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sábado, 23 de octubre de 2021

Platón: la alegoría de la caverna

 

Organiza: COMUNIDAD FILOSÓFICA (Tres Cantos, Madrid).

Sesión del 21 de octubre con participantes de Argentina, Paraguay, Brasil, Venezuela, México y España.

viernes, 15 de octubre de 2021

Eros, filósofo


 Última sesión del Seminario "La Filosofía como Escuela de Vida" (Edición América Latina)

sábado, 18 de septiembre de 2021

Parménides de Elea


 Segunda sesión del seminario "La Filosofía como Escuela de Vida" (edición América Latina).

viernes, 10 de septiembre de 2021

viernes, 28 de mayo de 2021

domingo, 25 de abril de 2021

Filosofía comprensible para todos


Sesión del 22 de abril del Seminario para América Latina"La Filosofía como Escuela de Vida". 
(Participa Argentina, Paraguay, Brasil, México y España).

sábado, 17 de abril de 2021

viernes, 9 de abril de 2021

El sentido del dolor (coloquio, debate)


Interesantes intervenciones de los participantes en el Seminario de Filosofía para América Latina (Argentina, Paraguay, Brasil, México y España). Sesión del 8 de abril, 2021.

Comentarios de algunos textos de Schopenhauer y de Freud.

lunes, 5 de abril de 2021

EL LENGUAJE UNIVERSAL DE LA CIENCIA (*)

La obra de Giuseppe Peano  y de su escuela ocupa un lugar destacado en la historia contemporánea de la ciencia sobre todo por la gran influencia que ejerció tanto en Italia como en Europa y en el concierto científico internacional. A pesar de la cautela de Peano respecto de las implicaciones filosóficas de su obra lógica, hay que destacar un momento clave en la difusión de su obra: el Congreso Internacional de Filosofía celebrado en París en 1900. Precisamente fue en un congreso de filosofía donde su obra y la de los discípulos de su escuela comenzaron a adquirir fama fuera de los confines de Italia y sus trabajos adquirieron renombre y se dieron a conocer universalmente. Dicho congreso estuvo articulado en cuatro sesiones: 1) Metafísica y Filosofía general. 2) Moral. 3) Lógica e Historia de la ciencia. 4) Historia de la Filosofía. En él participaron los más prestigiosos pensadores de la época, entre los que podemos destacar a H. Bergson, G. Cantor, L. Couturat, R. G. Frege, F. H. Poincaré, B. Russell, E. Schröder, G. Peano, G. Vailati.
El congreso fue inaugurado con una conferencia de E. Boutroux en la que realizó una reflexión acerca de la crisis en la que se encontraban las disciplinas filosóficas a causa del cada vez mayor protagonismo que iban adquiriendo las diversas ciencias particulares surgidas de nuevas especializaciones que diseñaban nuevos campos epistemológicos. En este sentido, la inclusión en el Congreso de la tercera sección (Lógica e Historia de la Ciencia) tuvo la importancia programática de proponer la reconstrucción de la perdida unidad de la filosofía partiendo del nuevo panorama epistemológico. “Solidaria con las ciencias, la filosofía participa, en una cierta medida, en las directrices de su desarrollo, que es el progreso a través de la división del trabajo y la convergencia de los esfuerzos, esto es, a través de la organización de la investigación”  “Ciertamente esta empresa debe resultar más difícil, quizás  irrealizable en el siglo veinte, pero los pensadores deben dedicar todos sus esfuerzos a la realización de tal proyecto. Aristóteles, Leibniz, y el mismo Hegel han podido comprender toda la ciencia de su tiempo. Pero la ciencia actual, la ciencia del porvenir, sobrepasa inexorablemente la capacidad de la inteligencia humana”. 
André Lalande, que fue uno de los impulsores de los Congresos Internacionales de Filosofía - como éste de 1900- estaba empeñado en potenciar el trabajo cooperativo entre los filósofos. En un artículo de 1898  y en una comunicación al Congreso Internacional de Filosofía de 1900 titulada: Sur la critique et la fixation du langage philosophique presenta un proyecto de unificación del lenguaje filosófico y propone la confección de un Vocabulario técnico y crítico de la filosofía, y el método a seguir para su elaboración.
Dentro de este espíritu globalizador y optimista que se vivía en aquellos congresos, se decidió abordar y resolver de un modo práctico el problema de una lengua universal y la primera consecuencia fue la creación de una Délegation pour l'adoption d'une langue auxiliaire international. En esta perspectiva se inscribe la realización del Vocabulaire technique et critique de la philosophie (1902-1923) que ocupó la actividad de Lalande durante más de veinte años. 
El propio Couturat como principal promotor de la formación de una mathesis universalis y absolutamente comprometido con el proyecto de la lengua universal, colaboró con Lalande en los primeros años del Vocabulaire (sobre todo en relación a la terminología correspondiente a la nueva lógica). […] El Vocabulaire se publicó periódicamente en el Bulletin de la Société française de philosophie (dirigido por Xavier Léon y el propio André Lalande) en la forma de fascículos, entre julio de 1902 (primer fascículo de la letra A) y febrero de 1922 (letra Z). 
[…] el Vocabulaire technique et critique de la philosophie fue traducida al español y publicada en 1953, lo que facilitó su gran difusión, además de España, en los países de América Latina. Durante el siglo XX han aparecido veinte ediciones en francés de esta obra de obligada consulta […] 
Nadie duda de la aportación de Peano en el sentido de dotar a las ciencias formales de eficaces medios simbólicos apropiados para una efectiva clarificación conceptual. […] Respecto de la lógica sus trabajos se encaminan en una línea instrumental orientada a analizar los conceptos matemáticos y en conseguir unos procedimientos adecuados para la formulación ordenada de las proposiciones matemáticas en un lenguaje riguroso. […] Frege y Russell formulan la tesis logicista de la reductibilidad de la matemática a la lógica. 
[…] Para los idealistas, sobre todo Croce, la lógica simbólica carece de la sólida justificación filosófica que caracteriza a la lógica tradicional y cae en el craso error de pretender asir las leyes del pensamiento al creer que puede reducirlo a términos, conceptos y proposiciones. 
Peano identifica en el lenguaje el instrumento privilegiado del encuentro intersectorial de las diversas disciplinas y al mismo tiempo, el ámbito apropiado para despejar clásicos problemas filosóficos desde siempre considerados aparentemente irresolubles, entre otros, la problemática del infinito, el de las clases totales o el de las proposiciones existenciales.
Su característica, en comparación con las definiciones de la lógica tradicional, consiste en el hecho de que mientras estas se presentan como explicaciones del significado de ‘una palabra’ o de un signo aislado, las definiciones implícitas (o condicionales) no se ocupan sino del significado de las diversas proposiciones o fórmulas en las cuales aparece la palabra o el signo en cuestión
Peano fundamenta sus investigaciones en un conocimiento amplio de la historia de las matemáticas en particular y de la ciencias en general. Esto le permite no caer en ningún tipo de dogmatismo epistemológico ya que él sabe muy bien, y eso sostuvo siempre, que el valor fundamental de una teoría es precisamente el de ser explicativa de los objetos o de los hechos de que se trate, que éstas tienen un valor instrumental y sobre todo, que ninguna teoría determinada puede ser impuesta por encima de otras teorías igualmente válidas. […] también están presente en el ánimo del autor las circunstancias, nada desdeñables, de la libertad de investigación y de la eficacia didáctica. Sin embargo, Peano siempre llamó la atención sobre una cuestión de procedimiento: una vez que se sigue el método que emana de una determinada teoría válida, debe seguirse de una manera coherente, sin recurrir a instrumentos dependientes de otras teorías.
Las investigaciones peaneanas modifican la metodología de la ciencia. Peano abre las puertas a una investigación filosófica de la ciencia que va más allá de una simple compresión genérica y lejana de la misma. La importancia que da a los datos históricos en la evolución de la ciencia, considerados no como meros elementos introductorios y contextuales, sino como formando parte de la ciencia misma, lo colocan en una postura bien alejada del cientificismo imperante en su época.
La preocupación pedagógica de Peano por los procedimientos didácticos no es algo tangencial en su pensamiento. Él es consciente que unos de los ejes fundamentales de desarrollo de la ciencia es su enseñanza en los claustros universitarios. Enseñanza que, por otra parte, debe ir siempre acompañada de la investigación. Para la correcta aplicación del método histórico en las instituciones educativas deben existir los fondos bibliográfico pertinentes, esto es, las fuentes. Y además debe ser posible poder consultarlas en sus lenguas originales. De ahí la importancia que le da Peano a la enseñanza de las dos lenguas clásicas fundamentales: el latín y el griego. Si reflexionamos sobre todo esto no podemos menos que sentir preocupación por el enorme retroceso - cuando no desaparición- que los estudios clásicos (lengua y filosofía) han experimentado en las escuelas y universidades españolas. Y esta cuestión no es sólo un perjuicio cultural sino algo que atenta profunda y directamente contra el corazón del método científico y la ciencia misma. […]. La cuestión didáctica muchas veces es tratada peyorativamente cuando forma parte capital del proceso histórico de la evolución del saber científico. 
Frege hace su aparición en el debate en 1895, situándose en el polo opuesto del psicologismo de Husserl, del formalismo de Hilbert y del constructivismo de Poincaré: los símbolos numéricos no tienen ningún significado autónomo, son expresiones de la creatividad del espíritu y sólo designan objetos. 
La primera sistematización de la lógica se debe a Peano que en 1888 publica como prefacio a su tratado Calculo geometrico secondo l’Ausdehnungslere di H. Grassman, una síntesis de las principales reglas lógicas. En estos años Peano descubre la relación existente entre el cálculo de clases y el cálculo de proposiciones. Y en el aspecto ideográfico introduce el signo de pertenencia de un individuo a una clase (e) que distingue rigurosamente del signo de inclusión de una clase en otra (É) El segundo momento de la elaboración del cálculo lógico lo encontramos en Arithmetices Principia nova metodo exposita, de 1889 y en los Principia di geometria logicamente sposti del mismo año.

