La esperanza implica
desear, tender, hacia algo posible. Si uno considera imposible alguna
meta u objetivo jamás podrá alcanzarla. El creer que nuestras metas
pueden hacerse realidad son una componente fundamental de su
posibilidad. De ahí la importancia de desear lo posible o ver como
posible lo que se desea.
Aunque resulta frecuente convertir una mera fantasía en algo posible y de ese modo, la
frustración acaecerá de una manera segura. Es fundamental
plantearse metas posibles y a partir de ahí bregar por ellas. Este
es el camino de la esperanza. La búsqueda con esperanza ya es de por sí un logro,
un resultado. Plantearse metas imposibles nos aboca al fracaso y hacerlo continuamente nos lleva a la
frustración continua o, incluso, a la desolación.
De ahí la
importancia de realizar una crítica de nuestra propia filosofía
personal y a partir de ahí construir una filosofía de la esperanza
que nos oriente en la consecución de nuestras metas y nos permita
conseguir los resultados deseados. Esta es la senda de la felicidad.
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