Fragmento para leer y comentar:
"El erotismo de los
cuerpos tiene de todas maneras algo pesado, algo siniestro. Preserva
la discontinuidad individual, y siempre actúa en el sentido de un
egoísmo cínico. El erotismo de los corazones es más libre. Si
bien se distancia aparentemente de la materialidad del erotismo de
los cuerpos, procede de él por el hecho de que a menudo es sólo
uno de sus aspectos, estabilizado por la afección recíproca de
los amantes. Puede estar enteramente desprendido de esa afección,
pero entonces se trata de excepciones como las que tiene en reserva
la gran diversidad de los seres humanos. Lo básico es que la
pasión de los amantes prolonga, en el dominio de la simpatía
moral, la fusión mutua de los cuerpos. La prolonga o es su
introducción. Pero para quien está afectado por ella, la pasión
puede tener un sentido más violento que el deseo de los cuerpos.
Nunca hemos de dudar que, a pesar de las promesas de felicidad que la
acompañan, la pasión comienza introduciendo desavenencia y
perturbación. Hasta la pasión feliz lleva consigo un desorden tan
violento, que la felicidad de la que aquí se trata, más que una
felicidad de la que se puede gozar, es tan grande que es comparable
con su contrario, con el sufrimiento. Su esencia es la sustitución
de la discontinuidad persistente entre dos seres por una continuidad
maravillosa. Pero esta continuidad se hace sentir sobre todo en la
angustia; esto es así en la medida en que esa continuidad es
inaccesible, es una búsqueda impotente y temblorosa. Una felicidad
tranquila, en la que triunfa un sentimiento de seguridad, no tiene
otro sentido que el apaciguamiento del largo sufrimiento que la
precedió. Pues hay, para los amantes, más posibilidades de no
poder encontrarse durante largo tiempo que de gozar en una
contemplación exaltada de la continuidad íntima que los une".
"Las posibilidades
de sufrir son tanto mayores cuanto que sólo el sufrimiento revela
la entera significación del ser amado. La posesión del ser amado
no significa la muerte, antes al contrario; pero la muerte se
encuentra en la búsqueda de esa posesión. Si el amante no puede
poseer al ser amado, a veces piensa matarlo; con frecuencia
preferiría matarlo a perderlo. En otros casos desea su propia
muerte. Lo que está en juego en esa furia es el sentimiento de una
posible continuidad vislumbrada en el ser amado. Le parece al amante
que sólo el ser amado —cosa que proviene de correspondencias
difíciles de definir, donde a la posibilidad de unión sensual hay
que añadir la de unión de los corazones— puede, en este mundo,
realizar lo que nuestros límites prohíben: la plena confusión
de dos seres, la continuidad de dos seres discontinuos. La pasión
nos adentra así en el sufrimiento, puesto que es, en el fondo, la
búsqueda de un imposible; y es también, superficialmente, siempre
la búsqueda de un acuerdo que depende de condiciones aleatorias.
Con todo, promete una salida al sufrimiento fundamental. Sufrimos
nuestro aislamiento en la individualidad discontinua. La pasión nos
repite sin cesar: si poseyeras al ser amado, ese corazón que la
soledad oprime formaría un solo corazón con el del ser amado.
Ahora bien, esta promesa es ilusoria, al menos en parte. Pero en la
pasión, la imagen de esta fusión toma cuerpo —y en ocasiones de
manera bien diferente para ambos amantes— con una intensidad loca.
Más allá de su imagen, de su proyecto, la fusión precaria que
no atenta a la supervivencia del egoísmo individual puede, de
algún modo, entrar en la realidad. Pero da igual; de esa fusión
precaria y al mismo tiempo profunda, el sufrimiento — la amenaza de
una separación—, debe mantener casi siempre una plena conciencia".
(GEORGES BATAILLE — EL EROTISMO, pp. 14 y 15).
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