Una de las ciencias en la que más se hacía notar el debate epistemológico de la época es la geometría. Precisamente este fue uno de los puntos de partida de Peano cuando  pudo constatar que algunas de las definiciones tenidas por válidas durante siglos en esta antigua disciplina eran inconsistentes. 
Las nuevas direcciones de la filosofía y de la ciencia requerían nuevas respuestas a los problemas epistemológicos planteados.
La disyuntiva que emerge de las discusiones de París queda planteada por un lado, por la postura de Poincaré y por otro, por la de Russell. Para el primero los axiomas de la geometría son convenciones, el segundo subraya el carácter analítico de estos axiomas. […] La solución la da Peano, quien tomando en consideración ambas vertientes del debate, encuentra la salida en el análisis del lenguaje de la ciencia. Por una parte, podríamos asimilar a Peano a la línea logicista, en la medida en que asume la autonomía del lenguaje lógico, en cuyo seno y sin salir de él, consigue encontrar los fundamentos de la axiomatización de la aritmética y la geometría, partiendo de su noción de definiciones por abstracción, que en realidad son de carácter analítico. En esto se puede considerar a Russell un discípulo suyo: no olvidemos que Russell escribe los Principia a su regreso del Congreso de París, inmediatamente después de haberse leído todos los escritos de Peano. Por otra parte, Peano habría asumido el convencionalismo al otorgarle al lenguaje formalizado de la ciencia un valor heurístico instrumental. El instrumentalismo lógico peaneano resuelve la polémica entre el ontologismo latente en la postura de Russell y el constructivismo intuicionista de Poincaré. El lenguaje lógico es analítico, pero al no ser único no puede tener pretensiones de ser la expresión formal de la realidad. Peano habla de “los lenguajes”, aceptando que pueden existir diversos lenguajes igualmente válidos para representar los axiomas de las matemáticas. Lo importante es la eficacia de un lenguaje. Eficacia, operatividad, utilidad y hasta “comodidad”.
De este modo Peano resuelve la cuestión de la axiomatización de las definiciones […] en el puro ámbito del lenguaje. Su método es analítico porque se aplica en el análisis del lenguaje, sin apoyarse en cuestiones metafísico-ontológicas (Russell, Wittgenstein), ni en cuestiones psicológicas y o gnoseológicas (Poincaré, Husserl, Bergson). Su método es instrumental porque está orientado a estructurar un lenguaje formal válido tanto para la expresión científica como para fundamentar en el propio lenguaje las proposiciones primitivas y los axiomas de la ciencia. Esta es la única manera de lograr un lenguaje universal para la ciencia, independientemente de posturas y escuelas filosóficas y de diversas técnicas de materialización ideográficas: para él la ideografía de Frege es tan válida como la suya, por tanto usar una u otra es una cuestión de mera elección (otra cosa es cuál sea más sencilla y clara, más “cómoda”, como diría Frege).

La unificación y universalización del lenguaje matemático.

La postura logicista, a la que podemos adscribir a Frege y a Russell, sostiene que existe un modelo matemático absoluto y que todos los términos de la matemática se pueden traducir a términos lógicos de manera tal que las proposiciones matemáticas admiten una traducción a proposiciones lógicas. Si tomamos como ejemplo la geometría euclideana, que es un sistema axiomático, podemos traducir todo lo que se afirma sobre rectas o planos a ecuaciones y éstas a estructuras numéricas que a su vez se traducirían en términos de conjuntos o de clases, o sea, a estructuras lógicas. Tanto Frege como Russell muestran que cuando hablamos de lenguaje matemático estamos formulando afirmaciones lógicas acerca de clasificaciones, propiedades de dichas clasificaciones o de conjuntos de clasificaciones. La perspectiva russelliana ofrece en los Principia una versión nueva de la matemática. Todo lo que podemos pensar y expresar con sentido en esta ciencia se encuentra presente en los enunciados de la lógica. La matemática sería un capítulo de la lógica y por tanto se ocuparía de objetos lógicos. Frege y Russell demuestran cómo los axiomas de los sistemas matemáticos se trasforman en verdades lógicas. Esto garantizaría la coherencia del discurso matemático y lo libraría de cualquier tipo de contradicciones internas o inconsistencias.
En Arithmetices Principia nova methodo exposita Peano adopta una postura clara en el sentido de una tradición filosófica marcada por la búsqueda de estructuras simbólicas que expresaran las principales ideas matemáticas, liberando a esta ciencia, en el análisis de sus fundamentos, de la ambigüedad de las expresiones lingüísticas usadas en el lenguaje ordinario. En esta obra nos propone las principales nociones de la lógica simbólica y su correspondiente simbología o notación lógica, aunque como él señala no todas son necesarias (algunas de ellas, según el propio autor, son incluídas por ‘simetría’): 
Se define el uso de puntos y paréntesis, y se indica el modo correcto de leer las expresiones lógicas.
Se introducen los conceptos de afirmación, negación, disyunción y conjunción entre proposiciones. Se propone el signo  para la implicación.
Se enuncian cuarenta y tres proposiciones, entre las cuales las diez primeras se consideran proposiciones primitivas.
Se introduce el concepto de clase y el símbolo  equivalente a ser miembro de una clase. 
El Formulario recoge tratados completos de matemática elemental y superior en escritura ideográfica que, según Peano, resulta legible en todos los idiomas. Dicha escritura está basada en el simbolismo leibniziano que, a su vez, se apoya en el cálculo infinitesimal. 
En el siglo XIX los matemáticos admitían sin demostración algunas ideas acerca de las cuales posteriormente se ha demostrado su falsedad. Precisamente fue Peano quien puso en evidencia algunas de esas inexactitudes y falsedades. Y esto fue posible gracias a su método, que revolucionó la historia de las matemáticas y fue punto de partida de futuras y fecundas revisiones, como la de Russell en los Principia mathematica. Por ejemplo, basados en la mera intuición estos matemáticos del siglo XIX enunciaban que “toda curva admite una tangente”, esto es que toda función continua es derivable. Sin embargo, Peano rebate este enunciado al construir una curva que llena todos los puntos de un cuadrado y que, por tanto, no puede tener tangentes.
A raíz de este tipo de críticas los matemáticos de entonces comenzaron a demandar un más estricto carácter científico a su disciplina y mayor rigor a sus razonamientos. La mayoría de ellos coincidieron en que la respuesta a sus exigencias estaba en la Lógica y de ese modo, comenzaron a someter sus teorías a severas revisiones con el auxilio de los nuevos instrumentos lógicos 

Como resultado de las revisiones efectuadas Peano saca las siguientes conclusione: 
* Todas las definiciones matemáticas son nominales. Sin embargo, la lógica escolástica clasificaba las definiciones en reales y nominales.
* La regla de Aristóteles “per genus proximum et differentiam specificam” no vale para todas las definiciones. Aquí observa que en la lengua ordinaria no siempre es fácil evitar ciertas tautologías, pero en el lenguaje científico resultan inadmisibles.
* Peano opina que en matemáticas es posible definir cosas que no existen, cuestión con la que ya estaba de acuerdo Aristóteles y que jamás podría haber aceptado Russell. 
* Las definiciones proceden de lo conocido a lo desconocido.
* Definiciones por inducción y definiciones por abstracción. 
* Ideas primitivas: son aquéllas que no pueden ser definidas en relación a un determinado orden de ideas. Por ejemplo, no es posible definir el signo ‘=’, ya que aparece en toda definición. Ésta es una idea primitiva, aunque no tiene carácter absoluto, sino que tiene un carácter relativo a un determinado sistema de ideas que suponemos conocido. Aristóteles también admite proposiciones primitivas.
La lógica penetra en las matemáticas de dos maneras: por la lengua técnica ordinaria y por el simbolismo específico. Pero el lenguaje ordinario no es apto para las matemáticas dada su gran ambigüedad. Ninguna lengua natural es compatible con la precisión y concisión que necesita el lenguaje de la matemática y de cualquier otra ciencia. 
Los logicistas sostenían que los enunciados de la lógica no pueden entrar en contradicciones. Pero en 1897, un discípulo de Peano, Cesare Burali-Forti descubrió las llamadas paradojas lógicas, lo cual ponía en evidencia que la lógica a la cual la matemática debía ser traducida también podía llevar a contradicciones. Russell, en 1903, abunda en la cuestión de las paradojas lógicas en la línea de algunas observaciones que había realizado George Cantor quien cuando ya había ultimado su teoría de los conjuntos, habría descubierto que el empleo de conjuntos en relación con algunas de la ideas más básicas de la lógica - por ejemplo, el principio de tercero excluido- llevaba a contradicciones. Frege había intentado resolver estas contradicciones, con lo cual lo único que consiguió fue poner en evidencia la incapacidad de su propia lógica para construir el modelo lógico absoluto que pretendía. El modelo logicista entraba en crisis. Los ajustes de Russell reorientaron esta línea de sistematización de las matemáticas a partir de las valiosas aportaciones de Peano.
Posteriormente Alfred Tarski, el frustrado discípulo de Peano, sostenía que había que modificar la lógica y construir otra estructura diferente a la clásica de Aristóteles -incluidas las correcciones de Frege y Russell-. 
La solución al problema de la eliminación de las contradicciones presentes en las paradojas lógicas la da Peano con la construcción de su sistema formal axiomático.

