La filosofía de por sí puede cambiarnos la vida. Todos somos filósofos, solo tenemos que ejercer lo que somos.
Cuando relaciono los términos "filosofía" y "terapia" no es tanto porque crea que exista una terapia filosófica como una alternativa a otros tipos de terapia, sino porque pienso que la filosofía en sí misma es terapéutica.
Con Rocío (oculta), Yaneyre, Arantxa, Jara y Karla
Alberto, Alex y Jesús
(También participaron Miguel y Marcos)
Con Antonio y Juan María
Los amigos de nuestro grupo de filosofía y del curso Filosofía como Terapia (UNED) nos reunimos para dilucidar en qué sentido la filosofía puede ser terapéutica. En una segunda parte de la reunión comentamos la lección primera de ¿Qué significa pensar? de Martín Heidegger.
El diálogo fue intenso y el debate muy esclarecedor. Quedaron varias cuestiones pendientes que trataremos en una próxima sesión.
(texto para debate) Al ámbito de lo que
se llama pensar, arribamos cuando nosotros mismos pensamos.
Es menester que
estemos dispuestos a aprender a pensar. Por eso hemos admitido que todavía no
sabemos pensar.
Solo tendemos de
verdad a aquello que nos mantiene en la esencia. Lo que nos mantiene en nuestra
esencia lo hace solo en tanto nosotros mantenemos lo que nos mantiene.
¿Pensar en qué? En
lo que nos mantiene en la medida en que ha de pensarse.
Solamente si
tendemos a aquello que es en sí lo que ha de ser pensado, somos capaces de
pensar. Y para ser capaces de pensar se requiere que aprendamos a pensar.
Llamamos lo
grave a aquello que es de por sí lo que ha de ser pensado. Todo lo grave da
que pensar. Lo grave es ya de por sí aquello que ha de ser pensado.
¿Qué es lo
gravísimo y cómo se manifiesta en nuestra época grave? Lo gravísimo es que
todavía no pensamos, a pesar de que el estado del mundo da cada vez más que
pensar. (En esta tarea el hombre debería comenzar a obrar sin demora, en vez de
hablar en conferencias y congresos).
Pero ¿cómo se puede
afirmar que todavía no pensamos si cada vez hay más interés por la filosofía?
Sin embargo, el que se dé muestras de interés por la filosofía no atestigua
todavía ninguna disposición para pensar. Por el contrario, el ocuparnos de la
filosofía (pensadores, corrientes, escuelas, historia del pensamiento...) es lo
que más persistentemente puede sumirnos en el engaño de que estemos pensando.
“Filosofamos” sin cesar, pero no pensamos.
Lo gravísimo de
nuestra época grave es que todavía no pensamos.
El que todavía no
pensamos no es debido a que el hombre no se dirige en grado suficiente a lo que
exige ser pensado, sino a que eso mismo que ha de ser pensado, por su parte, le
está volviendo las espaldas al hombre y eso ya desde hace largo tiempo. Lo que
propiamente debe ser pensado se mantiene desde siempre en esta situación de
volvernos las espaldas.
El hombre no es
capaz de pensar propiamente mientras siga sustrayéndose a lo que ha de ser
pensado.
La ciencia, por su
parte, no piensa ni puede pensar (esto por su bien y favorece la seguridad de
su marcha prefijada). El abismo que media entre el pensar y la ciencia es
insalvable.
Solamente podemos
aprender a pensar si olvidamos a fondo lo que hasta ahora conocíamos por
esencia del pensar.
Lo que ha de
pensarse le vuelve las espaldas al hombre. Se le sustrae. Lo que se sustrae
deniega su advenimiento esta sustracción es acontecimiento. Es más, lo
que se le sustrae puede tocar al hombre más esencialmente y absorberle
más que todo lo presente que le toca y se refiere a él y que le toca de un
manera enigmática –escapándosele, sustrayéndosele. Podría suceder que el
acontecimiento del sustraerse fuera lo más presente de cuanto hay ahora de
presente, superando infinitamente la actualidad de todo lo actual.
Al entrar dentro de
la esfera de atracción del sustraerse, estamos en camino hacia lo que nos atrae
sustrayéndosenos. Estando en camino de lo que se nos sustrae, nosotros mismos
estamos señalando aquello que se sustrae (y es un señalar esencial porque
nos constituye). El hombre señala, en su calidad de caminante, lo que se
sustrae. Su esencia consiste en ser uno que señala.
Un signo somos,
indescifrado.
Sin dolor somos y
en tierra extraña
casi perdemos el
habla (Hölderlin).
La poesía es el
arroyo que, en ocasiones, retrocede hacia el manantial –hacia el pensar como
remembranza. Toda poesía nace de la devoción del recuerdo.
¿No da bastante que
pensar el que somos un signo y además, indescifrado?
¿Qué es, entonces, lo
gravísimo?
¿Por qué nuestra
época es grave?
¿Qué significa pensar?
HEIDEGGER, M. ¿Qué
significa pensar? (Was heisst denken?), Bs. As. Nova, 1972 (trad.
Haraldo Kahnemann). Resumen de la Primera Lección (págs. 9-17).