El hombre es una ser natural no solo porque emerge, por evolución, de la naturaleza sino porque se realiza a través del trabajo –entendido como transformación de la naturaleza-. Marx parte de la crítica a la dialéctica hegeliana y tiene como base importante la crítica de la religión que hace Feuerbach y también la lectura de los socialistas utópicos. Considera que la historia debe ser explicada dialécticamente. A la dialéctica hegeliana hay que darle la vuelta: “poner a los pies lo que estaba a la cabeza, y viceversa, poner en la cabeza lo que estaba a los pies”. De este modo se mantiene la dialéctica, pero aplicada a la materia en lugar de a la Idea. Sustituye Idea por materia. De ahí que el materialismo dialéctico es, precisamente, la “aplicación de las leyes de la dialéctica a la materia”; a la evolución de la materia. De hecho va a asumir las tesis evolucionistas. El materialismo histórico, a su vez, explica dialécticamente la evolución de la historia.
En el materialismo Dios no tiene lugar. La idea de Dios es una creación humana, en la que el hombre proyecta sus ideales, refleja lo que no tiene o lo que quisiera tener y crea un Dios producto de la alienación del hombre respecto de sí mismo. El hombre se aliena (se hace otro), se convierte en algo ajeno. Proyectamos un Dios y esa proyección nos enajena aún más, dado que ya no somos nosotros y tampoco nos pertenece y además -para colmo- nos sojuzga.
No hay otra vida, solo tenemos esta. La religión fue considerada por Marx como el “opio de los pueblos”. Aunque hay que tomar nota de que Marx dirige su crítica, principalmente a la religión que él conoce en la Alemania de su época, en una versión del protestantismo marcadamente rígida y sofocante. Marx va a criticar a ese Dios del protestantismo porque la religión es utilizada como un arma por los poderosos, por aquellos que nos explotan y predican la resignación. “Bienaventurados los que sufren porque de ellos será el reino de los cielos”, “bienaventurados los pobres, los que tienen hambre y sed de justicia porque todos ellos verán a Dios”. Se trata de no luchar aquí, en esta vida, porque seremos premiados en la otra, en el cielo. En consecuencia, la rebelión ante la opresión es considerada un pecado contra lo establecido por Dios y en ese sentido la religión adormece porque quita la energía para la lucha. La religión era y es utilizada por los poderosos para dominar. Hasta la confesión se convierte en mecanismo de opresión.
Siendo muy importante la alienación religiosa, lo es más aún la alienación en el trabajo. El hombre es un ser natural. Pertenece a la naturaleza y ha surgido de la naturaleza. En esto consiste el humanismo marxista. Somos seres naturales porque hemos emergido, provenimos, de la naturaleza y por tanto formamos parte de ella. Y además, en cierto modo, también damos sentido a la naturaleza. Podemos comprender y conocer la naturaleza. En nosotros, en el ser humano, la naturaleza se conoce a sí misma. Aunque aquí puede surgir la primera alienación (casi irreversible) de que ese conocimiento –lejos de resultar un progreso- lo utilizamos contra la propia naturaleza. Somos en ese sentido un animal bastante incomprensible. La inteligencia es también algo natural y lo suyo es que propenda al progreso de la naturaleza. Somos un “animal cultural” (Carlos París). Sin embargo, cada vez más, actuamos en contra de la propia la naturaleza.
Precisamente hay que reconocerse como miembro de la naturaleza (conciencia ecológica), como un ser natural. Y debemos conservar esa conexión con la naturaleza porque de lo contrario nuestro ser queda perdido. Esto se fomenta precisamente haciendo tomar conciencia a la gente de que los seres humanos somos naturaleza. Somos una unidad biológica con un cerebro y una inteligencia. El hombre se realiza precisamente reconociendo su pertenencia a la naturaleza, pero no sólo teóricamente sino también en la praxis.
El hombre se realiza mediante el trabajo. El trabajo se podría definir como la relación dialéctica entre el hombre y la naturaleza y también como la relación creativa entre el hombre la naturaleza. La naturaleza nos proporciona los materiales y nosotros modificamos la naturaleza al transformarlos. Somos seres naturales, por eso en el trabajo – en todo tipo de trabajo, no solo el físico, también el intelectual- el dueño del trabajo es el trabajador, el productor. Porque yo soy quien ha modificado los materiales, el que ha creado la obra. Y esa obra constituye una síntesis dialéctica entre algo que yo he puesto y algo que me ha sido dado. La naturaleza me proporciona los materiales y yo pongo mi propia inspiración en mi proyecto y construyo esa obra. Y en la contemplación de la obra yo me identifico como el autor y de ese modo, mi ser proyectado en la obra vuelve a mí enriquecido. Digamos que crezco en función de mi creación mediante el trabajo libre.
Sin embargo ¿qué ocurriría si la obra me es arrebatada y no me pertenece? Si en lugar del producto de mi trabajo me devuelven dinero, permanezco alienado. Esto ocurre en la sociedad capitalista basada en la propiedad privada de los medios de producción. Para Marx el salario siempre será injusto porque lo que el obrero ha producido no es dinero sino la obra. Habría que ver cuál es la solución efectiva posible, pero la cuestión planteada desde el punto de vista estrictamente filosófico es tal como acabo de señalar. El trabajador no se reconoce en el mucho o poco dinero que le pagan. No se trata de ganar más, sino de que el producto le pertenezca al trabajador. Esta alienación de base del proletario estará siempre presente en nuestra sociedad hasta que no sea abolida la propiedad privada de los medios de producción. Las fábricas, las máquinas industriales, la tierra, el agua… no pueden estar en manos privadas porque eso hace que el producto no le pertenezca al trabajador sino al dueño de estos medios. La solución es la supresión de la propiedad privada de los medios de producción ¡ojo! no la propiedad de la vivienda, del coche, la nevera el cepillo de dientes…
Esto es lo que marca la diferencia entre la sociedad capitalista y la anhelada sociedad comunista. La sociedad comunista es una meta. Nunca ha existido. Es una utopía a la que debemos tender. La sociedad comunista se dará cuando triunfe la revolución socialista en todo el planeta, porque hasta ese momento siempre va existir el riesgo de una contra-revolución. Durante la transición del socialismo al comunismo estaremos en la etapa de la dictadura del proletariado, durante la cual, ciertas libertades quedarán restringidas.
Marx distingue entre la infraestructura (medios de producción y factores de producción) y la superestructura (filosofía, religión, ideología, el arte...). La infraestructura determina la superestructura, de ahí que el auténtico cambio debe producirse en la infraestructura. Nuestra manera de pensar, por ejemplo, emerge de una base económica. Según la economía vigente se pensará en función de ella.
(AGÚERO MACKERN, E. Filosofía para desaprender, Madrid, Estudio Ediciones, 2020).