La formalización de la lógica como lenguaje universal de la ciencia.

Aunque existieron con anterioridad otras propuestas al respecto, Leibniz fue el primer filósofo que presentó un proyecto coherente y con posibilidades efectivas, de creación de un lenguaje o escritura universal en la cual todas las ideas complejas fuesen expresadas, según ciertas reglas, por medio de signos convencionales que representen ideas simples. 
De lo que Leibniz llamó characteristica universalis se esperaba la solución de todos los problemas y el fin de todas las disputas ("Si surgieran controversias no habrían más motivos de disputa entre dos filósofos que entre dos contables. Sólo bastaría que, lápiz en mano, se sentaran a la mesa y se dijeran - quizás con un amigo como testigo- calculemos”). Tal optimismo resulta excesivo ya que siempre existirán problemas cuya solución sea incierta y disputas que el cálculo no pueda resolver. Pero, en gran medida, el sueño de Leibniz se ha vuelto realidad. “Los filósofos, naturalmente, no se han dado cuenta (de esto), pero los matemáticos, al menos en Italia, tienen ahora la facultad de tratar los principios de las matemáticas con una autoridad y una precisión que es también extensible a la filosofía de la matemática. 
Según Peano, con el desarrollo de la escritura algebraica, que tanto se ha perfeccionado después de Leibniz, se ha conseguido que por medio de signos del tipo: +, -, =, >, ... , paréntesis, corchetes, llaves y letras del alfabeto, se pueda escribir de manera simbólica cualquier proposición. Pero lo que verdaderamente ha hecho posible el sueño de Leibniz ha sido la “nueva e importante ciencia que se llama Lógica matemática, que estudia las propiedades formales de las operaciones y las relaciones lógicas.
[…]
Peano y Frege son los primeros matemáticos que trabajando en la definición del concepto de cero inventan la lógica simbólica. De todos modos, Peano y Frege representan dos vertientes diferentes pero complementarias en cuanto a la axiomatización y sistematización de la actual lógica simbólica. Es una cuestión de opciones, pero ambas vías son fecundas y conducen a buen puerto. […] La notación de Peano es, en definitiva, la que ha triunfado. 
Para abundar en el carácter fundacional que tiene la obra de Peano respecto de la actual lógica simbólica, resulta significativo lo que escribe B. Russell (que se considera discípulo suyo) en My mental development:

"En julio de 1900 se celebra un Congreso Internacional de Filosofía en París, con ocasión de la Exposición Universal. Wthitehead y yo decidimos tomar parte y así fue como acepté una invitación  a presentar una relación/ponencia... El congreso dejó una huella importante en mi vida intelectual porque fue en aquella ocasión que encontré a Peano. Lo conocía ya de nombre y había leído alguna de sus obras pero no me había tomado el trabajo de asimilar sus símbolos. Durante las discusiones del congreso me di cuenta que (Peano) era siempre más preciso que todo los demás y que en todas las discusiones resultaba invariablemente el más brillante. Con el paso de los días me convencí de que esto debía depender de su lógica matemática, por lo que le pedí todas sus obras y apenas se clausuró el congreso me retiré a Ferhurst para estudiar con toda tranquilidad todo lo que él y sus discípulos habían escrito. Me di cuenta que su método de notación proporcionaba el instrumento de análisis lógico que había buscado durante años y que estudiando su obra estaba logrando una técnica de trabajo nueva y potente que deseaba desde hacía mucho tiempo. A fines de agosto ya conocía a fondo los trabajos de su escuela. Empleé el mes de setiembre en extender su método a la lógica de relaciones. Si lo vuelvo a pensar me parece que durante todo aquel mes cada jornada fue cálida y llena de sol. Los Whitehead fueron nuestros huéspedes en Fernhurst y yo lo ilustré a él sobre mis nuevas ideas. Todas las tardes las discusiones se encallaban en algún obstáculo y cada mañana me daba cuenta que la dificultad de la tarde anterior se había resuelto sola, durante la noche.
Fue un período de embriaguez intelectual. Mis sensaciones se asemejaban a las que se tienen mientras se escala una montaña entre la niebla y de repente se encuentra el sendero al disolverse la bruma y el panorama se ofrece nitidísimo en un radio de cuarenta millas. Durante años había buscado analizar los elementos fundamentales de la matemática... De repente, en pocas semanas, descubrí respuestas definitivas a problemas que durante años habían permanecido irresolutos para mí. Y mientras,descubría que tales respuestas aplicaban una nueva técnica matemática que me permitía conquistar para el territorio del rigor de las fórmulas exactas regiones que anteriormente habían estado abandonadas a la imprecisión de los filósofos. Puedo afirmar que desde el punto de vista intelectual, septiembre de 1900 fue el ápice de mi existencia. Me repetía continuamente que finalmente había hecho algo que valía la pena... Envié un artículo a Peano para su revista, en el cual exponía mis nuevas ideas. A principios de octubre comencé a escribir The Principles of Mathematics, trabajo que había intentado muchas veces inútilmente"

Reducción de una teoría a símbolos.

Se puede reducir una teoría completa a símbolos, ya que todo lenguaje hablado, o escrito, es un simbolismo o sistema de signos que representan ideas. […] Recíprocamente, para transformar las fórmulas en lenguaje ordinario, es decir, para leer las fórmulas, no se debe leer cada signo aisladamente , sino considerar en conjunto todo el grupo de signos. Con cierta práctica se adquiere el hábito de transformar  rápidamente los símbolos en lenguaje ordinario y viceversa.
Las reglas de la lógica para transformar un conjunto de hipótesis en la tesis que se quiere probar, son análogas a las leyes del álgebra para transformar un conjunto de ecuaciones en una forma en la cual sean resueltas. Estas leyes no han sido creadas por nadie, se las obtiene examinando los razonamientos bien hechos. Las reglas del razonamiento son las fórmulas mismas de la lógica. Estas reglas son muy numerosas. En realidad, son todo lo numerosas que se quiera, pero aquéllas de uso más frecuente son pocas y muy simples y de ellas se derivan todas las demás que son consecuencias de éstas.
En el Diccionario de matemáticas  Peano presenta una lista de los términos matemáticos más usuales de su época, en la que se precisan los significados según su etimología, su historia o su definición. El Diccionario no pretende ser una obra cerrada ni tampoco prescriptiva, sino que lo propone como guía para los autores en la elección de los términos adecuados para su trabajo y tiene el valor de ser una obra preparatoria para obtener una terminología escolástica uniforme, cuestión en la que se interesó la Sociedad Mathesis en el Congreso de Turín de 1898. Para el matemático piamontés es muy importante que el diccionario sea una obra de colaboración y que antes de considerarlo acabado hayan participado en él un gran número de personas en las aclaraciones, discusiones y aportaciones. Esto se llevó a la práctica al pie de la letra y existen numerosos testimonios  que evidencian cómo importantes estudiosos de la época se dieron a esta labor.
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(*) AGÜERO MCKERN, E. Giuseppe Peano. Las matemáticas, la lógica y los lenguajes. Madrid, CFE, 2017. pp.88-127 (resumen).



sábado, 27 de marzo de 2021

Nada de lo humano me es ajeno.


Fragmentos del debate que tuvimos en nuestro seminario de filosofía para América Latina en la sesión del pasado jueves.

jueves, 25 de marzo de 2021

¿Es ciencia la filosofía?


 Seminario "La Filosofía como Escuela de Vida". Sesión 14/22. Universidad Popular "Carmen de Michelena" (UPCM), Ciudad de Tres Cantos, Madrid.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Dolor y engaño de la vida

