El
trabajo se ha convertido cada vez más en una fuente de frustración cuando
debería ser un factor de realización personal, de liberación. Una de las
causas de esta situación viene dada por el hecho de que el trabajo que
realizamos se ha convertido en trabajo alienado, que es la base de todas
las frustraciones. Pero hay que definir el término "trabajo
alienado".
A
lo que podemos aspirar es a sentirnos suficientemente realizados con nuestro
trabajo, bien porque nos sentimos identificados con él, bien porque nos
proporciona los medios económicos suficientes para sufragar aspectos
importantes de nuestra vida.
Pero
el primer paso es tener trabajo. En la actual sociedad del bienestar estar en
paro es uno de los males más temido por todos. El desempleo genera
frustración, pérdida de la autoestima y merma en el respeto de los demás hacia
nosotros. Esta situación genera conflictos familiares que pueden terminar
con una ruptura de la convivencia. Las consecuencias para el propio equilibrio
emocional y personal son evidentes. Todo esto agrava las dificultades
económicas y puede sumir a algunos en situaciones próximas a la indigencia.
Entre
los que tienen la suerte de tener trabajo, básicamente pueden darse dos casos:
trabajar en lo que nos gusta y sentirnos realizados o trabajar en algo
completamente ajeno a nuestros deseos, a nuestra "vocación". Me
refiero al trabajo considerado como fin en sí mismo - como parte de
nuestra vida cotidiana- o al trabajo como algo ajeno.
No
siempre podemos trabajar en aquello que nos gusta. El tipo de trabajo y el
lugar en el que lo realizamos depende de factores distintos a la propia
situación laboral: elegir vivir en el campo o en la ciudad, vivir en el país
en el que nacimos o en el extranjero, los condicionantes de nuestra familia
de procedencia, nuestra formación, poder compaginar la actividad laboral con
la vida familiar, etc.
Si
el trabajo o su falta es fuente de frustración ¿es posible cambiar esta
situación? ¿Qué nos puede enseñar la filosofía al respecto?
Para Marx la noción de
trabajo va más allá de su dimensión puramente económica y se convierte en una
categoría antropológica:
Marx caracteriza al hombre como un ser dotado de un principio que determina su
impulso para la creación, para la transformación de la realidad. El hombre no
es un ser pasivo sino activo, y el trabajo o la actividad personal es la
expresión de sus capacidades físicas y mentales, el lugar en donde el hombre
se desarrolla y perfecciona. De ahí que el trabajo no sea un mero medio
para la producción de mercancías sino un fin en sí mismo y que pueda ser
buscado por sí mismo y gozado. Dada esta comprensión de la naturaleza humana
como la de un ser que sólo puede encontrar su perfección en el trabajo, no es
extraño que una cuestión central
de la filosofía de Marx sea la
transformación del trabajo sin sentido, enajenado, del trabajo como un mero
medio, en un trabajo enriquecedor, en un trabajo libre.
"Podemos distinguir al hombre de los animales por
la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se
diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus
medios de vida.” (Marx, La ideología
alemana).
“El trabajo es, en primer término, un proceso entre la
naturaleza y el hombre, proceso en que este realiza, regula y controla mediante
su propia acción su intercambio de materias con la naturaleza. En este proceso,
el hombre se enfrenta como un poder natural con la materia de la naturaleza.
Pone en acción las fuerzas naturales que forman su corporeidad, los brazos y
las piernas, la cabeza y la mano, para asimilar, bajo una forma útil para su
propia vida, las materias que la naturaleza le brinda. Y a la par, de ese modo,
actúa sobra la naturaleza exterior a él y la transforma, transformando a su vez
su propia naturaleza al desarrollar las potencias que dormitan en él y
sometiendo el juego de sus fuerzas a su propia disciplina." (Marx, El Capital).
En nuestra civilización se ha considerado muchas veces
al trabajo como una actividad dolorosa, penosa. Esto está asociado con
el relato bíblico del Génesis sobre el
castigo que Dios impuso al hombre para ganarse el pan de cada día con el sudor
de su frente. Sin embargo, el trabajo es una cualidad inherente al hombre que
le permite mantener su vitalidad, proporcionándole satisfacciones y
realizaciones materiales y espirituales, por tanto, debe realizarse en las
mejores condiciones posibles.
El trabajo
es fundamental para la realización del ser humano. El hombre dejó de ser un
simple primate gracias al trabajo. De ahí que cuando consideramos que el
trabajo es una carga, un mal necesario o simplemente un medio para alcanzar un
fin (dinero, comodidad, prestigio…) estamos equivocados. El trabajo es un fin
en sí mismo y por tanto debe dejar de ser un mal necesario para convertirse
en una de las razones de nuestra existencia. No debemos descuidar la regla
principal: el hombre solo se realiza mediante el trabajo. No hay otro
camino. Y si ese camino es equivocado nunca seremos felices; este es el
motivo por el que debemos estar muy atentos a esta condición esencial del ser
humano.
Una
de las consecuencias más graves de la actual crisis económica es el miedo
que se instala en la conciencia del trabajador y esto lo aprovecha el
empresario para explotarlos más, ya que siempre habrá alguien que quiera ocupar
nuestro puesto de trabajo y por menos salario aún. Una grave consecuencia de la
crisis es nuestra pérdida de libertad que nos hace actuar en el mundo laboral
con una actitud de voluntaria sumisión. Renunciamos a luchar por
nuestros derechos porque los miedos nos atenazan.
Vivimos
en la sociedad del miedo. Miedo a la crisis económica, miedo al paro, miedo a
la enfermedad, miedo a la soledad, miedo a la recesión económica, etc. Pero
podemos conjurar estos elementos adversos si comenzamos a plantear nuevos
objetivos o cambiar el estilo de vida. Debemos reinventarnos. Cambiar de
filosofía. Hay que trabajar menos para vivir más y entender el dinero
como un medio y no como un fin. Es necesario un regreso a la austeridad que nos
permitiera recuperar la sensación de libertad. De ahí la importancia de un consumo
responsable dentro de una economía sostenible.
