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martes, 1 de diciembre de 2020

Aristóteles, Platón, Parménides: el ser. Resumen introductorio.

ARISTÓTELES Y LA NATURALEZA (*)

Todos los hombres desean naturalmente saber.

Πάντες άνθρωποι του ειδέναι ορέγονται φύσει 

Como ocurre con todos los clásicos, uno de los principales obstáculos que tenemos para interpretar el pensamiento de Aristóteles deriva de las traducciones no fidedignas. Por lo cual y para evitar confusiones (hay algunos disparates consagrados consuetudinariamente en este sentido), intentaré basarme en la medida de lo posible en el original griego. 

Iremos directamente a la cuestión del ser ¿Qué es el ser para Aristóteles? Recordemos cuál es la primera pregunta que se hacen los presocráticos: la pregunta por la physis (la naturaleza). La physis es material. Luego vendrá Parménides y dirá que la physis es el ser. Para Platón el ser es la idea. 

Recapitulemos para ordenar mejor la secuencia Parménides-Platón-Aristóteles. Al final del Poema sobre la Naturaleza Parménides escribe: «es lo mismo pensar y ser». Tal como vimos, esta expresión puede ser interpretada de diversas maneras. Una de ellas sería que el ser es aquello que se puede conocer y el ser consiste en poder ser conocido. El ser es todo lo que es, todo lo que es conocido, todo lo que se conoce. 

La realidad para cada uno de nosotros es todo lo que entra en nuestro concepto amplio de realidad; pero ocurre que hay cosas sobre las cuales no tenemos la más mínima noticia de que existen, por tanto no entran en el concepto de la realidad. Cosas que ni siquiera se vislumbran. Por tanto, admitimos la posibilidad de que la realidad sea mucho más amplia que aquello que uno ve como realidad. La realidad es siempre realidad relativa al conocimiento, porque en el fondo lo que hace el pensamiento es construir la realidad y de ahí no podemos salir. Entonces ¿qué es la realidad? Pues lo que nosotros consideramos realidad. Ni más ni menos: es lo mismo ‘conocer la realidad’ que la ‘realidad’. La realidad es lo conocido por nosotros, teniendo en cuenta que hay muchas maneras de conocer. También hay entidades que forman parte de nuestra realidad como cosas posibles. Y lo que no forma parte de nuestra realidad es lo que ni siquiera se nos ocurre. (No me refiero solo a cosas materiales, sino también a actitudes, conductas, formas de organización social...). 

Para Platón el ser es la idea ¿Qué son las ideas? La verdad de las cosas, la esencia de las cosas ¿Y qué es eso? Pues lo que yo conozco a través de la inteligencia. Hay un antiguo relato que nos cuenta que el hombre era un dios caído que ha olvidado todo aquello que conocía. Y cuando en esta vida comienza a conocer recuerda lo que sabía. Esta metáfora sobre el conocimiento nos indica que la verdad está en nuestro interior. Se le atribuye a Sócrates la sentencia: «conócete a ti mismo» (que en realidad estaba escrita en el Oráculo de Delfos). 

Para Aristóteles el ser es la «sustancia». Aquí vamos a tener que introducir términos específicos. La «cosa» (los latinos utilizaban la palabra res, cosa se dice res, de ahí viene la palabra realidad, realitas, conjunto de cosas) —res— traduce al término «sustancia». La «cosa»: esto es el ser para Aristóteles, igual que para nosotros. 

Para Aristóteles el ser es la sustancia ¿Cómo definimos la sustancia? La sustancia es lo individual y concreto. Individual quiere decir «separado». Aquí tengo un borrador; esto es algo individual, una unidad, o sea, una sustancia que es individual y concreta (material). Un trozo de tiza es una sustancia, yo soy una sustancia, vosotros sois una sustancia; todo lo que es, es una sustancia. Todas las cosas son sustancias. 

A Aristóteles a veces se le ha considerado realista porque afirmaba que el ser es la cosa, la sustancia. Aunque para mí es un realista ingenuo porque considera que se pueden conocer las cosas tal cuales son, que se puede conocer la esencia de las cosas. Y en esto consiste su ingenuidad, ya que no podemos conocer lo que las cosas son. Es imposible. En todo caso podemos conocer lo que las cosas «significan». Respecto de las cosas artificiales es fácil conocer qué son ya que realizan una esencia prefijada. Por ejemplo, un borrador es algo que sirve para borrar. Ya viene, por decirlo de alguna manera, con su función ‘incorporada’. Pero saber lo que es un pino es más complicado ¿En qué consiste la esencia de pino? Quizás esto se lo deberíamos dejar a los científicos, a los botánicos ¿Entonces son los botánicos realmente los que pueden saber qué es un pino? Un pino puede ser muchas cosas: un árbol, un tipo de árbol, además sirve para dar madera, sombra, etcétera. Respecto de los seres naturales es más complicado saber cuál es la esencia. 

Para que una sustancia sea (notad que no digo la palabra «exista»), para que haya una sustancia concurren cuatro causas: causa material, causa formal, causa eficiente y causa final. 

