esta pregunta irá cambiando en función de las circunstancias concretas que nos toquen vivir. De este modo, en esta ecuación ‘preguntas-respuestas’ iremos concretando -o no- una existencia con sentido.
 
Como fundamento que pueda ayudarnos en esta búsqueda he escogido, para este libro, algunos pensadores clave. Tres de la Antigüedad: Parménides, Platón y Aristóteles, dos de la Modernidad: Descartes y Kant y referencias a autores del pensamiento contemporáneo tales como Feuerbach, Marx, Nietzsche o Freud. Desde el inicio deseo dejar claro que cuando me refiera a los filósofos elegidos no será para explicar sus doctrinas y mucho menos para desarrollar sus filosofías en su totalidad. Digamos que más bien me serviré de ellos para presentar e ilustrar cuestiones fundamentales que están en la base de esta «filosofía para todos» que yo pretendo hacer y, de este modo, ponerla a disposición de aquellos que, con ánimo filosófico, se acerquen a ella movidos por una actitud interrogadora. [...] El trabajo que aquí comparto puede resultar útil como una ‘introducción a la filosofía’ que puede ser entendida por todos (hayan estudiado filosofía o no). También nace como una entusiasta invitación a filosofar ya que aquí encontraréis un material suficiente que provocará vuestras preguntas y reflexiones.
 
Introducción
 
Desde el inicio deseo aclarar que más que como profesor o ensayista estoy aquí como filósofo, lo cual es obvio, pero lo traigo a colación para explicar qué significa para mí ser un filósofo. Y no creo que esto esté de más, porque aclarar qué es ser filósofo nos permitirá avanzar en la cuestión de qué es la filosofía e ilustrar por qué afirmo que es esencial en el ser humano su condición de filósofo. 

En tanto filósofo también soy un portavoz de algo, aunque considero que no tengo la verdad. Y lo digo sinceramente y no como mero recurso didáctico. La única manera de construir la sociedad que queremos es compartir nuestros relatos y verdades provisorias. Y esta tarea es urgente. En esta línea de reflexión será necesario que nos animemos, que no tengamos complejos, ya que el pensar filosófico es distributivo; algo que tenemos que desarrollar entre todos; la verdad es intersubjetiva. [...] Lo que aquí sostengo está avalado [...] principalmente por mis dudas. Los filósofos dudamos seguramente más que nadie porque no debemos ser autocomplacientes con nuestros defectos y carencias, pero tenemos derecho a la esperanza y esto nadie nos lo puede quitar. En una oportunidad, durante una intervención en el Colegio de Morelos, en Cuernavaca (México), dije que en mis clases voy “directo al corazón”; metáfora que aludía a mi predilección por interpelar a mis interlocutores. 

Normalmente funcionamos con un cúmulo de creencias —a veces infundadas— que hemos ido heredando. De lo que se trataría es de convertir esas creencias en ideas, ya que las ideas tienen fundamento. Todos tenemos creencias, aquellas actitudes que, aunque no podemos denominar prejuicios — porque no lo son—, a veces actúan como tales y nos empañan la mirada. Para explicar el mundo tenemos relatos. No se puede privilegiar un relato sobre otro. El mío no es más importante que el de los demás Lo contrario se llama dogmatismo, una manera autoritaria de representar el mundo (aunque se lo haga de un modo aparentemente dialogante). Hay diversas concepciones del mundo (Weltanschaunng); una europea, una tibetana, una incaica, otra australiana... Hoy en día debemos hablar de “relatos”, ya no podemos partir del supuesto de que hay una sola filosofía (philosophia perennis), aquella filosofía a la que se llega al final de la modernidad y que parecía que daba respuestas a todo. 

Debemos pensar el mundo entre todos. Yo presento mi relato y lo someto a discusión. La reflexión y el conocimiento nos hace más libres, nos posibilita construir mejor nuestro proyecto vital. Propongo que pensemos juntos al mundo partiendo de nuestra cotidianidad - de nuestra perspectiva - pero abriéndonos como en capas hacia todo lo que nos rodea. La suma de elementos que conforman nuestra perspectiva constituye nuestra ‘visión del mundo’. Es posible que los lectores y yo coincidamos en muchas cosas porque vivimos en la misma realidad, estamos en el mismo mundo, tenemos características similares y tenemos intereses comunes. Por tanto, nuestra concepción de la verdad está en sintonía con nuestra propia perspectiva. 

A lo largo de la historia, el término verdad ha tenido diversas acepciones. La verdad para Platón era “la esencia de las cosas” y para su discípulo Aristóteles la verdad es “lo que las cosas son”. Para los antiguos y los medievales, la verdad es “verdad ontológica”. Para todos ellos se puede conocer la esencia de las cosas. Esta postura antigua es muy ingenua y parte de la creencia de que la inteligencia humana es capaz de llegar a la esencia de los entes. Actualmente preferimos hablar de significados en lugar de esencia. Y esto implica un giro fundamental. Pasamos de afirmar que la verdad está en las cosas a considerar que la verdad la establecemos nosotros al otorgar significados. Si creemos que hay verdades ya establecidas, fijas, esto nos llevaría a considerar que algún ser superior las habría establecido. El hecho de pensar que hay verdades en sí, en realidad es una postura creacionista. Nos remonta a una inteligencia superior. Muy por el contrario, somos los seres humanos quienes construimos nuestras verdades. Las verdades se construyen por consenso y no me estoy refiriendo solo al aspecto semántico de la verdad, sino también a su sentido ético y por tanto político. 