El
trabajo consiste en la transformación creadora de lo natural por parte del
hombre, en la cual nuestro propio ser se desarrolla y despliega. Tenemos todo lo
necesario para ser hombres, pero es nuestra tarea "desplegarlo",
concretar nuestra vocación, esto es, ese llamado existencial o genérico a ser
plenamente hombres.
Textos
sugeridos:
17.
CAMPANELLA: Ventajas del trabajo obligatorio.
«Entre los habitantes de la Ciudad del Sol no hay la fea costumbre de
tener siervos, pues se bastan y sobran a sí mismos. Por desgracia, no ocurre lo
mismo entre nosotros. Nápoles tiene
setenta mil habitantes, de los cuales trabajan solamente unos diez o quince
mil, y éstos se debilitan y agotan tan rápidamente a consecuencia del continuo
y permanente esfuerzo. Los restantes se corrompen en la ociosidad, la avaricia,
las enfermedades corporales, la lascivia, la usura, etc., y contaminan y
pervierten a muchas gentes, manteniéndolas a su servicio en medio de la pobreza
y de la adulación y comunicándoles sus propios vicios. Por eso resultan
deficientes las funciones públicas y los servicios útiles. Los campos, el
servicio militar y las artes están sumamente descuidados y sólo se cultivan a
costa del enorme sacrificio de unos pocos. En cambio, como en la Ciudad del Sol
las funciones y servicios se distribuyen a todos por igual, ninguno tiene que
trabajar más de cuatro horas al día, pudiendo dedicar el resto del tiempo al
estudio grato, a la discusión, a la lectura, a la narración, a la escritura, al
paseo y a alegres ejercicios mentales y físicos. Allí no se permiten los juegos
que, como los dados y otros semejantes, han de realizarse estando sentado.
Juegan a la pelota, a los bolos, a la rueda, a la carrera, al arco, al
lanzamiento de flechas, al arcabuz, etc. Opinan que la pobreza extrema
convierte a los hombres en viles, astutos, engañosos, ladrones, intrigantes,
vagabundos, embusteros, testigos falsos, etc., y que la riqueza los hace
insolentes, soberbios, ignorantes, traidores, petulantes, falsificadores,
jactanciosos, egoístas, provocadores, etc. Por el contrario, la comunidad hace
a todos los hombres ricos y pobres porque nada poseen y al mismo tiempo las cosas
les obedecen a ellos. Y en esto alaban profundamente a los religiosos
cristianos, especialmente la vida de los Apóstoles.» (Campanella, La Ciudad del
Sol, cit., pp. 166-167).
18. MARX, El
trabajo enajenado.
« (XXII) Hemos partido de los presupuestos de la
Economía Política. Hemos aceptado su terminología y sus leyes. Damos por
supuestas la propiedad privada, la separación del trabajo, capital y tierra, y
la de salario, beneficio del capital y renta de la tierra; admitamos la
división del trabajo, la competencia, el concepto de valor de cambio, etc. Con
la misma Economía Política, con sus mismas palabras, hemos demostrado que el
trabajador queda rebajado a mercancía, a la más miserable de todas las
mercancías; que la miseria del obrero está en razón inversa de la potencia y
magnitud de su producción; que el resultado necesario de la competencia es la
acumulación del capital en pocas manos, es decir, la más terrible
reconstitución de los monopolios; que, por último; desaparece la diferencia
entre capitalistas y terratenientes, entre campesino y obrero fabril, y la
sociedad toda ha de quedar dividida en las dos clases de propietarios y obreros desposeídos.
(…) El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su
producción en potencia y en volumen. El trabajador se convierte en una
mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce. La desvalorización
del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las
cosas. El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y
al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que
produce mercancías en general. Este hecho, por lo demás, no expresa sino esto:
el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser
extraño, como un poder independiente del productor. El
producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha
hecho cosa; el producto es la objetivación del trabajo (…) La apropiación del
objeto aparece en tal medida como extrañamiento, que cuantos más objetos
produce el trabajador, tantos menos alcanza a poseer y tanto mas sujeto queda a
la dominación de su producto, es decir, del capital.
(XXIII) Consideraremos
ahora mas de cerca la objetivación, la producción del trabajador, y
en ella el extrañamiento, la pérdida del objeto,
de su producto. El trabajador no puede crear nada sin la naturaleza,
sin el mundo exterior sensible. Esta es la materia en que su
trabajo se realiza, en la que obra, en la que y con la que produce (...) ¿En
qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el
trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su
ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se
siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y
espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el
trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí.
Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su
trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por
eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para
satisfacer las necesidades fuera del trabajo (…) De esto resulta que el hombre
(el trabajador) sólo se siente libre en sus funciones animales, en el comer,
beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la habitación y al
atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal. Lo animal
se convierte en lo humano y lo humano en lo animal (…) Por esto el trabajo
enajenado, al arrancar al hombre el objeto de su producción, le arranca
su vida genérica, su real objetividad genérica y transforma su
ventaja respecto del animal en desventaja, pues se ve privado de su cuerpo
inorgánico, de la naturaleza. Del mismo modo, al degradar la actividad propia,
la actividad libre, a la condición de medio, hace el trabajo enajenado de la
vida genérica del hombre en medio para su existencia física. Mediante la
enajenación, la conciencia del hombre que el hombre tiene de su género se
transforma, pues, de tal manera que la vida genérica se convierte para él en
simple medio. »
(Marx, 1980, pp. 85 ss.)
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