Ayer Cristina S. Barbarroja publicaba (*) una interesante entrevista a
Fernando Savater que, según mi criterio, “interpela”. O, por lo menos, me
interpela a mí y quizá al publicar mi breve reflexión a algunos cuantos más.
No he podido evitar identificarme (existencialmente) con este filósofo con
quien, aunque he disentido en algunas ocasiones, coincido en edad y querencias - incluidas aquellas por la
filosofía, la literatura, la política, la docencia...
Como él, también yo he hecho todo “desde la alegría” y coincido plenamente
en que la actitud filosófica consiste en plantear interrogantes más que en dar respuestas. Asimismo me reconozco en su
crítica al academicismo, en su capacidad de reírse
de sí y en su escepticismo (aunque yo defiendo un escepticismo
esperanzado).
“He chocado con muchas ideas recibidas porque siempre he defendido el sentido común, que es un concepto muy revolucionario y no tan común como podría creerse”. La filosofía es una forma de convivir con las preguntas, no de responderlas definitivamente. No creo que un simple mamífero de un pequeño planeta del extrarradio universal pueda entender alguna vez el Cosmos. La simple pretensión es risible”.
“He chocado con muchas ideas recibidas porque siempre he defendido el sentido común, que es un concepto muy revolucionario y no tan común como podría creerse”. La filosofía es una forma de convivir con las preguntas, no de responderlas definitivamente. No creo que un simple mamífero de un pequeño planeta del extrarradio universal pueda entender alguna vez el Cosmos. La simple pretensión es risible”.
También he sido “un
revolucionario sin ira” como él dice, en la medida en que nunca opté ni
justifiqué la violencia como vehículo político. Sin embargo no deseo llegar a
ser “un conservador sin vileza” como aspira el entrevistado. Sigo siendo
revolucionario (revolucionario del siglo XXI).
Destaco la cita
de Santayana que trae a colación: “la
religión es una poesía en la que se cree y la poesía, una religión en la que no
se cree”.
“Educar no es formar empleados, sino crear ciudadanos". Impecable.
Savater termina con esta sentencia
abrumadora:“no quiero morirme, pero ya no tengo ganas de vivir”.
¿Qué diría yo
ante semejante paradoja? - Que siento que no me importaría morir aunque tengo
ganas de vivir. Pero aclaro. Lo que quiero decir es que no
temo a la muerte porque, como diría Neruda, “confieso que he vivido”, pero
también amo la vida aunque quizá lo que ahora deseo es vivir pero “vivir de
otra manera”.
En fin… me he
sentido interpelado
*http://www.publico.es/culturas/fernando-savater-me-falta-alegria.html
*http://www.publico.es/culturas/fernando-savater-me-falta-alegria.html
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