La verdad no es tanto lo que un relato sustente, sino la praxis a la que ese relato conduzca. El meollo de la verdad pragmática a la que me refiero debe ser el bienestar de los seres humanos. No solo es inadmisible que unos pocos vivan tan bien y la mayoría tan mal, sino que es totalmente inmoral. Por tanto, todo lo que va orientado a la liberación del ser humano de ataduras, tanto materiales como ideológicas, está en el camino de la verdad. Y el objetivo de la liberación define la verdad ‘real’ y necesaria, lo que nos abre nuevos horizontes en la búsqueda de la verdad. La verdad no es algo ideal o teórico, sino que forma parte de la vida y de sus circunstancias. 

Me viene a la mente Descartes quien afirma que las fuentes del error son la “precipitación y la prevención”. Si vemos la realidad siempre bajo el prisma de nuestros prejuicios no podemos avanzar. Hay que aprender a liberarse de esos prejuicios: ‘desaprender’. Someter a revisión aquellas creencias que nos obnubilan y que nos llevan continuamente a prejuzgar en lugar de intentar conocer espontáneamente. La filosofía nos facilitará la tarea de liberarnos de los prejuicios.
 
Lo que pretendo al escribir estas páginas es mostrar un rostro de la filosofía que, no solo es un rostro amable, sino un rostro comprometido y generar con ello la convicción de que realmente la filosofía libera. Mejor dicho, cualquier conocimiento libera, aunque lo peculiar de la filosofía es que esta debe abordar estas cuestiones como tarea prioritaria. 

[...] Es frecuente oír que en nuestra época ya no hay filósofos. Y dependiendo del sentido de esta extendida opinión, yo digo ¡menos mal! Hay cierto tipo de ‘filósofos’ que son completamente prescindibles. La gente cree que un filósofo es un ‘iluminado’ que inventa filosofías y sistemas filosóficos. Sin embargo eso nunca ha ocurrido y por fortuna nunca ocurrirá. Los filósofos no inventamos nada, solo somos ‘portavoces’ de la problemática de la época en que nos toca vivir. Y lo que comuniquemos como tales, solo tendrá sentido si nuestros interlocutores, en cierto modo, ven lo mismo y por tanto nos entienden. Enseñar es ‘enseñar en el sentido de señalar’. Los que nos dedicamos a ver, a observar, a atar cabos y a contar, no inventamos ningún sistema filosófico.
 
[...] Tenemos que ir a las cosas mismas haciendo abstracción o dejando de lado aquello que nos distrae. Es necesario poner entre paréntesis lo que sabemos de antemano que no tiene solución. Buscar el origen del mundo, o si hay otra vida, o si existe Dios, son cuestiones inevitables —como afirmaría Kant— y nos asaltan de vez en cuando y de modo sorpresivo. Pero esta petición de principios nos complica la vida, por tanto debemos escapar de este bucle y centrarnos en lo concreto e inmediato, al menos como punto de partida. Y a partir de ahí tendrán sentido para nosotros las preguntas de Kant: ¿qué puedo saber? ¿qué debo hacer? ¿qué me cabe esperar? ¿qué es el hombre? Preguntas que aún no han sido satisfactoriamente respondidas. Nos interesa saber quién es el hombre, pero no el hombre ‘en general’, sino el ser humano que somos nosotros mismos. ¿Quién soy yo? - este primate extraviado- que comenzó en un momento de la evolución a tener proyectos e ilusiones, a crear dioses e inmortalidades-. Esto es lo que nos interesa desentrañar. De aquí debemos partir para encontrar respuestas. 

La filosofía nació en Grecia como ‘escuela de vida’. En sus comienzos, era una forma de vida; sin embargo, desde mediados del siglo XIX la filosofía en una buena medida se convirtió en ‘filosofía académica’, en investigación erudita y especializada que, muchas veces, nada tiene que ver con los problemas del hombre concreto ni con la vida real de las personas. Triunfó el academicismo y esta situación se mantiene hasta nuestros días de una manera cada vez más notoria. De ahí que el filósofo, si verdaderamente quiere ser tal, debe abandonar los claustros y salir a la calle. 

Hablo de filosofía como escuela de vida en tanto entiendo que la filosofía nos tiene que servir para orientarnos en la vida, ya que si estamos informados podremos vislumbrar hacia dónde vamos. Para lo cual es menester hacer un alto en el camino y, en un ejercicio de prospectiva filosófica, asumir el pasado y orientar nuestro presente. [...] Es menester poner todo ‘en tela de juicio’, en un profundo ejercicio de duda metódica cartesiana. La filosofía no es algo abstracto. No está en las nubes, sino más bien en las raíces ya que siempre tiene que ver con las realidades sociales, políticas y económicas de una época. Todo ello en coherencia con mi convicción de que la filosofía debe salir de los claustros y aceptar el reto de interpelar al ciudadano común. [...]  La filosofía tiene que salir en busca de la gente porque la sociedad necesita de la filosofía. [...]

