En el año 2000, en la Universidad Nacional Autónoma de Sonora (Hermosillo, México) presenté un trabajo titulado América Latina: utopía y realidad, cuyas conclusiones considero oportuno publicarlas aquí,ya que pueden dar lugar a debate -que es lo que este espacio pretende suscitar- :
Si
partimos de las bases históricas del origen y fundación de América
Latina, claves fundamentales para poder pensar sobre la cuestión que
nos ocupa, no podemos menos que manifestar una gran perplejidad por
los resultados históricos habidos en virtud de tan magna empresa.
¿Cómo
es posible que América Latina se encuentre en la situación actual
si la comparamos con la realidad presente de la América
anglosajona?
¿La
situación de postración en la que viven los pueblos de América
Latina nos deben llevar a la conclusión de que nuestro proyecto
histórico ha fracasado y que debemos plegarnos sin más al proyecto
del Norte?
¿Esto
significa que la utopía fundacional no fue sino una quimera, una
suerte de fábula macabra que nos condenó al infortunio de la
pobreza, la dependencia y la dominación?
Para
responder a estas cuestiones debemos contextualizarlas en la actual
coyuntura geopolítica de esta parte del planeta.
Existen
dos Américas: la de raíces mediterráneas, América Latina y la de
raíces anglosajonas, Estados Unidos y Canadá, junto al enclave
francófono de Québec.
Tampoco
América Latina es homogénea. Existe el Cono Sur, con población
mayoritariamente europea, poca presencia del indígena y escaso
mestizaje y el resto de América Latina, mayoritariamente mestiza e
indígena, sin olvidar la fuerte presencia afroamericana en algunos
países.
Pero
América Latina posee algunas características que se dan de manera
constante en todos los países que la componen. En mayor o menos
escala, podemos afirmar que nuestros males endémicos son: la
pobreza, el retraso tecnológico, la escasa implantación de la
democracia, la dependencia de los países ricos y la corrupción
política y de las instituciones del estado. Todo esto agravado por
un aumento de la delincuencia organizada y por tanto de la
inseguridad ciudadana.
En
lo que parecía el continente del futuro también se ha dado la voz
de alarma sobre los graves deterioros que está sufriendo nuestro
entorno ecológico: la capa de ozono, la deforestación, el cambio
climático, la contaminación de las megápolis, de los ríos y los
mares, la adulteración de alimentos...
Obviamente, la
solución es política. Pero ¿cómo es posible emerger de la
postración y el desencanto? La desconfianza en una clase política
corrupta y totalmente ajena a los intereses de los ciudadanos es
generalizada. No existen opciones y propuestas políticas capaces de
ilusionar a los jóvenes, ni a los menos jóvenes. Descartando y
abominando de las diversas reediciones del fascismo, con múltiples
versiones populistas y de las pseudo renovadas derechas
neofascistas, nos quedarían algunos proyectos más o menos
homologables con el socialismo democrático europeo, que por otra
parte, tampoco es la panacea, ya que en algunos casos también ha
aparecido el estigma de la corrupción.
Hace
algunas décadas existió un proyecto coherente y generalizado de
liberación de nuestro continente. Un auténtico proyecto
revolucionario liderado por la filosofía política de Ernesto
Guevara, pero como todos sabemos, este proyecto fue sofocado. Y en
los términos bélicos que se planteó estaba el germen de su
fracaso. Es verdad que a veces existe la tentación de defender la
violencia como único medio de arrebatar el poder a los que nos
dominan y gobiernan en contra de los intereses del pueblo, pero ya se
ha demostrado la ineficacia política de este tipo de procedimientos,
aún cuando pudieran justificarse como respuesta justa a la violencia
institucionalizada.
Pero
también se extiende la sombra de la duda sobre la posibilidad del
acceso al poder político de opciones progresistas y populares. No
olvidemos la lección histórica del derrocamiento de Salvador
Allende, cuyo proyecto político es plenamente vigente en la actual
encrucijada. Como él mismo dijo: “Conocemos bien el drama de
América del Sur, que siendo un continente potencialmente rico, es un
continente pobre, fundamentalmente por la explotación de que es
víctima por parte del capital privado norteamericano..Nosotros
luchamos fundamentalmente por la integración de los países
latinoamericanos. Creemos que es justo el camino indicado por los
padres de la patria, que soñaron la unidad latinoamericana para
poder disponer de una voz continental frente al mundo”. He aquí
una de las claves para continuar creando nuestra identidad política
y evolucionar hacia el tipo de sociedad que nuestros pueblos se
merecen. Éste es todo un reto en el siglo que se inicia. La unidad
política latinoamericana, la unión de una comunidad de 500 millones
de seres humanos con una lengua común y con una misma filosofía de
la vida significará en las próximas décadas una aportación
fundamental a la nueva sociedad planetaria que se está forjando. Uno
de los peligros de la globalización es precisamente, entre otros, el
de la pérdida de la identidad histórica y cultural de los pueblos
más pobres y más colonizados. Globalización no puede ni debe ser
sinónimo de dilución en el modo de vida del país imperialista del
norte.
No
deberíamos integrarnos acríticamente en un modelo de civilización
ya agotado. Atisbar salidas y soluciones en el oscuro horizonte
inmediato es tarea fundamental que debe ocupar nuestra reflexión y
nuestra praxis. Y en esta encrucijada de la humanidad, América
Latina tiene algo que decir y algo que hacer.
Si
es importante en la actual coyuntura geopolítica, que, con todas las
deficiencias y desaciertos, haya nacido la Unión Europea, como
relativo factor de equilibrio y contrapunto a la todopoderosa Unión
Americana del norte, la relevancia histórica, cultural, ética y
política de la deseada unión latinoamericana será un factor
decisivo en la construcción de la sociedad futura del planeta.
