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jueves, 6 de febrero de 2020

El trabajo: camino de realización o de frustración.



El trabajo se ha convertido cada vez más en una fuente de frustración cuando debería ser un factor de realización personal, de liberación. Una de las causas de esta situación viene dada por el hecho de que el trabajo que realizamos se ha convertido en trabajo alienado, que es la base de todas las frustraciones. Pero hay que definir el término "trabajo alienado".

A lo que podemos aspirar es a sentirnos suficientemente realizados con nuestro trabajo, bien porque nos sentimos identificados con él, bien porque nos proporciona los medios económicos suficientes para sufragar aspectos importantes de nuestra vida.

Pero el primer paso es tener trabajo. En la actual sociedad del bienestar estar en paro es uno de los males más temido por todos. El desempleo genera frustración, pérdida de la autoestima y merma en el respeto de los demás hacia nosotros. Esta situación genera conflictos familiares que pueden terminar con una ruptura de la convivencia. Las consecuencias para el propio equilibrio emocional y personal son evidentes. Todo esto agrava las dificultades económicas y puede sumir a algunos en situaciones próximas a la indigencia.

Entre los que tienen la suerte de tener trabajo, básicamente pueden darse dos casos: trabajar en lo que nos gusta y sentirnos realizados o trabajar en algo completamente ajeno a nuestros deseos, a nuestra "vocación". Me refiero al trabajo considerado como fin en sí mismo - como parte de nuestra vida cotidiana- o al trabajo como algo ajeno.

No siempre podemos trabajar en aquello que nos gusta. El tipo de trabajo y el lugar en el que lo realizamos depende de factores distintos a la propia situación laboral: elegir vivir en el campo o en la ciudad, vivir en el país en el que nacimos o en el extranjero, los condicionantes de nuestra familia de procedencia, nuestra formación, poder compaginar la actividad laboral con la vida familiar, etc.

Si el trabajo o su falta es fuente de frustración ¿es posible cambiar esta situación? ¿Qué nos puede enseñar la filosofía al respecto?

Para Marx la noción de trabajo va más allá de su dimensión puramente económica y se convierte en una categoría antropológica: Marx caracteriza al hombre como un ser dotado de un principio que determina su impulso para la creación, para la transformación de la realidad. El hombre no es un ser pasivo sino activo, y el trabajo o la actividad personal es la expresión de sus capacidades físicas y mentales, el lugar en donde el hombre se desarrolla y perfecciona. De ahí que el trabajo no sea un mero medio para la producción de mercancías sino un fin en sí mismo y que pueda ser buscado por sí mismo y gozado. Dada esta comprensión de la naturaleza humana como la de un ser que sólo puede encontrar su perfección en el trabajo, no es extraño que una cuestión central de la filosofía de Marx sea la transformación del trabajo sin sentido, enajenado, del trabajo como un mero medio, en un trabajo enriquecedor, en un trabajo libre.

"Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida.” (Marx, La ideología alemana).

“El trabajo es, en primer término, un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en que este realiza, regula y controla mediante su propia acción su intercambio de materias con la naturaleza. En este proceso, el hombre se enfrenta como un poder natural con la materia de la naturaleza. Pone en acción las fuerzas naturales que forman su corporeidad, los brazos y las piernas, la cabeza y la mano, para asimilar, bajo una forma útil para su propia vida, las materias que la naturaleza le brinda. Y a la par, de ese modo, actúa sobra la naturaleza exterior a él y la transforma, transformando a su vez su propia naturaleza al desarrollar las potencias que dormitan en él y sometiendo el juego de sus fuerzas a su propia disciplina." (Marx, El Capital).

En nuestra civilización se ha considerado muchas veces al trabajo como una actividad dolorosa, penosa. Esto está asociado con el relato bíblico del  Génesis sobre el castigo que Dios impuso al hombre para ganarse el pan de cada día con el sudor de su frente. Sin embargo, el trabajo es una cualidad inherente al hombre que le permite mantener su vitalidad, proporcionándole satisfacciones y realizaciones materiales y espirituales, por tanto, debe realizarse en las mejores condiciones posibles.

El trabajo es fundamental para la realización del ser humano. El hombre dejó de ser un simple primate gracias al trabajo. De ahí que cuando consideramos que el trabajo es una carga, un mal necesario o simplemente un medio para alcanzar un fin (dinero, comodidad, prestigio…) estamos equivocados. El trabajo es un fin en sí mismo y por tanto debe dejar de ser un mal necesario para convertirse en una de las razones de nuestra existencia. No debemos descuidar la regla principal: el hombre solo se realiza mediante el trabajo. No hay otro camino. Y si ese camino es equivocado nunca seremos felices; este es el motivo por el que debemos estar muy atentos a esta condición esencial del ser humano.

Una de las consecuencias más graves de la actual crisis económica es el miedo que se instala en la conciencia del trabajador y esto lo aprovecha el empresario para explotarlos más, ya que siempre habrá alguien que quiera ocupar nuestro puesto de trabajo y por menos salario aún. Una grave consecuencia de la crisis es nuestra pérdida de libertad que nos hace actuar en el mundo laboral con una actitud de voluntaria sumisión. Renunciamos a luchar por nuestros derechos porque los miedos nos atenazan.