La filosofía debe ser subversiva. No solo nuestra sociedad está en crisis; también lo están nuestro mundo, nuestra civilización y el planeta. Millones de personas mueren de hambre y de sed. El cambio climático ya se ha producido y si no reaccionamos, en pocas décadas se habrá consumado la catástrofe Hay que subvertir el orden establecido, cambiar el mundo. Y para esto es necesario desaprender, porque lo que hemos aprendido muchas veces es un freno o un obstáculo para poder avanzar. Me refiero a la necesidad de poner en cuestión todo lo aprendido hasta ahora, para poder identificar lo que hemos asimilado de una manera ‘acrítica’ y quizá de un modo dogmático. Y esta actitud no es tanto un ejercicio de duda metódica sino un tamizar nuestra filosofía personal y nuestras convicciones, aplicándoles la ‘prueba de la realidad’. 
Las verdades no son solamente enunciados teóricos, sino que deben plasmarse en hechos transformadores de la realidad y al servicio de una praxis liberadora. Mientras no estemos dispuestos a cambiar, no se podrá evolucionar hacia situaciones mejores. En tanto filósofos debemos ser incómodos, debemos cuestionar. Más que dar respuestas se trata de plantear preguntas. 
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(*) AGÜERO MACKERN, Eduardo, Fundamentos de Filosofía. La pregunta por el sentido, Tres Cantos, CFE, 2020. (Extracto de las primeras página de este libro, pp. 9-18)

sábado, 7 de noviembre de 2020

La filosofía y la actual crisis global

La filosofía se hace cargo de la actual crisis de nuestra sociedad (*)

Una crisis es en realidad una periodo de cambio y todo cambio abre un amplio abanico de posibilidades y nos da la oportunidad de abrir nuevos derroteros.

Toda crisis implica una situación de cambio y catarsis que provoca la necesidad de pensar. Cuando se interrumpe la vida normal (un divorcio, entrar en el paro, un cambio de trabajo, la desaparición de un ser querido …) se abre un periodo nuevo y es la oportunidad de realizar cambios en nuestra vida. Aunque a veces optamos por replegarnos en vez de enfrentar la situación y adoptamos una actitud pasiva al no asumir nuestra responsabilidad, cargando todas las culpas al Estado o a otras instancias abstractas. Es así como muchas personas se sumen en el pesimismo y el desaliento, no porque quieran sino porque el propio entorno las empuja. Están faltos de motivación tanto personal como socialmente. En España el "estado mental social" nos determina aún más que el estado mental personal y esto nos lleva a una filosofía equivocada en la que prima el miedo al fracaso. Y si este miedo es generalizado y se convierte en endémico, nuestro futuro se ve seriamente comprometido.

Ante esta situación es necesario diferenciar entre "nivel de vida" y "calidad de vida". Hay que reducir el nivel de consumo (consumo responsable) ¿Cuántas cosas que compramos nos producen verdadera satisfacción? Reducir el consumo no tiene por qué significar un descenso en la calidad de vida, sino que puede resultar todo lo contrario. Es urgente, entonces, profundizar en la pedagogía de la austeridad.

El inicio de este siglo fue testigo del incremento de los precios de las materias primas tras su abaratamiento en el período 1980-2000. Pero en 2008, este incremento  —particularmente, la subida del precio del petróleo — aumentó tanto que comenzó a causar verdaderos daños económicos generalizados, sobre todo en el Tercer Mundo.

En España la crisis ha surgido, como no podía ser de otro modo, por estos factores y ante esta situación todos piensan en seguir haciendo lo mismo que antes. Sin embargo hasta que no se cambie de mentalidad (de filosofía) no se abrirán nuevas perspectivas. 

Una de las principales consecuencias que tiene la crisis sobre la economía española es el fuerte crecimiento del paro. Durante el 2008 un gran número de empresas presentaron expedientes de regulación de empleo. El sector de la construcción fue uno de los más perjudicados debido al fin del boom inmobiliario y a la posterior caída de las ventas. Los efectos de la crisis económica también han tenido un fuerte impacto en el sistema financiero. Los impagos de numerosas empresas y particulares, junto a la mala gestión, ha llevado a la intervención de algunas entidades financieras por parte del Estado. La crisis también se dejó notar de una manera notoria en el funcionamiento de los servicios públicos: principalmente la sanidad, la educación, el sistema judicial, las políticas de vivienda, etc. 

En febrero de 2008 la inflación subió a niveles históricos en todo el mundo, sin embargo en 2009 el problema fue el inverso: el panorama económico apuntaba a la deflación, lo que llevó a fijar el tipo de interés  prácticamente en el 0%. Actualmente estamos en tasas de interés negativo. 

Mientas escribo estas líneas estamos próximos (a finales de octubre de este año) a la consumación de la segregación definitiva de Gran Bretaña de la Unión Europea (el llamado “Brexit”). Y aún no se sabe si será una salida pactada y respetando la normativa europea –que también había firmado el Reino Unido- o se impondrá una salida abrupta y sin acuerdo. Esta última alternativa, según los especialistas, tendrá unas consecuencias  catastróficas, no solo para los ciudadanos británicos, sino para toda Europa. 

A este panorama habría que añadir el fracaso de la política, la corrupción de la misma y la profunda crisis ecológica que nos aboca al cambio climático y al calentamiento global.

La causa principal de la crisis debemos encontrarla en el propio sistema económico internacional imperante, que se destruye a sí mismo y constituye una peligrosa maquinaria aniquiladora de consecuencias imprevisibles y que pueden ser catastróficas si no ponemos remedio a la situación que produce tantos desequilibrios en la sociedad y tantas desigualdades entre las personas.  