La causa material es la materia de cada sustancia. La causa formal es la forma (bien entendido que no estamos hablando de forma física). Lo que hace que la sustancia sea lo que es. Por ejemplo, la idea de mesa. La ‘idea’ de mesa es la forma (tiene que ver con la idea platónica de mesa). Esto es una mesa porque es una materia que tiene la forma de mesa, o sea, tiene lo básico de una mesa; algo que sirve para... podría ser redonda, podría tener una sola pata, podría ser de cristal, de madera... pero si tiene lo que la hace ser mesa es una mesa. La forma hace que la sustancia sea lo que es. Ese ‘lo que es’ es la esencia. La forma da u otorga la esencia a la sustancia, hace que sea esto o lo otro, que sea ‘algo’, que sea mesa y no silla o pizarra. 

A esta doctrina de Aristóteles que considera que las sustancias están compuestas de materia y forma se la conoce como hylemorfismo, que viene de dos palabras: hylé (ύλη), que quiere decir materia y morphé (μορφή) que quiere decir forma. Entonces ¿en qué consiste la doctrina hylemórfica aristotélica? En que Aristóteles considera que la sustancia está formada o estructurada o compuesta de materia y forma. (Estoy explicando estas distinciones porque las vamos a tener que usar, de lo contrario no lo haría. No me gusta abundar en conocimientos demasiado eruditos si no es necesario). Pero aún quedan dos causas más. 

La causa eficiente es lo que hace que una sustancia «sea» (lo que produce una determinada sustancia). La causa formal hace que una sustancia sea «lo que es» y la eficiente es lo que hace que una sustancia sea, que exista (aunque ya sabéis que tengo motivos para no utilizar el verbo «existir», entre otras cosas, porque no será vigente hasta el medioevo). Causa eficiente es a lo que normalmente le llamamos causa (aunque según dijimos, para que haya una sustancia tienen que concurrir las cuatro causas). 

El propio Aristóteles da un ejemplo (que a mí no me parece muy acertado): en una estatua el trozo de mármol es la causa material, la idea que tiene el escultor de lo que va a esculpir (por ejemplo, la Venus de Milo) es la causa formal, el escultor esculpiendo la piedra, la causa eficiente y la estatua terminada, la causa final. Pero aquí yo veo una dificultad y debo enmendar al propio Aristóteles: el trozo de mármol ya es una sustancia. Ya lo explicaré cuando profundice en la noción de materia (materia prima y materia segunda). Aristóteles se equivoca porque en filosofía no es tan fácil dar ejemplos materiales. Es como si yo quiero explicar la suma y la resta con manzanas. Tengo cinco manzanas, me como dos, me quedan tres... pero llega un momento que no puedo utilizar estos recursos. Explicar la raíz cuadrada o el logaritmo con manzanas es complicado o imposible. Por eso, en filosofía, si un ejemplo sirve para entender, muy bien, pero una vez utilizado hay que deshacerse de él. 

La causa final es fácil de entender pero no es fácil de definir. Ejemplo: “no se puede pedir peras al olmo” (como dice el refrán popular). La causa final sería que un peral dé peras y no el olmo. La causa final, la finalidad, es la coherencia de cada sustancia con su propia esencia, con lo que es. Nosotros somos seres humanos, funcionamos como seres humanos; esa sería la finalidad, que en griego se dice télos (τέλος), fin. De ahí que la concepción aristotélica es una concepción teleológica. Para Aristóteles todos los seres tienen un fin coherente con lo que son. Y esto es así porque el universo es un kósmos (Κόσμος) que quiere decir «orden», lo contrario de «caos» (χάος). 

Que el universo es cosmos tiene que ver con la teleología del universo. Hay una finalidad del universo, de la physys, de la naturaleza y cada cosa cumple en el ‘todo’ su propio fin. El universo aristotélico es un universo teleológico. Nosotros somos seres naturales, pero curiosamente somos los únicos capaces de transgredir nuestra propia finalidad y de destruir todo el conjunto. El universo, la naturaleza para los griegos, es un todo, lo uno, la unidad, que tiene un fin y todo tiene razón de ser en el conjunto. Es una concepción teleológica, la misma que se va a sustentar en la política: el individuo tiene razón de ser en el seno de la comunidad política (la pólis). 

El término «ser» tiene varios significados. En primer lugar significa «sustancia», en segundo lugar también los accidentes —συμβεβηκός—. Para que podamos entenderlo; los accidentes serían como las propiedades, las cualidades de la sustancia. La sustancia es el ‘ser-en-sí’. Pero los accidentes no ‘existen’ en sí, son en ‘otro’, existen en la sustancia. 

Sustancia en latín también quiere decir substare —sustentar—. La sustancia es el soporte de los accidentes. Entonces, hay que distinguir entre ser sustancial y ser accidental; esto es algo muy importante porque será lo que explica el problema del movimiento o del cambio que trajo de cabeza a los griegos anteriores durante muchos años. 

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(*) Ver AGÜERO MACKERN, Eduardo, Fundamentos de Filosofía, Madrid, CFE, 2020, pp. 55-60).

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