SCHOPENHAUER: Dolor y engaño de la vida

«La voluntad, saliendo de la noche de la inconsciencia para despertar a la vida, se encuentra transportada a un mundo, sin límites ni fin, poblado de innumerables individuos, todos llenos de aspiraciones, sujetos a dolores y errores, y después de haber pasado como por un sueño penoso, corre a sumergirse de nuevo en su antigua inconsciencia. Pero hasta entonces sus deseos son limitados, sus pretensiones inagotables; todo anhelo satisfecho engendra una nueva aspiración. No hay satisfacción en el mundo que baste a hartar su codicia, a poner término a sus exigencias, a colmar el abismo sin fondo del corazón. Al lado de esto, podemos observar cuál es para el hombre la parte ordinaria de satisfacción que le cabe en suerte en todas las cosas. Vemos que, por lo general, se limita a la trabajosa conservación de la existencia, ganada, día a día, a fuerza de trabajo y de cuidados incesantes; a costa de una lucha nunca terminada con la necesidad y con la muerte, siempre en perspectiva. El aspecto total de la vida es que la felicidad terrena está condenada al aniquilamiento o al desengaño, que se muestra como ilusoria. Esta condición de las cosas está basada en lo más profundo de su esencia. Por consiguiente, la vida, para la mayoría de los hombres, es triste y breve. Los que relativamente son felices, lo son solo en apariencia. O bien como los centauros, representan una rara excepción, cuya posibilidad tenía que existir sirviendo de anzuelo. La vida nos engaña continuamente, así en los pormenores como en el conjunto. No cumple lo que promete, salvo en el caso en que quiere mostrar cuán poco deseable es lo que deseamos. No da, más que para quitar lo que da. El espejismo de lo lejano nos hace entrever paraísos, que se desvanecen como ilusiones de óptica, cuando, dejándonos seducir por ellos, corremos en su persecución. La felicidad se nos aparece colocada en lo por venir o en lo pasado, y lo presente es como una nubecilla sombría que el viento empuja por encima de la llanura iluminada por el sol, delante y detrás todo resplandece de luz; sólo el presente permanece envuelto en la sombra. Por lo tanto, el presente es una decepción; pero lo por venir es incierto y lo pasado irreparable. La vida con sus amarguras grandes y pequeñas de todas las horas, de todos los días, de todas las semanas, de todos los años; con sus esperanzas incumplidas y sus accidentes, que desbaratan todo cálculo, lleva tan ostensiblemente el sello de algo dispuesto para que nos apartemos de ella, que cuesta trabajo comprender cómo podemos engañarnos creyendo que existe para que la disfrutemos con gratitud y que el hombre ha sido creado para ser dichoso. Por el contrario, esas ilusiones y esas desilusiones perpetuas, así como el carácter de la vida, parece que están calculados con intención para convencernos de que nada hay en el mundo digno de nuestros deseos, de nuestra actividad, de nuestras luchas; de que son vanidad todos los bienes, de que el mundo es, bajo todos conceptos, insolvente, y de que la vida es un negocio que no cubre gastos, todo con el designio de mover a la voluntad a apartarse de ella. Especialmente, el tiempo es quien revela a la inteligencia del individuo la vanidad y la nada de todos los objetos de la voluntad. Bajo la forma temporal, la vanidad de las cosas se nos muestra en lo fugaces que son. Por virtud del tiempo, todos nuestros goces y todas nuestras alegrías se nos evaporan entre las manos, haciendo que nos preguntemos con sorpresa adónde han ido a parar. Esta nada, esta inanidad misma, es lo que forma cuanto hay de objetivo y de real en el tiempo, es decir, lo que le corresponde en la esencia intima de las cosas; por consiguiente, esto es lo que realmente expresa el tiempo. Así es la condición necesaria a priori de todas nuestras intenciones pues todas las cosas, sin excepción de nosotros mismos, tienen que manifestarse bajo esta forma. A esto se debe el que la vida se asemeje a un pago hecho en monedas, que hay que contar pieza por pieza, y del cual es forzoso dar recibo; la moneda son nuestros días; el recibo, la muerte. El tiempo es quien, al final, publica la sentencia de la Naturaleza contra todos los seres, destruyéndolos. Es justo, pues todo lo que nace merece perecer, Por eso valdría más que nada hubiera nacido.» (Schopenhauer, 1960, El mundo como voluntad y representación, Madrid, Aguilar, pp. 200-201.)

viernes, 12 de marzo de 2021

viernes, 5 de marzo de 2021

viernes, 26 de febrero de 2021

¿Existe Dios?


Para Feuerbach Dios está en la propia esencia del hombre. Dios es el hombre. De ahí que la "idea" de Dios haya sido creada por el hombre. 

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Goethe: Quien posee ciencia y arte también tiene religión. Y quien no posee ni lo uno ni lo otro tenga religión.

jueves, 25 de febrero de 2021

¿Qué puedo saber?


 Seminario La Filosofía como Escuela de Vida (Sesión 10/22)
Universidad Popular "Carmen de Michelena" (UPCM), Ciudad de Tres Cantos (Madrid)


sábado, 20 de febrero de 2021

La cuestión de Dios en Kant


En la clase a la que corresponde esta grabación planteo la cuestión de Dios en Kant apuntando al debate sobre el deísmo moderno y al ateísmo contemporáneo que trataremos en la próxima sesión del Seminario la "Filosofía como Escuela de Vida", Edición para América Latina. Con la asistencia de participantes de México, Brasil, Paraguay, Argentina y España.
(Hemos comentado textos de la "Crítica de la Razón Práctica" de Kant y de mi libro "La pregunta por el sentido", editado en Tres Cantos-Madrid el año pasado).

lunes, 15 de febrero de 2021

KANT. El contexto histórico-filosófico de su pensamiento (Seminario de Filosofía UPCM):

Esquema a tener en cuenta para la novena sesión del Seminario de Filosofía de la Universidad Popular de Tres Cantos del 17/02/21.

INMANUEL KANT (1724-1804) 

1. Contexto histórico-cultural  
Hay quienes consideran que la Edad Moderna abarca dos etapas; a) Antiguo régimen: el largo periodo desde el siglo XV al XVIII de la historia europea, considerado posmedieval.  A finales de siglo se inicia una etapa que se denomina, por contraposición, Nuevo Régimen que culmina un largo camino de transformaciones importantes en la vida económica, en la estructura de la sociedad, en la política y en el pensamiento humano. 
Durante el XVIII política y culturalmente Francia ocupa un lugar central en la vida de Europa, el francés se convierte en la lengua culta y a partir de Francia las ideas ilustradas se extienden a todo el mundo. En ella se viven con intensidad los años finales del Antiguo Régimen caracterizado políticamente por la existencia de monarquías autoritarias o absolutas, económicamente por una producción agrícola artesana y de pequeño comercio y socialmente por una división estamental de la sociedad y por la ausencia de libertades políticas y civiles. En 1789 tiene lugar un acontecimiento clave del XVIII y que puede considerarse el final lógico de las ideas que se habían ido elaborando en Europa desde el Renacimiento: la Revolución francesa. Bajo el lema "Libertad, igualdad, fraternidad" el pueblo termina con los privilegios de la nobleza y clero, se crea una Constitución republicana, el rey es ejecutado, se publica la primera Declaración de los derechos del Hombre, se consiguen derechos y libertades civiles.... Todo ello supone para Francia y para Europa el comienzo del Nuevo Régimen: economía industrial, sociedad de clases, separación de poderes y libertades que irán produciendo en los siglos siguientes los sistemas democráticos en los que hoy vivimos. 
Inglaterra fue pionera en este movimiento. Ya en el XVII diversas revoluciones terminaron con la monarquía absoluta e iniciaron una época de Parlamentarismo, división de poderes, el rey sometido al parlamento elegido. También en 1689 se firma la Carta de Derechos que protege los derechos individuales y las libertades de los ciudadanos. 
Kant nace en Prusia, origen del estado alemán y es el filósofo representativo de la Ilustración en Alemania. Políticamente el estado prusiano se organiza como despotismo ilustrado, un modelo típico del XVIII (en España, los Borbones del XVIII) en el que el rey conserva un poder absoluto, pero promueve reformas que favorecen al pueblo ("todo por el pueblo, pero sin el pueblo"): mejoras educativas, higiene y adorno de las ciudades, modernización de las comunicaciones, racionalización de la producción, etc. Federico II el Grande inicia su reinado en 1740 y será el autor de la grandeza de Prusia que terminará siendo la de Alemania. Es un ejemplo típico de monarca ilustrado, amante de la filosofía y de las bellas artes. amigo personal de Voltaire y entusiasta de la literatura ilustrada francesa. Por otra parte creó un ejército disciplinado (disciplina prusiana) con el que enfrentó con éxito la guerra de los siete años. En varios textos es citado con admiración por Kant. 
La Ilustración y su espíritu desbordan el marco europeo y llegan a América del Norte. A finales del XVIII se independizan de Inglaterra las colonias que constituirían los Estados Unidos. Además de factores económicos, en ello influyeron las ideas ilustradas llegadas de Europa. En 1787 se promulga la Constitución en la que por primera vez aparecen escritos en una ley suprema derechos como la soberanía nacional, la república electiva como forma de gobierno, separación de poderes, derecho al voto, libertad de expresión y religión que serán referencia obligada en todas las constituciones democráticas posteriores. Todo ello tuvo gran repercusión en la independencia de las colonias de Latinoamérica. 
Al iniciarse el s. XVIII la sociedad del Antiguo Régimen está dividida en estamentos: nobleza, clero y pueblo. Los dos primeros gozan de una situación global de privilegios  de todo tipo a costa del tercer estado, el pueblo, sin ninguna consideración política o social, cargado de impuestos que permiten vivir a los estamentos superiores. La sociedad sigue siendo en gran manera aristocrática ya que la nobleza y alto clero monopolizan los poderes del Estado. El “tercer estado” está formado por campesinos, artesanos y burgueses. Estos últimos van emergiendo como una clase autónoma, con una visión más universal de las relaciones humanas y celosa de la libertad individual que consiguen con su actividad comercial, industrial o bancaria que forzarán los cambios políticos y económicos de finales del XVIII (revoluciones burguesas). La burguesía se impondrá como clase dominante en el s. XIX sobre la nobleza de sangre y el clero. 
Aunque el nivel general de vida aumentó considerablemente, la riqueza se distribuía de forma desigual, ya que los nuevos burgueses enriquecidos por el comercio se enlazaron con familias terratenientes tradicionales y controlaban el poder político y económico. Los trabajadores de las incipientes fábricas (proletarios) y los campesinos forman nuevas clases sociales que tendrán que iniciar una dura lucha para conseguir que sus derechos sean reconocidos. 
Estos cambios sociales tienen su origen en una nueva economía La invención de la máquina de vapor inicia la primera revolución en la producción industrial: aparecen las primeras fábricas, que sustituyen la producción artesanal, los primeros obreros fabriles o proletarios (una clase que dirigirá las revoluciones del siguiente siglo frente a la burguesía) y un capitalismo comercial y bancario en manos de la burguesía. En las relaciones sociales y económicas se impone la doctrina de la clase dominante, el liberalismo económico: derecho sin límites a la propiedad privada, no intervención del estado en la economía, libertades civiles, el trabajo y el beneficio personal como motores de un progreso que llevaría a la humanidad a un supuesto estado de felicidad universal definitiva. 
Desde el s. XVII y durante el XVIII se desarrolla en Europa un complejo movimiento cultural conocido como Ilustración o Siglo de las Luces. (Aufklärung), llamado así porque sus autores consideraban que iniciaban una época de luz y claridad de la razón frente al oscurantismo religioso y la falta de libertad medievales. Esta cultura no aparece con igual ritmo en todos los países ni afecta a todas las manifestaciones culturales simultáneamente: aparecen inicialmente las ideas políticas ilustradas en Inglaterra y se desarrollan tanto estas como otras manifestaciones culturales en Francia, que las exporta a otros países 
Las ideas fundamentales de la ilustración -tales como la razón, la naturaleza, el progreso, las libertades- se manifiestan en todos los aspectos de la cultura. 
a) La razón.
El lema de la ilustración (Kant: "Qué es la Ilustración") es "Atrévete a pensar por ti mismo, a usar tu razón, sal de la minoría de edad". La razón es la nueva “divinidad” de los ilustrados, como Dios lo fue para los medievales. La razón ilustrada es una razón universal que se contrapone al principio de autoridad y también orienta las normas morales y la política. Se va gestando una religión racional natural (Deísmo) sin libros sagrados, sin dogmas ni sacerdotes, basada en principios racionales (existencia de un Ser Supremo que crea el Universo, la virtud como ideal ético, en normas éticas naturales y universales y en la creencia en un más allá). Las religiones dejan de ser elementos de confrontación (guerras religiosas) o persecución y se abre camino a la tolerancia religiosa en un clima de libertad. 
Se pretende una sociedad totalmente racional que se conseguirá con un sistema educativo universal que extienda las conquistas de la razón a toda la población, no solo a las élites o al clero. Se crean escuelas públicas y se edita la ENCICLOPEDIA FRANCESA  que trata de resumir en una obra todos los conocimientos y logros prácticos y artísticos conseguidos por la razón a lo largo de la historia y hacerlos extensibles a todos los hombres. 