Períodos de crisis como estos, forman parte de la propia dinámica del sistema capitalista que no se detiene ni ante el hambre de millones de personas ni ante la destrucción del equilibrio natural del planeta. La inmensa mayoría de pobres que hay en el mundo siguen viviendo en la condiciones miserables que lo han hecho hasta ahora sin ser conscientes de que cuando les llegue la resaca de la crisis del mundo rico, sus consecuencias se verán reflejadas en una menor expectativa de vida, aumento de las enfermedades y creciente mortandad infantil. Lo cual significa que para la mayoría de la humanidad la crisis se traducirá en desolación y muerte. 

La crisis actual debemos interpretarla en clave de irresponsabilidad e insolidaridad, en muchos casos, responsabilidad culpable, criminal y suicida al mismo tiempo. Baste solo hacer un repaso de los sueldos de los altos ejecutivos de la banca y de las multinacionales, cuyos contratos blindados y su inmoral reparto de beneficios evidencian enormes injusticias, cuando en sus mismas empresas se están recortando personal y salarios mandando trabajadores al paro, sin salida a corto plazo. 

Llegados a este punto, hay que aclarar que solo he delineado las características principales de la actual crisis en el aspecto económico, y sin embargo he apuntado apenas sus consecuencias en otros ámbitos de la vida personal y social. 

Propuestas para el debate

El consumo responsable, fomentar nuevos hábitos de alimentación y de actividad física, la economía sostenible, las energías renovables, la reforma profunda del sistema educativo, la eficacia del sistema sanitario. la urgente y necesaria reforma del sistema judicial y el funcionamiento de la justicia. Propiciar la vuelta al campo y a las pequeñas ciudades, la vivienda de alquiler, los cultivos ecológicos...

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* Ver: AGÜERO MACKERN, Eduardo, Filosofía y Terapia, Visión, Madrid, 2019 (pp.73-76).


miércoles, 4 de noviembre de 2020

domingo, 25 de octubre de 2020

Programa del Seminario "La Filosofía como Escuela de Vida". UPCM.

UNIVERSIDAD POPULAR CARMEN DE MICHELENA (Tres Cantos).

Seminario "La Filosofía como Escuela de Vida" 

Ponente: Dr. Eduardo Agüero Mackern

Horario: Miércoles, de 12,00 a 14,00 horas 

Descripción del evento

En esta nueva andadura nos dedicaremos a la Filosofía Contemporánea, sobre todo a los desarrollos filosóficos del nuevo milenio (2000-2020). Están previstos cuatro bloques temáticos:

1) La filosofía y la “nueva normalidad”.

2) Claves para afrontar la actual crisis, que no es solo crisis sanitaria sino también crisis de civilización. (Claves científicas, políticas y éticas).

3) ¿Fin de la Modernidad?

4) La filosofía en la actual encrucijada. Perspectivas.

Continuamos en una situación de incertidumbre acerca de la modalidad en que se van a poder realizar las actividades de la U. P. Carmen de Michelena durante el curso 2020-2021. De momento, vamos a realizar este seminario en la modalidad "on line".

Os recomendamos que veáis el vídeo de esta misma página y os vayáis preparando  para disponer de un teléfono móvil, tableta o PC, con el software "Zoom" instalado (*).

Metodología:

En la primera parte de cada sesión se presentará un tema y en la segunda habrá debate con los asistentes. Previamente se habrá distribuido el material necesario para poder analizar el tema correspondiente (textos de filósofos, artículos periodísticos, enlaces a videos, cuestionarios, etc.). Existe la intención de habilitar un foro de discusión y diálogo “off line” entre los participantes en el seminario.

Calendario de las sesiones:

2020. Octubre: 21, 28. Noviembre: 4, 11, 18, 25. Diciembre: 9. 

Receso de actividades: del 10/12/2020 al 10/02/2021

2021. Febrero:10, 17, 24. Marzo: 3, 10, 17, 24: Abril: 7, 14, 21, 28. Mayo: 5, 12, 19, 26.




martes, 20 de octubre de 2020

LA SOLEDAD


 Mi intervención de ayer en el programa "El miedo a la libertad" de Edwin Cáceres.

viernes, 2 de octubre de 2020

La nueva normalidad. Perspectivas.


Introducción a este tema que trataremos en nuestro Seminario “La filosofía como Escuela de Vida”. 

viernes, 4 de septiembre de 2020

miércoles, 17 de junio de 2020

La Filosofía y la pospandemia.


(Aquí resumo el panorama a través de las intervenciones más influyentes de algunos pensadores actuales).

El texto original fue publicado en la Revista Crisis por: 

ALEJANDRO GALLIANO, 15 DE JUNIO DE 2020. crisis #42

¿Por qué la filosofía está ante el apocalipsis que siempre soñó y apenas balbucea?
Los intelectuales críticos no parecen estar a la altura del desafío histórico que supone la pandemia.

