Francisco Javier C. L. envía esta interesante reflexión:
Hace casi tres años que no tengo empleo, trabajo sí. Trabajo en casa y ese trabajo es tan digno como cualquiera. Si bien la cuestión de los roles es lo que llevo peor, pero no por mi condición sexual, sino porque tengo que aceptar mi nuevo rol en el ámbito familiar. Nunca me he considerado machista porque mi madre se ocupó bien de ello, pero la sociedad no me preparó para asumir un rol que considero impuesto, no decidido. El ser amo de casa. Me cuesta esfuerzo asumir este nuevo rol porque he estado más de dieciséis años seguidos trabajando mediante un empleo remunerado en el que me desarrollaba profesionalmente.
Al principio me sentía desubicado y desorientado como el que pierde un miembro y aún tiene la sensación de que lo conserva. Las rutinas del trabajo deben cambiarse por otras rutinas. De hecho eso es lo que más me costó asumir. Como cuando regresabas de las vacaciones estivales y tenías que volver a la rutina académica. De hecho es significativo que en este periodo, y tras las vacaciones de navidad, suelen salir al mercado las enciclopedias por fascículos o las casitas de muñecas por entregas.
Es cierto que el trabajo remunerado, el empleo, en el que uno se forma o uno se dedica por vocación, por herencia, etc., debe procurar los medios necesarios para una vida digna, en la que se satisfagan al menos, las necesidades fisiológicas y de vivienda, cultura y educación, etc., y también a los que son dependientes de ese salario. Ahora comprobamos que no es posible con un sueldo sacar adelante a una familia ni a uno mismo. Los salarios de pobreza como ahora existen.
También entiendo las dos dimensiones del empleo: el desarrollo personal y profesional y el de socialización. Es como la escuela un espacio de socialización necesario para que la convivencia social se realice también en este ámbito. Yo ahora debo buscar otros espacios de socialización como bien refleja en texto: una ONG, o ampliando la formación, por ejemplo, mediante este curso.
Está claro que necesitamos desarrollar todas nuestras capacidades y cubrir nuestras necesidades. Yo envidio -envidia sana- cuando encuentras testimonios de personas que se desarrollan en sus trabajos y al mismo tiempo cubren sus necesidades vitales. Es cierto que en muchas ocasiones no es así. Yo tenía esa experiencia cuando trabaja fuera de casa porque mi empleo me lo permitía. Ahora debo buscar otra actividad, en este impass sin trabajo remunerado, que cubra ese vacío.
Cuando las necesidades básicas como son la vivienda o la alimentación, la cultura , la salud y la educación las dejamos en manos de intereses privados, ocurre lo que ocurre. La iniciativa privada es necesaria, pero en cuanto busca el bien común y no el beneficio a toda costa.
Por este motivo se implanta el miedo en todos los ámbitos de la vida diaria, si peligran los resortes y medios que la soportan. Ahora todo se sustenta en un mercado que va creando necesidades vanas que desplazan y desvían la atención de las necesidades vitales impidiendo, incluso, que éstas últimas sean garantizadas para todo el mundo Es lógico que sea el miedo a no tener o a perder dichas necesidades el que se instale e inunde todo y provoque multitud de reacciones, algunas adversas, otras de indiferencia, pero todas, en definitiva, son mitigadas y aplacadas por el propio sistema que lo ha generado.
Para superar esto hay que garantizar a todo el mundo sus necesidades básicas. Desde ahí, comenzar a ver qué cuestiones debemos cubrir entre todos y todas. Qué aspiraciones como humanidad debemos satisfacer. Sin este mínimo garantizado se pierde demasiada riqueza humana e intelectual. Sobre todo pasamos por este mundo y esto es lo más triste, pienso yo, sin saber cuál es nuestro lugar en él .
Francisco Javier
Hola Francisco,
ResponderEliminarComo tú bien indicas, dejando necesidades básicas ( el derecho al trabajo ) en manos privadas ( los mercados ) los derechos que cubren esas necesidades básicas se convierten en fuente de desigualdad y de opresión.
La distancia entre aquellos que tienen derecho a la sanidad y los que no, el abismo entre aquellos que pueden trabajar y aquellos que no, sirve ese vacío como control social.
Al final todo se revuelve entorno a la idea de quebrar las voluntades de las personas y dejarnos en estado de shock desde el que difícilmente poder devolver algún golpe.
En nuestras sociedades tardo-capitalismo en las que el trabajo fue conceptualizado por el mito capitalista como el único medio por el que una persona podía llegar a ser alguien, la ausencia de trabajo juega un papel principal en doblegar voluntades y además , descarga la culpa en aquellos que se ven privados de ese derecho, como culpables últimos.