b) La naturaleza 
Este término tiene dos significados para los ilustrados. En primer lugar, como sinónimo de Universo, los ilustrados mantienen una concepción mecanicista de la maturaleza o universo: una máquina gigantesca compuesta de piezas dotadas de movimiento, para algunos creada y dirigida por Dios y para otros totalmente autónoma en su origen y funcionamiento. Todos los componentes y movimientos pueden describirse en términos matemáticos. 
En ese mismo siglo y como reacción a lo anterior, la naturaleza adquiere un segundo significado romántico: la naturaleza como el estado primitivo y feliz de la humanidad (el buen salvaje) al que algunos proponen volver como respuesta a la sociedad y al progreso material que corrompe y hace infeliz al hombre. Rousseau, en el Emilio diseña un plan para educar sin escuelas a un hipotético alumno, Emilio. Este va descubriendo y desarrollando sus cualidades naturales (sentidos, inteligencia, afectividad, sentido religioso....) en contacto directo y solitario con la naturaleza. Este tema será recurrente entre los escritores románticos de finales de XVIII. 
c) Las libertades
Son el primer objetivo de la Revolución francesa y refleja la conciencia y el esfuerzo colectivo para conquistar las libertades individuales (de religión, de expresión, de propiedad, etc.) expresadas en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que promulga la Revolución. 
Respecto de las libertades políticas (elaboración de las leyes o de elección a los gobernantes) Montesquieu en El espíritu de las Leyes establecía la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) como la base de los sistemas políticos democráticos. 
También se imponen “las libertades económicas”. Adam Smith en La riqueza de las naciones expresa la concepción liberal de la economía burguesa: propiedad privada sin límites, no-intervención del estado en la economía, libre competencia en el mercado de oferta y demanda, el trabajo y beneficio como motor del progreso, libre comercio interior y exterior, etc.
d) El progreso
Los ilustrados (salvo los románticos) consideran el pasado como una etapa a superar y tienen una fe ciega en la capacidad de progreso y desarrollo que puede impulsar la razón humana: su progresiva aplicación desterrará los aspectos irracionales que aún perduran en la humanidad tales como el hambre, la desigualdad, la guerra, la enfermedad, la pobreza,,. 
Estas ideas están en la base del desarrollo de los diveros ámbitos de la cultura ilustrada: 
- En la ciencia. 
En el XVII (Galileo) se inicia la ciencia en el sentido moderno. A partir de ese momento el progreso científico será espectacular hasta nuestros días. El desarrollo científico no solo va a hacer variar la concepción del universo (del geocentrismo al heliocentrismo), sino también el método de la ciencia. Todo lo cual auspiciará el desarrollo de la técnica: los nuevos inventos transformarán las comunicaciones  y los modos de producción. Surge una nueva mentalidad optimista, fe en la ciencia": la ciencia puede conocerlo todo y resolver los problemas humanos (cientificismo). Los monarcas ilustrados favorecieron su desarrollo y aparecieron las Academias de Ciencias que promovieron el trabajo en equipo de los científicos y se encargaron de difundir sus investigaciones. El mismo año que muere Galileo nace Newton con quien la física y astronomía llegan a un nivel solo superado por Einstein en el siglo XX. Newton en Filosofía naturalis principia mathematica desarrolla el cálculo infinitesimal (Leiniz) y formula la teoría de la gravitación universal que explica todos los movimientos del universo. Con él la física pasa a considerarse como el prototipo del saber, puesto que ella permite el conocimiento exacto del universo y prepara para su dominio mediante la técnica. Pero Newton no solo fue importante por el resultado de sus investigaciones sino porque elaboró un método científico que incluía los aportes de Galileo (método hipotético-deductivo) y de Descartes (axiomático-deductivo). El éxito de sus teorías científicas constituía la demostración evidente de que el método funcionaba. Con algunas de las tesis de Newton discrepó Kant, quien concebía al espacio como una forma de nuestro conocimiento, en contraposición con Newton que lo consideraba como una realidad existente en-sí, fuera de nosotros. 
En Ciencias naturales destaca Buffon (+ 1788). En su Historia natural describe de forma científica la formación de la tierra y la naturaleza de los animales intuyendo el proceso de la evolución. Linneo (+ 1780) realiza una clasificación de todos los seres vivos en especies y géneros que se sigue utilizando en la actualidad. 
Por otra parte se comienza a aplicar el método científico a las ciencias humanas, tales como la política o la sociología. Muy importante fue el desarrollo de la historia como ciencia. Hasta el momento los hechos del pasado estaban reducidos, salvo excepciones, a crónicas y documentos de variadas procedencias interpretados de acuerdo con la utilidad política del momento. En el s. XVIII se comienza a aplicar un método riguroso y científico basado en la cronología, el análisis comparado de documentos, la investigación de restos, etc. Se intenta dotar a la historia de la misma certeza que habían conseguido las ciencias naturales o la física. 
2. Contexto filosófico
Dos movimientos filosóficos responden de forma contraria al problema dominante del pensamiento moderno (el conocimiento o cómo lograr la verdad y evitar el error): racionalismo y empirismo. 
Racionalismo: 
Descartes (que ya hemos visto),
Leibniz (+ 1716). También con una importante dedicación a la actividad política, descubre en matemáticas, al tiempo que Newton, el cálculo infinitesimal. Intenta crear una república de las ciencias con todos los sabios europeos y una alianza política que incluyera toda Europa. Su mentalidad racionalista conecta con la mentalidad ilustrada tan preocupada de los asuntos teóricos como de los sociales y políticos. Diseña un método (De Arte combinatoria) basado en reducir todos los conceptos científicos y filosóficos a símbolos matemáticos y a operar con ellos según las reglas matemáticas con lo que se lograría un lenguaje universal, exacto e inteligible por todos los seres humanos y un método común para todas las ciencias. 
Otro representante del racionalismo alemán es Wulf de quien Kant recibe su formación racionalista. Discípulo de Leibniz,  Wolf pensaba que todo podía conocerse mediante un método deductivo como el cartesiano. Pero lo más importante de Wolf fue el carácter ordenado y sistemático de su filosofía, la precisión matemática de su vocabulario y el desarrollo lógico de su pensamiento. Estas características estarán muy marcadas en la ilustración alemana y por tanto en el pensamiento de Kant. 
Empirismo: 
Locke, Hume -entre otros- comparten las ideas ilustradas. Hume tuvo gran influencia en Kant. 
Caracteres generales:lLa experiencia sensible, el conocimiento de los sentidos es el origen de todo nuestro conocimiento. No existen, por tanto, conocimientos innatos. Nuestra mente, al nacer, es "tabula rassa". La experiencia sensible marca también los límites de nuestro conocimiento. No puede conocerse nada que esté más allá de los sentidos. 
Todo conocimiento es subjetivo: conocemos no las cosas en sí mismas, sino las representaciones de estas en nuestra mente. Por eso los racionalistas analizan los mecanismos de la formación de los contenidos mentales llegando hasta los elementos más simples del conocimiento: las impresiones o las ideas simples. A partir de ellos y siguiendo unas leyes de asociación, se forman los conocimientos complejos. Como los temas metafísicos, predominantes en la filosofía, no tienen su origen en la experiencia sensible son inaccesibles al conocimiento humano. 
Criticismo,
En la historia de la filosofía habían coexistido las concepciones escépticas de los empiristas y de los sofistas que desconfiaban de las posibilidades de la razón para llegar a la verdad con las dogmáticas (Platón, Aristóteles, Tomás, etc.) que atribuían a la razón una capacidad suficiente para llegar a la verdad definitiva sobre cualquier realidad: Dios, el universo, el ser humano. Frente a ellas Kant diseña una filosofía crítica. Su objetivo es analizar (crítica) previamente la razón misma para conocer sus posibilidades y sus límites.. La crítica es una cuestión previa y fundamental de la filosofía. La crítica a la razón debe dar respuesta a tres preguntas sobre la razón: 
¿Qué puedo saber?: cuáles son límites y posibilidades de la razón humana para conocer la realidad. Crítica de la Razón Pura. Uso teórico de la Razón 
¿Qué debo hacer? Un análisis sobre la capacidad de la razón para establecer normas morales: Crítica de la Razón Práctica. Uso práctico de la Razón 
¿Qué me cabe esperar? Qué puede decir la razón sobre el sentido de la existencia humana y sobre el más allá. 
La Metafísica 
En el siglo XVIII el conocimiento humano había logrado un enorme progreso en algunos campos como las matemáticas y la física, por el contrario la metafísica que intentaba conocer los temas que están más allá de la experiencia sensible -como Dios, el alma, la libertad, el universo-  y siempre había sido considerada por los filósofos dogmáticos como la más importante realización de la razón especulativa, era un saber inseguro y problemático. 
Para Kant en todo conocimiento válido debe producirse una síntesis entre dos componentes: uno, que procede de las cosas que conocemos, y que constituye la materia caótica y particular del conocimiento y otro componente que procede de nosotros mismos, que lo ponemos nosotros al conocer y que da forma y universaliza esos datos materiales caóticos y particulares. El primero lo aportan inicialmente los sentidos, la experiencia sensible. El segundo son las formas a priori del conocimiento: estructuras o esquemas mentales universales, vacíos de contenido, que poseemos todos los seres humanos (trascendentales) antes de tener experiencia alguna. Estas formas a priori dan forma, organizan los datos sensibles les proporcionan los caracteres de universalidad y de necesidad propios del conocimiento científico. 
Kant afirma que existen tres clases de conocimiento: el conocimiento sensible y el intelectual (que ya vimos). El tercer tipo -el conocimiento por la razón es la una tendencia que refleja la necesidad que tiene el ser humano de buscar siempre la última explicación de las cosas, lo incondicionado (Dios, la inmortalidad). La Metafísica no es  un auténtico conocimiento ya que se basa en simples ideas carentes de contenido empírico. 