En épocas de catástrofes, las sociedades abrazan a sus soberanos y desprecian a sus pensadores. En Estados Unidos y Brasil vemos marchar a partidarios de Trump y Bolsonaro animando a la gente a romper la cuarentena. En Argentina, el carisma neoalfonsinista de Alberto Fernández parece ser la principal tecnología de gobierno para prolongar el confinamiento.
Giorgio Agamben: El 26 de febrero, con más 80.000 casos de contagio confirmados, el filósofo italiano publicó una breve columna de opinión. Allí afirmaba que el Covid-19 era apenas una gripe y que el verdadero sentido de la alarma era extender el estado de excepción para que los gobiernos controlaran aún más a la sociedad.
Slavoj Žižek, al  día siguiente de la columna de Agamben, cuando el virus ya había alcanzado a 46 países, publicó en Russia Today una nota titulada “Coronavirus es un golpe al capitalismo al estilo de ‘Kill Bill’ y podría conducir a la reinvención del comunismo”. Allí el esloveno apostaba por el colapso del capitalismo, un gobierno global que se hiciera cargo de la crisis y una nueva oportunidad para un “comunismo basado en la confianza de las personas y en la ciencia”.
Estas interpretaciones de Agamben y Žižek marcaron las dos rutas que tomarían todas las interpretaciones posteriores del Covid-19: o como una excusa para vigilar y castigar, o como una oportunidad para resetear al capitalismo financiero hacia un sistema mejor. 
Byung-Chul Han: La versión más coherente y exitosa de la pandemia como excusa para la vigilancia fue la del filósofo coreano que escribe en alemán y vive en Alemania. En una nota publicada en El País de España, Han señalaba que Asia, y China en particular, estaban gestionando la pandemia con éxito gracias a un capitalismo de vigilancia tecnológicamente más desarrollado y políticamente más tolerado. Occidente, en tanto, se había reblandecido por la permisividad y conformismo de la globalización y la cultura digital. A la salida de la peste, aventuró Han, China exportará su sistema de vigilancia al mundo y así relanzará el capitalismo.
El éxito de Han, un híbrido civilizatorio de notable éxito editorial, fue alimentar la recurrente crisis de autoestima de Occidente en un momento crítico.
Paul B. Preciado, días después, calcó el mapa de Han y señaló que mientras Europa apela a la disciplina del confinamiento (una tecnología medieval), Asia usa herramientas biopolíticas: testeos, vigilancia digital. Este último, concluyó, es el modelo que gobernará nuestros cuerpos.
 Gustavo Yáñez González, en América Latina el profesor chileno reprodujo los miedos de Agamben, el uruguayo Raúl Zibechi, la fascinación morbosa por la vigilancia china y la feminista boliviana María Galindo definió al Covid como “una forma de dictadura mundial multigubernamental policíaca y militar” y propuso “cultivar el contagio y desobedecer para sobrevivir”: violar la cuarentena y afrontar “la enfermedad, la debilidad, el dolor”.
La de los latinoamericanos es otro tipo de crisis de autoestima: la de intentar trasplantar la justificada paranoia europea ante los estados policiales en una región en donde los aparatos estatales apenas gobiernan la superficie de sus poceadas sociedades.
A medida que se apilaban los féretros, interpretar la pandemia como una oportunidad de cambio social se volvió más temerario. Algunos optaron por un razonamiento oblicuo.
David Harvey, en “Política anticapitalista en tiempos de Covid-19”: “las únicas medidas políticas que van a funcionar, tanto económica como políticamente, son bastante más socialistas que cualquier cosa que pudiera proponer Bernie Sanders”, pero a cargo de un Trump que, “si es sabio, cancelará las elecciones sobre la base de una emergencia y declarará el principio de una presidencia imperial”. La única política anticapitalista que parece concebir Harvey es la que puede llegar a aplicar el propio Trump.
 Franco Berardi: del mismo tono es el desplazamiento del sujeto de este autor; “Lo que no ha podido hacer la voluntad política podría hacerlo la potencia mutágena del virus”. En efecto, para Berardi el neoliberalismo deprimió al espíritu revolucionario. Pero la llegada de la pandemia “nos obliga a aceptar la idea de estancamiento como un nuevo régimen de largo plazo”: redistribución del ingreso, reducción del tiempo de trabajo, igualdad, frugalidad, etc.
El extraño optimismo de Harvey y Berardi expresa hasta cierto punto una claudicación política: asumir que no hay sujeto político anticapitalista, que las tareas del proletariado las debe asumir Trump, un virus o cualquier otra cosa. Comunismo por interpósita persona.
Arquitectos del nuevo mundo
Si el Covid nos obliga a rediseñar nuestras sociedades, conviene tener en radar a dos pensadores aún poco conocidos en Argentina. Uno es Yuk Hui, un filósofo hongkonés que enseña en la Universidad Bauhaus de Weimar. El proyecto de Hui es reconstruir comunidades a partir de la tecnología, ya no como herramienta sino como “relación con el cosmos”. Los males de la época son para Hui resultado de la cultura “monotecnológica” de la globalización que aplaca toda diversidad (cultural, biológica) imponiendo un modelo técnico sin arraigo en las sociedades. La lucha contra el Covid acelerará la digitalización.
El mundo pospandemia que nos propone Hui está al borde del tribalismo o el chauvinismo tecnológico. Más grave aún es que su modelo de “cosmos técnico” sea China, una potencia en ciernes que no promete respetar diversidades.
Benjamin Bratton, un sociólogo norteamericano que trabaja para Strelka, un instituto privado de urbanismo con base en Moscú: la única manera de superar la crisis climática es mediante una planificación global de espacios artificiales para cada especie, incluyendo la humana. Habitar la Tierra como si fuéramos colonos de un planeta desconocido. Y la cuarentena es un buen laboratorio para ello: la automatización y el testeo masivo perfeccionan la gobernanza; la reclusión nos permite repensar la vivienda y la escasez nos obliga a planificar estratégicamente la economía; la epidemiología nos enseña a ver a la sociedad como un todo y la gestión de la pandemia nos permite pensar al planeta como un artificio programable.
Bratton propone ser pragmáticos, comparar modelos y adoptar lo que sirva. Pero su solucionismo tecnológico lo lleva a relativizar al capitalismo de vigilancia y favorecer la intervención de un ejército trasnacional en donde hiciera falta. No por nada se dedicó a ridiculizar los temores de Agamben desde su cuenta de twitter. Los arquitectos del nuevo mundo parecen no tener lágrimas por las libertades perdidas.
En medio de todo el ruido filosófico, el venerable Alain Badiou se confinó voluntariamente, entendió que las pandemias son inevitables en un capitalismo donde la mugre de un viejo mercado de Wuhan está inmediatamente conectada al comercio global chino, y que los estados nacionales tienen poco que hacer ante crisis globales. Y propuso aprovechar la cuarentena para pensar en la mejor estrategia comunista para después de la pandemia. Nada nuevo saldrá de otra peste como tantas conoció el mundo.
¿Por qué en medio de una catástrofe que altera a todo un sistema, los críticos profesionales de ese sistema no saben qué hacer? ¿Por qué la filosofía se encuentra ante el apocalipsis que siempre soñó y apenas balbucea? Muchas intervenciones son brillantes, sólidas, agudas, pero luego de leerlas vemos todo igual que antes. Quizás la democracia feroz de las redes sociales ya lijó toda voz autorizada. Una razón puede ser que ante un evento totalmente inesperado la primera reacción de casi todos los intelectuales fue acomodarlo en su sistema conceptual: el estado de excepción de Agamben, la sociedad del cansancio de Han, el malestar del cuerpo político de Berardi, la pornofarmacopea de Preciado… pareciera que es más fácil que el Covid cambie al mundo a que un intelectual revise sus conceptos.
Enamorados de sus propias ideas y sin capacidad para ofrecer más que lo que la mayoría de sus lectores ya teme o sueña, es difícil que los filósofos de la pandemia ofrezcan nada nuevo. Serán cronistas pero no profetas.