La estafa que vivimos hoy no tiene nada de fortuita, todo está medido para que te sientas mal por no poder acceder al « mercado » de trabajo ( ya no mas derecho al trabajo ) y te quedes vegetando ahí donde puedas, incapaz de articular un discurso racional que dirima la parte de culpa que deberían de asumir las instituciones que tenemos y la política que las sustenta.
El discurso mezquino que cada día nos tiran encima acerca de las causas y las responsabilidades en esta estafa no siempre surte efecto, y evidentemente no esta siendo así contigo.
Puede parecer poco consuelo pero no es así ya que, permite a las personas olvidar la fe como solución y rebuscar en la esperanza una respuesta.
Y desde la esperanza, si se pueden devolver los golpes.
Amigo medio tocayo (yo solo soy Francisco): Me gustaría, si no te importa, seguir tu magnifica disertación, justo donde lo dejas.
ResponderEliminar“Sobre todo pasamos por este mundo y esto es lo más triste, pienso yo, sin saber cuál es nuestro lugar en él “.
Pienso que sí que sabemos el lugar que tenemos en este mundo; creo que el problema está en que no nos lo dejan ocupar o desarrollar. A través de tus palabras se ve perfectamente que tú sabes muy bien dónde está tu lugar: en el mismo donde has estado durante 16 años. Deduzco que era un lugar agradable para ti, puesto que pasaste un buen trecho de tu vida. Era un lugar tan querido por ti, que ahora que no lo tienes, lo comparas con un miembro importante de tu propio cuerpo. Por tanto, insisto, tú sabes muy bien cuál es tu lugar. El problema no está en ti, sino en los que no te dejan estar en él, y que no son otros que los que únicamente quieren su beneficio propio, sin pensar en los demás; los que están enfermos del “tener” y no del “ser”, sin pensar que ese desenfreno que los domina como la peor de las drogas, no les da la felicidad, pero causa un gran sufrimiento, incluso la muerte, a aquellos a los que se lo quita. A los que roba, si lo decimos con claridad.
Pero ante estos hechos que todos conocemos, y que tantos como tú sufren, yo siempre me pregunto: ¿Por qué lo hacen? Y siempre me contesto lo mismo-y pido disculpas por mi pesadez-porque se lo consentimos. Se me dirá que: “yo no lo consiento, si precisamente soy el perjudicado”. Sigo afirmando que todos contribuimos a sostener esta situación. Claro que muchos lo harán, como tú también apuntas en otra parte de tu escrito, por miedo; ese algo que puede llegar a paralizar hasta al más templado. Pero el mundo nunca ha sido de los cobardes, y por lo tanto tendremos que hacer un gran esfuerzo y salir a donde haga falta para defendernos de estos auténticos canallas. Otro grupo lo formaran los “barrigas agradecidas”, que como todos sabemos son aquellos que se venden por un plato de lentejas, sin darse cuenta que se valoran en muy poco y se venden muy baratos. Aquellos otros que con su silencio dejan hacer, quizás imitando a los que se citan que en los tiempos de los nazis pensaban, pobres ilusos, que lo que veían hacer en sus vecinos nunca les llegaría a ellos; pero a muchos, yo diría que a todos, les llegó de una forma u otra.
Aarón García Blas comienza su artículo con esta pregunta: “¿Cuánto tiempo nos dedicamos a pensar por nosotros mismos?” Y termina así: “Debería preocuparnos el modelo de cultura porque debería preocuparnos que lo niños sigan siendo, junto con los adultos, las criaturas del mundo más fácilmente manipulables. Debería, debería, debería…; pero el hombre es un ser irracional que se pasa toda la vida disimulándolo”.
Una vez más debo de darte la razón cuando dices que los ladrones ya se encargan de incitarnos a que sigamos trabajando cada día más y en peores condiciones, para adquirir esas cosa que ellos nos ofrecen y que no nos sirven para nada provechoso; solamente para esclavizarnos más. Solo si nos revelamos contra estas cosas; si cada uno aportamos la parte que podamos, grande o pequeña, no importa; y si una vez que hayamos hecho todo lo que esté en nuestra mano, nos dedicamos a educar a nuestros niños y jóvenes en la ética y en la política con mayúsculas, creo que podremos pensar en un mundo más justo, más equitativo en donde quepamos todos, y cada uno tengamos “nuestro lugar”, ese que tu reclamas.
Recibe un fuerte abrazo de Francisco.