Uso práctico de la razón ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar?
De acuerdo con la ética kantiana el carácter moral de las acciones no depende ni de Dios (éticas religiosas), ni de la finalidad de las acciones (éticas eudemonistas), ni de algo ajeno a la razón (el placer, la utilidad) sino que está determinado por la misma razón práctica o voluntad autónoma de cada ser humano. Las acciones humanas, independientemente de quien las realiza, son moralmente neutras, la voluntad (razón práctica) da forma moral a estas acciones neutras, las convierte en buenas o malas. 
Lo que da forma a las acciones es por tanto la voluntad. Serán buenas cuando se realicen con buena voluntad, por deber, por puro respeto al deber o lo que es lo mismo, cuando cumplan el imperativo categórico. “Obra de tal manera que la máxima de tu acción pueda convertirse en ley universal” “trata a los demás como fines, no como medios”. Serán malas cuando se realicen con mala voluntad, contra el deber, cuando no cumplan el imperativo categórico. El deber es una forma a priori (universal) de la razón práctica. 
Kant, que había negado la posibilidad de la razón humana para conocer racionalmente a Dios, el alma o la libertad (temas de la metafísica) piensa que es necesario admitirlos para explicar un hecho evidente: la existencia de la conciencia moral en el hombre. Son, por tanto, postulados de la moral. 

Kant: Dios como postulado. (Lo opuesto al Dios metafísico).

Esquema para la reunión del 18/02/21 de la edición para AMÉRICA LATINA del Seminario "La Filosofía como Escuela de Vida". Organizado por la Comunidad Filosófica de Tres Cantos, Madrid. Interviene el Dr. Eduardo Agüero Mackern. 

La facultad de la que se ocupa la Dialéctica trascendental (tercera parte de la KRV) es la razón. Al modo de las otras dos facultades (la sensibilidad y el entendimiento), también cuenta con unos a priori que son las ideas. Esto es un vestigio del racionalismo, sobre todo de Descartes para quien las ideas ya venían «de serie» —si se me permite el símil— en nuestra inteligencia.

Lo mismo ocurre con las ideas platónicas o con las ideas según San Agustín, por ejemplo. La razón viene «equipada» con estas ideas. Más específicamente, en este sentido, la clave en esta postura racionalista está en la cuestión de las ideas innatas cartesianas ¿Cuáles son esas ideas? Pues alma, mundo y Dios, o sea, sustancia pensante, sustancia extensa y sustancia infinita, que forman parte de la propia estructura de la razón —son a priori—.

Acordaos de cómo empieza la crítica: el que yo tenga esas ideas, no me autoriza ni me legitima para que las convierta en objeto de una supuesta ciencia llamada metafísica. Las tengo, son inevitables, ahí están, pero eso no quiere decir que yo pueda construir una ciencia a partir de ellas, del mismo modo que yo puedo percibir el horizonte y nada me autoriza a decir que el horizonte existe. 

[...]

La inmortalidad del alma es un postulado de la razón práctica, porque para Kant la vida no tendría sentido si no hubiera otra vida después de la muerte. En este punto debemos tener claro que a los postulados morales no hay que demostrarlos sino que se «apuesta» por ellos libremente.

La obtención del bien supremo en el mundo es el objeto necesario de una voluntad determinable por la ley moral. Pero en esta, la completa conformidad de las intenciones con la ley moral, es la condición suprema del bien supremo. Pero este progreso infinito solo es posible suponiendo una existencia que perdure hasta el infinito y una personalidad del mismo ente racional (lo que se denomina inmortalidad del alma). Por lo tanto, prácticamente el bien supremo solo es posible suponiendo la inmortalidad del alma. 

Del mismo modo y en coherencia con su filosofía moral, Kant postula la existencia de Dios, que es lo que da sentido a la vida moral del ser humano y lo que posibilita la consecución del bien supremo y por tanto de la felicidad —imposible de conseguir en esta vida terrena—. «…también para la posibilidad del segundo elemento del bien supremo, a saber, de la felicidad adecuada a aquella moralidad, esta misma ley moral tiene que conducir […] a postular la existencia de Dios como perteneciente necesariamente a la posibilidad del bien supremo». (Kant, KPV).

Es razonable que quien haya sido fiel al compromiso personal de la búsqueda del bien en todos los sentidos y en cualquier ámbito, tenga la esperanza que su consecución es posible. Y que si en esta vida eso no es posible podrá conseguirse en otra vida posterior (siempre manteniendo la apertura existencial hacia una nueva vida posterior a la muerte).

«La felicidad es el estado de un ser racional en el mundo, el cual, en el conjunto de su existencia, le va todo según su deseo y voluntad» (Ibid.). Se postula esa coincidencia como necesaria: debemos tratar de promover el bien supremo (que, por consiguiente, debe ser posible). Por lo tanto, se postula también la existencia de una causa de la naturaleza que sea distinta de la propia naturaleza; causa que contenga el fundamento de esta relación, a saber, de la coincidencia exacta de la felicidad con la moralidad.

Por lo tanto, el bien supremo solo es posible en el mundo si se acepta una causa suprema de la naturaleza que tenga una causalidad conforme a la intención moral.

La ley moral no promete la felicidad. En realidad lo que nos mueve a buscarla es solo la esperanza de poder alcanzarla (aunque sea en la «otra» vida). Aunque esto no es una cuestión religiosa ya que si fuera así estaríamos ante una moral heterónoma. Solo se consigue el bien supremo y por tanto la felicidad, a través del compromiso con el deber (moral autónoma). La ley moral nos obliga como ‘deber’, resultando sin embargo una actitud desinteresada y fundada solo en el deber. Lo contrario destruiría el valor moral de las acciones. Por consiguiente, «la moral no es propiamente la doctrina de cómo hacernos felices, sino de cómo debemos hacernos dignos de la felicidad». (Ibid.).

Pues bien, ahora se desprende que, en el orden de los fines, el hombre […] es fin en sí, es decir, jamás puede ser usado por nadie (ni siquiera por Dios) como medio y, por consiguiente, que la humanidad en nuestra persona debe ser sagrada también para nosotros mismos; teniendo claro por mi parte que lo auténticamente sagrado lo tenemos ante nosotros y en nosotros. No debemos buscarlo en la estratosfera ni en ultratumba.