El camino de la búsqueda está marcado por la esperanza.

9.    El camino de la búsqueda. 
El camino de la búsqueda está marcado por la esperanza, aunque es importante no confundir esperanza con quimera. La esperanza implica desear y tender hacia algo posible. Si uno considera imposible alguna meta jamás podrá alcanzarla. El creer que nuestras metas pueden hacerse realidad es una componente fundamental de su posibilidad. De ahí la importancia de desear lo posible o ver como posible lo que se desea, para lo cual es necesario realizar un análisis previo de las condiciones de posibilidad de nuestros objetivos, ya que es fácil convertir una fantasía en una meta real, y en  consecuencia, la frustración acaecería de una manera segura. Es fundamental plantearse metas posibles y a partir de ahí luchar por ellas.
Aunque no es lo mismo tener esperanza para uno mismo que para con los demás, puedo afirmar que cuanto más ambiciosa sea una meta más necesitamos tener esperanza, sobre todo porque es posible que los resultados se den a medio o largo plazo e, incluso, que a veces no lleguemos a verlos nunca a pesar de que podamos estar convencidos que se obtendrán. Lo que vamos consiguiendo en el proceso de nuestra propia búsqueda personal es algo tangible (tanto los logros como los fracasos) pero aquellas esperanzas puestas en los demás no las veremos de un modo tan nítido. Podemos depositar mucha esperanza en la educación de nuestros hijos, incluso suscitarles rumbos que consideramos positivos para su vida, pero los resultados los iremos viendo poco a poco y en algunos casos, nunca. Pero esta es una característica de la esperanza depositada en otros.
Tengo esperanza en el ser humano. Creo en la educación como medio de construir una sociedad más justa y solidaria, en contribuir a la consecución de un mundo mejor para nosotros y nuestros descendientes y nos anima la confianza en los demás y en el futuro.
De esta manera, la búsqueda si es esperanzada, ya es de por sí un logro, un resultado. Pero esta actitud abierta y optimista hacia el futuro, solo puede surgir a partir de un profundo sentimiento individual; solo podemos creer en los demás si creemos en nosotros mismos.
También habría que distinguir la esperanza como actitud vital de optimismo radical respecto del futuro, de la esperanza entendida como sentimiento concreto frente a los retos de la vida cotidiana. Es verdad que, a veces, lo segundo se nutre de lo primero, pero es necesario hacer algunas precisiones. La esperanza como sentimiento personal tiene mucho que ver con los sentimientos de autoestima y confianza en uno mismo. De ahí la importancia de fijarse metas posibles. Porque de este modo cosecharemos resultados que a su vez aumentarán más nuestra autoestima. Plantearse metas imposibles nos aboca al fracaso. Y plantearse continuamente este tipo de metas nos llevaría a la frustración continua o, incluso, a la desolación. De ahí la importancia de realizar una crítica de nuestra propia filosofía personal y a partir de ahí construir una filosofía de la esperanza que nos oriente en la consecución de nuestras metas y nos permita conseguir resultados, al ser capaces  de perseguir fines posibles y realizables. 
(De AGÜERO, E. Filosofía y Terapia, p. 101)


miércoles, 10 de junio de 2020

El futuro de la filosofía como búsqueda del significado.