Vivimos en la sociedad del miedo. Miedo a la crisis económica, miedo al paro, miedo a la enfermedad, miedo a la soledad, miedo a la recesión económica, etc. Pero podemos conjurar estos elementos adversos si comenzamos a plantear nuevos objetivos o cambiar el estilo de vida. Debemos reinventarnos. Cambiar de filosofía. Hay que trabajar menos para vivir más y entender el dinero como un medio y no como un fin. Es necesario un regreso a la austeridad que nos permitiera recuperar la sensación de libertad. De ahí la importancia de un consumo responsable dentro de una economía sostenible.

El trabajo consiste en la transformación creadora de lo natural por parte del hombre, en la cual nuestro propio ser se desarrolla y despliega. Tenemos todo lo necesario para ser hombres, pero es nuestra tarea "desplegarlo", concretar nuestra vocación, esto es, ese llamado existencial o genérico a ser plenamente hombres.

Textos sugeridos: 
17. CAMPANELLA: Ventajas del trabajo obligatorio.
«Entre los habitantes de la Ciudad del Sol no hay la fea costumbre de tener siervos, pues se bastan y sobran a sí mismos. Por desgracia, no ocurre lo mismo entre nosotros.  Nápoles tiene setenta mil habitantes, de los cuales trabajan solamente unos diez o quince mil, y éstos se debilitan y agotan tan rápidamente a consecuencia del continuo y permanente esfuerzo. Los restantes se corrompen en la ociosidad, la avaricia, las enfermedades corporales, la lascivia, la usura, etc., y contaminan y pervierten a muchas gentes, manteniéndolas a su servicio en medio de la pobreza y de la adulación y comunicándoles sus propios vicios. Por eso resultan deficientes las funciones públicas y los servicios útiles. Los campos, el servicio militar y las artes están sumamente descuidados y sólo se cultivan a costa del enorme sacrificio de unos pocos. En cambio, como en la Ciudad del Sol las funciones y servicios se distribuyen a todos por igual, ninguno tiene que trabajar más de cuatro horas al día, pudiendo dedicar el resto del tiempo al estudio grato, a la discusión, a la lectura, a la narración, a la escritura, al paseo y a alegres ejercicios mentales y físicos. Allí no se permiten los juegos que, como los dados y otros semejantes, han de realizarse estando sentado. Juegan a la pelota, a los bolos, a la rueda, a la carrera, al arco, al lanzamiento de flechas, al arcabuz, etc. Opinan que la pobreza extrema convierte a los hombres en viles, astutos, engañosos, ladrones, intrigantes, vagabundos, embusteros, testigos falsos, etc., y que la riqueza los hace insolentes, soberbios, ignorantes, traidores, petulantes, falsificadores, jactanciosos, egoístas, provocadores, etc. Por el contrario, la comunidad hace a todos los hombres ricos y pobres porque nada poseen y al mismo tiempo las cosas les obedecen a ellos. Y en esto alaban profundamente a los religiosos cristianos, especialmente la vida de los Apóstoles.» (Campanella, La Ciudad del Sol, cit., pp. 166-167).
18. MARX, El trabajo enajenado.

« (XXII) Hemos partido de los presupuestos de la Economía Política. Hemos aceptado su terminología y sus leyes. Damos por supuestas la propiedad privada, la separación del trabajo, capital y tierra, y la de salario, beneficio del capital y renta de la tierra; admitamos la división del trabajo, la competencia, el concepto de valor de cambio, etc. Con la misma Economía Política, con sus mismas palabras, hemos demostrado que el trabajador queda rebajado a mercancía, a la más miserable de todas las mercancías; que la miseria del obrero está en razón inversa de la potencia y magnitud de su producción; que el resultado necesario de la competencia es la acumulación del capital en pocas manos, es decir, la más terrible reconstitución de los monopolios; que, por último; desaparece la diferencia entre capitalistas y terratenientes, entre campesino y obrero fabril, y la sociedad toda ha de quedar dividida en las dos clases de propietarios y obreros desposeídos. (…) El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su producción en potencia y en volumen. El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce. La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en general. Este hecho, por lo demás, no expresa sino esto: el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa; el producto es la objetivación del trabajo (…) La apropiación del objeto aparece en tal medida como extrañamiento, que cuantos más objetos produce el trabajador, tantos menos alcanza a poseer y tanto mas sujeto queda a la dominación de su producto, es decir, del capital.
 (XXIII) Consideraremos ahora mas de cerca la objetivación, la producción del trabajador, y en ella el extrañamiento, la pérdida del objeto, de su producto. El trabajador no puede crear nada sin la naturaleza, sin el mundo exterior sensible. Esta es la materia en que su trabajo se realiza, en la que obra, en la que y con la que produce (...) ¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo (…) De esto resulta que el hombre (el trabajador) sólo se siente libre en sus funciones animales, en el comer, beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la habitación y al atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal. Lo animal se convierte en lo humano y lo humano en lo animal (…) Por esto el trabajo enajenado, al arrancar al hombre el objeto de su producción, le arranca su vida genérica, su real objetividad genérica y transforma su ventaja respecto del animal en desventaja, pues se ve privado de su cuerpo inorgánico, de la naturaleza. Del mismo modo, al degradar la actividad propia, la actividad libre, a la condición de medio, hace el trabajo enajenado de la vida genérica del hombre en medio para su existencia física. Mediante la enajenación, la conciencia del hombre que el hombre tiene de su género se transforma, pues, de tal manera que la vida genérica se convierte para él en simple medio. » (Marx, 1980, pp. 85 ss.)



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