Todo esto sin dejar de lado qué es la ciencia (buscada con crítica y basada en el método): la puerta estrecha que conduce a la sabiduría y que unida a una moral guiada por principios prácticos que son «subjetivos» (máximas) cuando la condición es válida solamente para la voluntad individual de cada uno u «objetivos» (leyes) cuando la condición se reconoce como objetiva (válida para la voluntad de todos). Todo bajo la ley fundamental de la razón práctica: «Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre al mismo tiempo como principio de una legislación universal» (Ibid). 

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AGÜERO MACKERN, E. Fundamentos de filosofía. La pregunta por el sentido. Tres Cantos, Comunidad Filosófica Ediciones, 2020, (pp. 110-114).


viernes, 5 de febrero de 2021

miércoles, 3 de febrero de 2021

Bases de la moral kantiana

[La conciencia moral. Razón práctica. Los calificativos morales. Imperativo hipotético e imperativo categórico. Moralidad y legalidad. Fórmula del imperativo categórico. Autonomía y heteronomía. La libertad. La inmortalidad. Dios. Primacía de la razón práctica.] (*)

Ley fundamental de la razón práctica pura

Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre al mismo tiempo como principio de una legislación universal. 

La autonomía de la voluntad es el único principio de todas las leyes morales y de los deberes que les convienen; por el contrario, toda heteronomía del arbitrio, no sólo no funda obligación alguna, sino que más bien es contraria a su principio y a la moralidad de la voluntad.

Conclusión:

Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes cuanto más reiterada y persistentemente se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que hay en mí. 

La conciencia moral 

Entre otras, hay una forma de actividad espiritual que podemos condensar en el nombre de "conciencia moral". La conciencia moral contiene dentro de sí un cierto número de principios, en virtud de los cuales los hombres rigen su vida. Acomodan su conducta a esos principios y, por otra parte, tienen en ellos una base para formular juicios morales acerca de sí mismos y de cuanto les rodea. Esa conciencia moral es un hecho, un hecho de la vida humana, tan real, tan efectivo, tan inconmovible, como el hecho del conocimiento. 

Imperativo hipotético e imperativo categórico 

Entonces el problema que se plantea es el siguiente: ¿qué es, en qué consiste una voluntad buena? ¿A qué llamamos una voJuntad buena? Encaminado en esta dirección, Kant advierte que todo acto voluntario se presenta a la razón, a la reflexión, en la forma de un imperativo. En efecto todo acto, en el momento de iniciarse, de comenzar a realizarse, aparece a la conciencia bajo la forma de mandamiento: hay que hacer esto, esto tiene que ser hecho, esto debe ser hecho, haz esto. Esa forma de imperativos, que es la rúbrica general en que se contiene todo acto inmediatamente posible, se especifica, según Kant, en dos clases de imperativos; los que él llama imperativos hipotéticos y los imperativos categóricos. La forma lógica, la forma racional, la estructura interna del imperativo hipotético, es la que consiste en sujetar e! mandamiento, el imperativo mismo, a una condición. Por ejemplo: "Si quieres sanar de tu enfermedad, toma la medicina". El imperativo es "toma la medicina"; pero ese imperativo está limitado, no es absoluto, no es incondicional, sino que está puesto bajo la condición de que "quieras sanar". Si tú me contestas: "No quiero sanar", entonces ya no es válido el imperativo. El imperativo: "Toma la medicina" es pues solamente válido bajo la condición de que "quieras sanar". 

En cambio, otros imperativos son categóricos; aquellos justamente en que la imperatividad, e! mandamiento, el mandato, no está puesto bajo condición ninguna. El imperativo entonces impera, como dice Kant, incondicionalmente, absolutamente; no relativa y condicionadamente, sino de un modo total, absoluto y sin limitaciones. Por ejemplo, los imperativos de la moral se suelen formular de esta manera, sin condiciones: "Honra a tus padres"; "no mates a otro hombre"; y, en fin, todos los mandamientos morales bien conocidos.

Moralidad y legalidad 

¿A cuál de estos dos tipos de imperativos corresponde lo que llamamos la moralidad? Evidentemente, la moralidad no es lo mismo que la legalidad. La legalidad de un acto voluntario consiste en que la acción efectuada en él sea conforme y esté ajustada a la ley. Pero no basta que una acción sea conforme y esté ajustada a la ley, para que sea moral; no basta que una acción sea legal, para que sea moral. Para que una acción sea moral es menester que algo acontezca no en la acción misma y su concordancia con la ley, sino en el instante que antecede a la acción, en el ánimo o voluntad del que la ejecuta. Si una persona ajusta perfectamente sus actos a la ley, pero los ajusta a la ley porque teme el castigo consiguiente o apetece la recompensa consiguiente, entonces decimos que la conducta íntima, la voluntad Íntima de esa persona no es moral. Para nosotros, para la conciencia moral, una voluntad que se resuelve a hacer lo que hace por esperanza de recompensa o por temor a castigo, pierde todo valor moral. La esperanza de recompensa y el temor al castigo menoscaban la pureza del mérito moral. 

En cambio decimos que un acto moral tiene pleno mérito moral, cuando la persona que lo verifica ha sido determinada a verificarlo únicamente porque ése es el acto moral debido. Pues bien, si ahora esto lo traducimos a la formulación, que antes explicábamos, del imperativo hipotético y del imperativo categórico, advertiremos en seguida que los actos en donde no existe la pureza moral requerida, los actos en donde la ley ha sido cumplida por temor al castigo o por esperanza de recompensa, son actos en los cuales, en la interioridad del sujeto, el imperativo categórico ha sido hábilmente convertido en hipotético. En vez de escuchar la voz de la conciencia moral, que dice "obedece a tus padres", "no mates al prójimo", conviértese este imperativo categórico en este otro hipotético: "Si quieres que no te pase ninguna cosa desagradable, si quieres no ir a la cárcel, no mates al prójimo". Entonces, el determinante aquí ha sido el temor; y esa determinación del temor ha convertido el imperativo (que en la conciencia moral es categórico), en un imperativo hipotético; y lo ha convertido en hipotético al ponerlo bajo esa condición y transformar la acción en un medio para evitar talo cual castigo, para obtener tal o cual recompensa. 

Una voluntad es plena y realmente pura, moral, valiosa, cuando sus acciones están regidas por imperativos auténticamente categóricos.  

Fórmula del imperativo categórico

En toda acción u omisión, hay una materia, que es lo que se hace o lo que se omite, y hay una forma que es el por qué se hace y el por qué se omite. Y, entonces, la formulación será: una acción denota una voluntad pura y moral, cuando es hecha no por consideración al contenido empírico de ella, sino simplemente por respeto al deber; es decir, como imperativo categórico y no como imperativo hipotético. La fórmula del imperativo categórico, o sea la ley moral universal, que es la siguiente: Obra de manera que puedas querer que el motivo que te ha llevado a obrar sea una ley universal. Esta exigencia de que la motivación sea ley universal vincula enteramente la moralidad a la pura forma de la voluntad, no su contenido. 

Autonomía y heteronomía 

La voluntad es autónoma cuando ella se da a sí misma su propia ley; es heterónoma cuando recibe pasivamente la ley de algo o de alguien que no es ella misma. Ahora bien, todas las éticas que la historia conoce, y en las cuales los principios de la moralidad son hallados en contenidos empíricos de la acción, resultan necesariamente heterónomas. Toda ética, como el hedonismo, el eudemonismo, o como las éticas de mandamientos, de castigos, de penas y recompensas, son siempre heterónomas. Solamente es autónoma aquella formulación de la ley moral que pone en la voluntad misma el origen de la propia ley. Por eso la moral no puede consistir en una serie de mandamientos, con un contenido empírico o metafísico determinado. 

La inmortalidad 

El postulado primero con que Kant inaugura la metafísica, extrayéndolo de la ética, es ese postulado de la libertad. Y ya una vez que por medio de este postulado de la libertad hemos puesto pie en ese mundo inteligible de cosas "en sí" que está allende el mundo sensible, en otro plano, completamente, del mundo sensible de los fenómenos, podemos proseguir nuestra labor de postulación y encontramos inmediatamente el segundo postulado de la razón práctica, que es el postulado de la inmortalidad. Si la voluntad humana es libre, si la voluntad humana nos permite penetrar en ese mundo inteligible, nos ha enseñado que ese mundo inteligible no está sujeto a las formas de espacio, de tiempo y categorías. Esto ya es suficiente. Si nuestro yo, como persona moral, no está sujeto al espacio, tiempo y categorías, no tiene sentido para él hablar de una vida más o menos larga o más o menos corta. El tiempo no existe aquí; el tiempo es una forma aplicable a fenómenos, aplicable a objetos a conocer, a esos objetos que están esperando ahí, con su ser, a que yo alcance ese ser por los medios metódicos de la ciencia. 

El alma humana, la conciencia humana moral, la voluntad libre, es ajena al espacio y al tiempo. Considerada como la manifestación de una voluntad, no cae bajo el aspecto de la causa y la determinación, sino bajo el aspecto del deber; y entonces, bajo el aspecto de lo moral o inmoral.