Un texto de Moritz Schlick 

«Nuestra conclusión es que se ha malentendido la filosofía al pensar que los resultados filosóficos se pueden expresar en proposiciones y que puede haber un sistema de filosofía consistente en un sistema de proposiciones que representarían las respuestas a cuestiones "filosóficas". No hay verdades "filosóficas" especificas que contengan la solución de problemas "filosóficos" específicos, sino que la filosofía tiene la misión de encontrar el significado de todos los problemas y sus soluciones. Debe definirse como la actividad de buscar el significado. La filosofía es una actividad, no una ciencia; pero esta actividad, naturalmente, está en acción constantemente dentro de cada ciencia, porque antes de que las ciencias puedan descubrir la verdad o falsedad de una proposición tienen que averiguar su significado. Y a veces, en el curso de su tarea, se sorprenden al descubrir, mediante los contradictorios resultados a los que llegan, que han estado usando palabras sin un significado perfectamente claro, y entonces tendrán que volver a la actividad filosófica de clarificación y no podrán continuar la búsqueda de la verdad hasta tanto no haya tenido éxito la búsqueda del significado. De este modo, la filosofía es un factor extremadamente importante en el seno de la ciencia y con justicia merece ostentar el nombre de "La Reina de las Ciencias". La Reina de las Ciencias no es ella misma una ciencia. Es una actividad que todos los científicos necesitan y que penetra todas sus restantes actividades. Pero todos los problemas reales son problemas científicos. No hay otros. Y qué ocurre con esos grandes problemas que siempre se han considerado -o más bien, respetado- como “problemas filosóficos" específicos durante tantos siglos? [...]. El destino de todos los "problemas filosóficos" es éste: algunos de ellos desaparecerán al quedar claro que se trata de equivocaciones y malos entendimientos de nuestro lenguaje, y el resto se descubrirá que son cuestiones científicas ordinarias disfrazadas, Estas observaciones determinan, en mi opinión, todo el futuro de la filosofía.» (Schlick, 1981, pp. 289-291, en AGÚERO E. Filosofía y Terapia, UPCM, 2019, texto nº 47, p. 118).

miércoles, 3 de junio de 2020

El fascismo del siglo XXI

El fascismo del siglo XXI ya es una seria amenaza

(LA VOZ DE ASTURIAS, OPINIÓN, 26/06/2018 H. 05:00)

