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domingo, 19 de agosto de 2012

En los albores del siglo XX


Un grupo de jóvenes deseosos de liberación, con voluntad de universalidad, anhelantes de una superior vida intelectual se han reunido en Florencia bajo el simbólico nombre augural de Leonardo para intensificar la propia existencia, elevar el pensamiento, y exaltar el arte.
En la VIDA son paganos e individualistas -amantes de la belleza y de la inteligencia, adoradores de la naturaleza profunda y de la vida plena, enemigos de cualquier forma de gregarismo nazareno y de servilismo plebeyo.
En el PENSAMIENTO son personalistas e idealistas, esto es, superiores a todo sistema y a todo límite, convencidos que toda filosofía no es más que un personal modo de vida -negadores de toda otra existencia fuera del pensamiento.
En el ARTE aman la transfiguración ideal de la vida y combaten la formas inferiores, aspiran a la belleza como sugestiva figuración y revelación de una vida profunda y serena.
Entre las expresiones de su fuerza, de sus entusiasmos y de sus desdeños aparecerá una revista titulada ‘LEONARDO’. (Leonardo, Florencia, 1903, nº1, p.1).
Bajo la advocación de Leonardo da Vinci se fundó en Florencia, a principios de siglo, una revista titulada ‘Leonardo’ órgano de expresión de un grupo de jóvenes intelectuales que sería germen de los más representativos movimientos filosóficos y culturales italianos del presente siglo.
La elección del nombre de la revista augura sus pretensiones: la figura de Leonardo representa la síntesis de la máxima manifestación del espíritu humano, tanto en el arte como en la ciencia y la técnica. Simboliza la cima de la inteligencia omnicomprensiva y la más acabada expresión del humanismo renacentista.
Que la fundación de este grupo tuviera lugar en la ciudad de Florencia no debe tomarse como un hecho casual. Florencia como simbiosis fecunda de arte y naturaleza, es testimonio vivo de la meta que puede alcanzar el espíritu. Y la ocre luminosidad de Toscana que la cubre, resaltando colores y contrastes sin herir, sin estridencias, refleja armónicamente la serenidad de la vida que los leonardianos buscaban en el arte entendido como sugestiva manifestación de la belleza.
En este marco se plasmó un grupo de intelectuales -pensadores, filósofos y escritores- de diversas tendencias pero todos deseosos de desarrollar una vida intelectual que supusiera la superación de la mediocridad y el estancamiento en el que se encontraba la inteligencia a principios de siglo por influencia del positivismo, expresión del capitalismo masificador y empobrecedor de las conciencias.
De ahí su vocación de oponerse a todo tipo de gregarismo (‘pecorismo’) y servilismo para con el sistema representado, según ellos por un determinado tipo de socialismo - "el egoísmo de los débiles que se amontonan entre ellos para ser fuertes". Según Papini, esta ideología presenta una pobre propuesta intelectual y, en algunos casos, recupera las formas más trilladas y vulgares del positivismo.
Los leonardianos se consideran individualistas, en tanto el individuo, el yo, es el lugar de fundación del saber y el conocimiento. También son idealistas. Entendido esto en un doble sentido. En una primera acepción, de uso más corriente, en tanto buscan fundamentalmente el desarrollo del espíritu en pos de metas que trascienden la mera subsistencia material. En una segunda acepción, en tanto consideran que no hay más realidad que la que se funda en el individuo. Pero entendiendo a éste como vida. El mundo, la realidad, es lo constituido por la conciencia. No hay ninguna existencia fuera del pensamiento.
Rechazan una religiosidad sobrenatural y por supuesto, confesional, asumiendo el paganismo como la forma más natural de religiosidad acorde con nuestra tradición. El paganismo ofrece al hombre un horizonte de plena actualización de sus potencialidades -tan bien representadas por Leonardo, como individuo y por Florencia como sublimado contexto: ¿al fin y al cabo, qué otra divinidad puede concebirse más allá del hombre mismo? Pero no el hombre como género ni como sociedad, sino el individuo: cada uno de nosotros es, en cierto modo, divino: un dios -aunque un dios caído; pero que puede levantarse, encaminándose hacia el futuro del triunfo del espíritu -la inteligencia y los sentimientos.
Este grupo de jóvenes intelectuales, que protagonizaron ásperos combates en una dura guerra contra la filosofía académica a la que acusaban de ‘gélido intelectualismo’ y ‘erudición muerta y vacía’, aglutinaba a personas que sustentaban posturas teóricas y prácticas de signos muy diversos, en un fecundo eclecticismo creativo.
Giovanni Papini fue (junto con Prezzolini) el fundador de la revista Leonardo con el propósito de ocuparse de la crisis marcada por los graves problemas de la estética, la historia y la filosofía. Afirmaba que la filosofía debía transformarse en una ‘teoría de la acción’.
El director de la revista fue Giuseppe Prezzolini, que se manifiesta como defensor del arte y el pensamiento, ‘abocado a la conquista de la humanidad en sí mismo, de la vida moral, del deber del esfuerzo y a la total disolución de Dios en el hombre’, apuesta por la regeneración del panorama cultural, filosófico y literario italianos de principios de siglo.
Giovanni Vailati, que cuando aún era un estudiante de dieciséis años lo llamaban sus compañeros ‘el filósofo’, representa el pragmatismo y un cierto neopositivismo y políticamente se alinea con sectores francamente progresistas.
Mario Calderoni, pragmatista, discípulo y amigo de Vailati, comparte con éste sus orientación filosófica y política, adoptando una actitud favorable a la ciencia y desarrollando importantes cuestiones de la filosofía de la ciencia.
Benedetto Croce, afectado en su juventud de una corta ‘crisis’ marxista que llegó, incluso, a ser llamado ‘camarada Croce’ por el líder sindicalista francés Georges Sorel y luego sería un duro crítico del marxismo, representa al liberalismo. Crítico asimismo del fascismo ‘una mezcla incoherente y ridícula de autoritarismo y demagogia’ representa al historicismo idealista de neta y decisiva influencia en la filosofía italiana del presente siglo.
Italia es uno de los países de Europa de más fecundo desarrollo de la filosofía en el siglo XX, sin embargo a pesar de la aparente cercanía con España es la gran desconocida en nuestro país, tan falto en la hora actual de una reflexión análoga a la que realizaron los leonardianos en defensa de un pensamiento que radique en la existencia de un hombre libre, que huya de la mediocridad de una ideología imperante que aliena las conciencias. Debemos apostar claramente por la filosofía y la cultura clásica como modo de no perder nuestros signos de identidad en la construcción de la nueva europa unida.

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