Si el hombre pudiera por los medios que sea, de la educación, de la pedagogía, o como fuera, purificar cada vez más su voluntad en el sentido de que esa voluntad pura y libre dependa sólo de la ley moral; si el hombre va poniéndose cada vez más, sujetando y dominando la voluntad psicológica y empíricamente determinada; al cabo de esta tarea tendríamos realizado un ideal, tendríamos un ideal cumplido. Se habría cumplido el ideal de lo que Kant llama la santidad. Esto es todo cuanto contiene nuestra creencia inconmovible en la inmortalidad de! alma. 

Dios 

Y, por último, el tercer postulado de la razón práctica, es la existencia de Dios. La existencia de Dios viene igualmente traída por las necesidades evidentes de la estructura inteligible moral del hombre. Porque en esa estructura inteligible moral del hombre, que nos ha permitido llegar a ese mundo de cosas en sí, que no es el mundo de los fenómenos, ahí nos encontramos con un cierto número de condiciones metafísicas que han de cumplirse, puesto que son condiciones de la conciencia moral misma. Ya hemos visto una de ellas: la libertad de la voluntad. Otra de ellas es la inmortalidad del alma. La tercera consiste en asegurar de que en ese mundo no hay abismo entre el ideal y la realidad; en  asegurar que en ese mundo no hay separación o diferenciación entre lo que yo quisiera ser y lo que soy. 

La característica de nuestra vida moral, concreta, en este mundo fenoménico, es la tragedia, el dolor, e! desgarramiento profundo, que produce en nosotros esa distancia, ese abismo . entre el ideal y la realidad. La realidad fenoménica está regida por la naturaleza, por el engarce natural de causas y efectos, que son ciegos para los valores morales. Pero nosotros no somos ciegos para los valores morales, sino que al contrario, los percibimos y encontramos que en nuestra vida personal, en la vida personal de los demás, en la vida histórica, esos valores morales, la justicia, la belleza, la bondad, no están realizados. 

En nuestra vida nosotros nos encontramos con que quisiéramos ser santos, pero no lo somos, sino que somos pecadores. En nuestra vida colectiva, encontramos que quisiéramos que la justicia fuese total y plena y completa, pero nos encontramos con que muchas veces prevalece la injusticia y el crimen. Y en la vida histórica lo mismo. Hay, pues, esa tragedia de! abismo que dentro de nuestra vida fenoménica, en este mundo, existe entre la conciencia moral, que tiene exigencias ideales, y la realidad fenoménica que, ciega a esas exigencias ideales, sigue su curso natural de causas y efectos, sin preocuparse para nada de la realización de esos valores morales. 

Por lo tanto es absolutamente necesario que tras este mundo, en un lugar metafísico allende este mundo, esté realizada esa plena conformidad entre lo que "es" en el sentido de realidad y lo que "debe ser" en e! sentido de la conciencia moral. Ese acuerdo entre lo que "es" y lo que "debe ser", que no se da en nuestra vida fenoménica, porque en ella predomina la causalidad física y natural, es un postulado que requiere una unidad sintética superior entre ese "ser" y el otro "debe ser". Y a esa unión o unidad sintética de lo más real que puede haber con lo más ideal que puede haber, la llama Kant, Dios. Dios es, pues, aquel ente metafísico en donde la más plena realidad está unida a la más plena idealidad. 

Nosotros pensamos un ideal de belleza, de bondad; y lo que encontramos a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos está bien distante de ese ideal de belleza y de bondad. Pero necesariamente, entonces, tiene que haber, allende el mundo fenoménico en que nosotros nos movemos, un ente en el cual, en efecto, esa aspiración nuestra de que lo real y lo ideal estén perfectamente unidos, en síntesis se verifique. Ése es, justamente, Dios. 

Así, pues, por estos caminos que no son los caminos del conocimiento científico, sino que son vías que tienen su origen en la conciencia moral, llega Kant a las cuestiones  metafísicas que en la Crítica de la razón pura había declarado inaccesibles para el conocimiento teorético.  

Primacía de la razón práctica 

Kant termina su sistema filosófico con la proclamación de la primacía de la razón práctica sobre la razón pura ¿Qué quiere esto decir? Quiere decir que la razón práctica, la conciencia moral, puede lograr lo que la razón teórica no logra, conduciéndonos a las verdades de la metafísica, conduciéndonos a lo que existe verdaderamente. La conciencia moral, pues, la razón práctica, al lograr conducirnos hasta esas verdades metafísicas de las cosas que existen verdaderamente, tiene primacía sobre la razón teorética. Pero, además, la razón teorética está, en cierto modo, al servicio de la razón práctica; porque la razón teorética no tiene por función más que el conocimiento de este mundo real, subordinado, de los fenómenos, que es como un tránsito o paso al mundo esencial de esas "cosas en sí mismas" que son Dios, el reino de las almas libres y las voluntades puras. 

Por consiguiente, todo el conocimiento es un conocimiento puesto al servicio de la ley moral; todo el saber que el hombre ha logrado necesita recibir un sentido. ¿Por qué es por lo que el hombre quiere saber? Pues, para mejorarse, para educarse, para procurar la realización, aunque sea imperfectamente en este mismo mundo, de algo que se parezca a la pureza moral del otro mundo. 

Aquí, Kant pone todo el conocimiento teorético científico al servicio de la moral. Y entonces, toda la historia, de pronto, todo el desarrollo de la vida humana, desde los primeros tiempos más remotos a que puede llevamos la prehistoria, hasta hoy, adquiere a la luz de esta primacía de la razón práctica un sentido completamente nuevo. 

Aparecen unas ideas que hasta ahora no habían aparecido en los siglos XVII y XVIII Y entre ellas aparece la idea histórica de progreso. Progreso no tiene sentido ni para Leibniz, ni para Descartes, ni para los ingleses; no empieza a tener profundo y verdadero sentido sino hasta cuando se llega a una metafísica, para la cual los objetos metafísicos son al mismo tiempo ideales, focos hacia los cuales la realidad histórica camina. 

La realidad histórica, entonces, puede calificarse como más o menos próxima a esas realidades ideales. La realidad histórica, entonces, adquiere sentido. Podemos decir que tal época es mejor que tal otra; porque, como ya tenemos con las ideas y los postulados de la razón práctica un punto de perfección al cual referir la relativa imperfección de la historia, entonces cada uno de los períodos históricos se ordena en ese orden de progreso o regreso. La historia aparece en e! horizonte de la filosofía como un problema al cual la filosofía inmediatamente le va a echar mano. 

Así, desde lo alto de esta primacía de la razón práctica, oteamos ya los nuevos problemas que la filosofia va a plantearse después de Kant. Esos problemas son, principalmente, estos dos: primero, la explicación de la historia, la teoría de la historia, el esfuerzo para dar cuenta de esa ciencia llamada la historia; y, el propósito de poner la voluntad, la acción, la práctica, la moral, por encima de la teoría y del puro conocimiento. Algunos de los sucesores de Kant dan cumplida cuenta de este programa. 

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* Ver GARCÍA MORENTE, M. Lecciones preliminares de filosofía, Buenos Aires, Losada, 2004.


sábado, 30 de enero de 2021

KANT: La Crítica de la Razón Pura,


 Sesión completa del 28/01 del seminario "La Filosofía como Escuela de Vida", 

/Edición América Latina).

viernes, 22 de enero de 2021

KANT. Razón teórica y razón práctica.


 Sesión del 21/01/21 del Seminario "La Filosofía como Escuela de Vida" (Edición América Latina). Breve introducción (se ampliará en la próxima clase).

miércoles, 20 de enero de 2021

Kant (breve nota).

"Kant es el filósofo más importante de la Ilustración y su herencia aún está activa. (…) Entre sus obras más importantes y en las cuales fundamentalmente se define su pensamiento, encontramos la Crítica de la Razón Pura y la Crítica de la Razón Práctica. La razón pura es la razón teórica, la que produce la ciencia y la razón práctica es la razón moral. O sea, que la razón teórica tiene como cometido fundamental enunciar o formular los enunciados científicos. Estos enunciados son en realidad conclusiones de una determinada investigación, adecuadamente demostrada que se concreta en un enunciado verdadero. Un enunciado científico es un enunciado que aparece como verdadero en virtud de haberse aplicado el método científico correspondiente de manera rigurosa. 

La razón moral es la que formula los juicios morales. Los juicios morales son decisiones de la voluntad basadas en la libertad. Podríamos decir que en el enunciado teórico la base es la razón (en sentido clásico, el lógos) y en el juicio moral la base es la voluntad libre del sujeto. Nosotros en la vida tomamos dos tipos de decisiones: decisiones teóricas y decisiones prácticas. 

En la ciencia, la libertad no interviene. Por ejemplo, Descartes pensaba que respecto de la ciencia no hay que precipitarse; si es menester hay que abstenerse y así nunca nos vamos a equivocar. Pero sin embargo, en mis actos yo no puedo hacer eso, tengo que actuar, aún la abstención es una acción. 

Yo insisto en que las decisiones morales o prácticas son apuestas, más o menos alocadas, pero son siempre apuestas. Precisamente cuando se suprime la libertad de los actos morales es cuando eres prisionero de ellos. Las buenas decisiones prácticas son aquellas que surgen de la libertad y las malas son aquellas donde la libertad está coaccionada y por lo tanto, según Kant, ni siquiera tienen valor moral. Lo teórico tiene que ver con la ciencia y lo práctico tiene que ver con la vida." (*)

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(*) AGÜERO MACKERN, E. Filosofía de la no-respuesta, Madrid, Fussion, 2018, pp. 179-180).