"Aunque pueda resultar cómodo en una conversación informal, siempre me desagradó el abuso del calificativo de fascista para desacreditar a cualquier conservador, por reaccionario que sea. Ese tipo de generalizaciones solo sirve para oscurecer el análisis de la realidad, presente o pasada, y para desvirtuar la utilidad de la palabra para definir una ideología o un movimiento político. Sucede lo mismo con el uso indiscriminado del adjetivo comunista por parte de la derecha. Puede, por lo tanto, parecer una contradicción que considere al fascismo como una amenaza en un mundo en el que, salvo en contados países, no existen movimientos políticos que defiendan abiertamente el Estado totalitario, con partido único, y se apoyen en milicias uniformadas y violentas, e incluso donde tienen cierta presencia, como Amanecer Dorado en Grecia, su fuerza electoral es limitada. Es cierto, quizá en el futuro puedan llegar a confluir con los que hoy suponen la verdadera amenaza para la democracia liberal, pero ellos carecen de apoyo social significativo y no tienen posibilidad de hacerse con el poder. El problema está en la nueva derecha antiliberal, nacionalista, xenófoba y con frecuencia fundamentalista religiosa, un rasgo que la aleja del fascismo clásico, que, aparentemente, no reniega de la democracia, pero sí de la libertad y de los valores de la Ilustración que sustentan las auténticas democracias. Hay razones para considerarla un nuevo tipo de fascismo adaptado al siglo XXI.
Esa derecha autoritaria, nacionalista y xenófoba, gobierna ya en varios países del este de Europa y ha logrado entrar en los ejecutivos de Austria e Italia. La desgraciada llegada de Trump a la presidencia de EEUU la ha fortalecido. Es probable que si los Putin, los Kaczynski, los Orbán, los Erdogan, los Salvini, lo Strache, los Le Pen o Alternativa por Alemania logran consolidarse en el poder, o hacerse con él, no lleguen a establecer un régimen de partido único, pero eso solo será la fachada de una moderna variante de dictadura. Todos comparten rasgos comunes con los fascismos y los movimientos autoritarios del periodo de entreguerras, o ibéricos de la posguerra: nacionalismo exacerbado, desprecio por las libertades y derechos individuales, rechazo a la libertad de prensa, xenofobia, cuando no racismo manifiesto, machismo, rechazo a un principio fundamental de la democracia liberal como es la separación de los poderes del Estado y, sobre todo, a la independencia de la justicia.
Orbán dice que quiere establecer un nuevo tipo de democracia. Su planteamiento no es tan nuevo, se trata de la versión fascista de la «voluntad general» de Rousseau. Una voluntad que se sustenta en las raíces históricas y culturales de la patria, en los valores nacionales, estrechamente ligados a la religión. Quien no los comparte es ajeno al pueblo, extraño, extranjero, no puede formar parte de esa «voluntad general» porque no pertenece a la comunidad. Hitler no necesitaba elecciones para interpretar y dirigir la voluntad del pueblo; Mussolini, Franco o Salazar las realizaban sin oposición; sus émulos del siglo XXI estigmatizan la disidencia, la privan de medios de expresión, la condenan en los tribunales por falsos delitos comunes y establecen sistemas electorales que, a imitación de la famosa ley Acerbo, el Duce es el maestro, multiplican los diputados de la mayoría en el parlamento.
Hasta ahora el peligro parecía lejano, se circunscribía al Este recién liberado del estalinismo, sin experiencia democrática, o a la asiática Turquía. Las alarmas se disparan cuando llega al gobierno en Austria y en Italia y parece acercarse en Alemania.
Que Matteo Salvini, ministro del interior de Italia, justo en el 80 aniversario de las leyes raciales de Mussolini, haya propuesto realizar un censo de gitanos y su gobierno no haya caído es motivo suficiente para considerar que la infección es grave y está llegando al corazón de Europa. Una de las cosas que establecían las medidas racistas de 1938 era precisamente un censo de judíos: los extranjeros serían inmediatamente expulsados, con los italianos no había más remedio que quedarse, más adelante muchos serían entregados a los nazis, pero se los sometía a una terrible discriminación en la sociedad. Salvini no se atrevió todavía a proponer esto último, pero, como denunció la comunidad judía italiana, copia a Mussolini en lo primero. El censo no podrá realizarse, pero el político que lo propone es indigno y lo peor es que siga ocupando el cargo. Sus declaraciones sobre los inmigrantes, «carne humana», y el cierre de los puertos italianos solo confirman su catadura moral, la amenaza de quitarle la escolta al escritor Roberto Saviano porque lo critica debería disipar cualquier duda.
Italia tiene razón al reclamar que el problema de la recepción de los inmigrantes no recaiga solo sobre los países fronterizos, el sur más afectado por la crisis, pero no puede hacerlo de esta manera y el racismo que ponen en evidencia la propuesta sobre los gitanos y el trato que la extrema derecha da a la población italiana de color es inaceptable.
Era previsible que la crisis favoreciese el crecimiento de la extrema derecha nacionalista como reacción a la austeridad impuesta por las políticas económicas neoliberales, pero alarma más que se fortalezca cuando sus efectos están desapareciendo y, sobre todo, que sea en países que no la sufrieron o que, al menos, no llegaron a ser intervenidos. En algunos casos el impulso vino de la insolidaridad, de la mezcla del miedo al contagio con la negativa a apoyar a los pobres derrochadores que sufrían a causa de su vagancia y despilfarro. En todos se mezcló con una campaña, sin fundamento por lo exagerada, sobre la amenaza de la inmigración. El terrorismo islámico contribuyó, sin duda, a incrementar el temor. En Italia especialmente, pero es algo bastante general, puso la guinda el justificado desprestigio de la élite política y de los partidos tradicionales, en todas partes se habían convertido en monstruos burocráticos, incapaces de generar ideas y menos de crear ilusiones. Eso cuando no estaban enfangados por la corrupción.
Ese puede ser el diagnóstico de las causas, pero ¿cuál es la solución? La inmigración no la tiene a corto plazo. No hay perspectivas de un final razonable para la crisis de los refugiados. Siria o Yemen se estabilizarán por medio de la barbarie, con el apoyo de la Rusia de Putin, en un caso, y de los EEUU de Trump, en el otro, aunque puede que a este último tampoco le disguste la victoria de El Asad más que en apariencia. El conflicto de Palestina continuará enquistado, el de Afganistán no tiene mejores perspectivas. Las tiranías tienden a aumentar en África y Asia. ¿Qué estímulo tendrán para regresar a sus hogares? La emigración por motivos económicos exigiría un plan Marshall para África y aun así no desaparecerían las causas con rapidez.
Europa debe comprometerse en la búsqueda de soluciones a largo plazo, pero en lo inmediato sería importante que intentase combinar una regulación de la inmigración económica, respetuosa con los derechos humanos y las propias necesidades del continente, con una razonable y equilibrada política de asilo y una activa pedagogía política.
En cualquier caso, se ha llegado a un punto en el que la ofensiva reaccionaria va mucho más lejos del problema de la inmigración. La única respuesta es la política y se ve muy dificultada por la crisis de la izquierda, que debería ser el principal baluarte de la democracia. No solo porque la derecha democrática, como sucedió en el periodo de entreguerras, esté muy presionada por el ascenso de la radical y, en consecuencia, sea proclive a acercarse a ella en sus propuestas e incluso a formar gobiernos de coalición, sino porque la propia izquierda ve cómo la extrema derecha atrae a buena parte de sus votantes tradicionales. Las izquierdas no han sabido adaptarse al final de la guerra fría, necesitan renovar su discurso y la defensa de la democracia, la libertad, los derechos sociales y un humanismo cosmopolita deberían ser sus ejes fundamentales.
Mientras llega esa recomposición de las izquierdas, el objetivo es fortalecer la democracia. No caben las cesiones hacia el nuevo fascismo, ni en la UE ni en cada país. Tampoco hay lugar para extrañas componendas, que solo sirven para fortalecer a la extrema derecha, Italia es un ejemplo demasiado triste."
Nota: este artículo, publicado hace dos años, es de plena actualidad y aún estaba por llegar la crisis de la pandemia.