En
cualquier caso, la construcción de nuestra nueva sociedad justa y
solidaria no podrá hacerse sobre las bases de las actuales prácticas
políticas, que reproducen lo peor del perimido sistema de las
democracias capitalistas del occidente rico.
La
causa de la pobreza y del creciente empobrecimiento de nuestras
gentes, está en la injusta distribución de la riqueza, la
corrupción y la explotación inmoral de los trabajadores y en última
instancia del desarrollo de la cara más inhumana del sistema
capitalista. El capitalismo sustenta la llamada sociedad del
bienestar en Europa y América anglosajona, pero se nutre del expolio
de los países dependientes, algunos de los cuales ya se encuentran
postrados en la extrema pobreza (muchos de ellos en África, pero ya
tenemos algunos ejemplos en nuestro continente: Haití, Bolivia,
Paraguay...)
En
definitiva, y dada la imposibilidad material de extendernos más,
nuestro reto histórico en el siglo que se inicia, es la solución de
la lacra de la pobreza y de la enfermedad, del analfabetismo, del
racismo, de la explotación y sumisión de la mujer, de la ecología
y de la solución política.
Éstos
no son sólo problemas de América Latina, pero nosotros debemos
hacernos cargo de ellos y resolverlos según nuestra propia
filosofía. Pensar y realizar nuestro propio ser americano.
El
siglo que se inicia, será el siglo de los movimientos migratorios
masivos. En Europa del Este, África y América Latina la miseria
empuja a millones de personas a intentar vivir en el mundo rico. El
dilema es la vida o la muerte. Prefieren arriesgar la vida (y muchos
la pierden en el intento) en el estrecho de Gilbraltar o en el
desierto de Arizona que morir de hambre en los países que los vieron
nacer.
Los
pobres de la tierra asaltarán la dorada sociedad del bienestar del
norte, que paradójicamente, por ejemplo en el caso de la Europa
unida necesita actualmente 5 millones de inmigrantes para mantener su
sistema productivo.
Con
el fin de la guerra fría se echaron las campanas al vuelo respecto
de la conjuración del fantasma de una conflagración universal, pero
si nos autocomplacemos en el actual sistema ético (o mejor,
antiético), político y económico que impone el gran gendarme de la
humanidad que es Estados Unidos, el desastre está servido. Pero nos
resistimos a aceptar la premonición del fin de la historia y
apostamos por el futuro de la humanidad. Desde nuestra realidad
latinoamericana y europea mediterránea tenemos mucho que pensar,
expresar y actuar.
No
queremos terminar sin hacer mención a la lengua, factor fundamental
de unión y desarrollo. El castellano/español es la segunda lengua
indoeuropea en el mundo con más de 500 millones de hablantes que la
poseen como lengua materna y en pocos años será la primera si
atendemos al ritmo de crecimiento demográfico de nuestros países.
Debemos
por tanto, evitar su deterioro y seguir trabajando por su
homogenización conservando la riqueza de las variedades regionales.
Es necesario alertar sobre la desnaturalización que se da en algunos
países fuertemente colonizados, no sólo económicamente, sino
culturalmente. Una cosa es aprender el inglés y otras lenguas con
valor instrumental y otra es sentir complejo de inferioridad respecto
de nuestra propia lengua. En algunos países de América Latina se
llega al extremo de que en las familias de alto nivel económico se
habla el inglés como signo de distinción en un efecto mimético con
Estados Unidos. La contaminación lingüística es alarmante, tanto
en el léxico como en la sintaxis.
No
olvidemos que con la incesante penetración de americanismos no sólo
desvirtuamos nuestra propia lengua sino que además se nos filtra su
contenido. Y eso implica adoptar modos y estilos que no son nuestros
y que dependen de otra filosofía de vida muy ajena a a nosotros. El
lenguaje es un factor de colonización cultural de primer orden, pero
también puede desempeñar un papel liberador. Defender nuestra
lengua resulta clave en la consolidación de nuestro propio ser
americano.
Y
precisamente con esta referencia al primordial valor transformador
del lenguaje, podemos concluir con unas palabras de Gabriel
García Márquez: “Ante esta realidad sobrecogedora que a través
del tiempo debió parecer una utopía, los inventores de fábulas que
todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no
es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía
contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida donde nadie
pueda decidir por nosotros ni la forma de vivir ni la forma de morir,
donde de veras sea posible la felicidad y donde las estirpes
condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una
segunda oportunidad sobre la tierra.”
© E. Agüero Mackern
genial artículo agüero,
ResponderEliminarcomo ya te comenté en por teléfono es importante recordar la memoria de los pueblos nativos de America del Sur y la colonización que estos sufren. Lugar común de la memoria desde el que poder avanzar hacia una gestión que destierre el caciquismo, un camino que emancipe de la colonización a la que se ven sometidos, y ahí, evidentemente juega un papel crucial el lenguaje ( regresamos de nuevo aquí a la capacidad ontológica del lenguaje ) como portador de memoria y sueños comunes.
Quizás el único "pero..." es que la idea de la Union Europea no ha salvado con éxito el ensayo al que el tiempo la ha sometido y aquí estamos ahora algunos, mirando más allá del charco que nos separa con la esperanza de que desde allí nazca y crezca un nuevo socialismo que guie también a los pobres que ya no asaltan las fortalezas que construimos aquí , sino que ya malviven entre sus grietas.
Educación y redistribución que hará llegar la justicia ya no solo para aquellos que la disfrutarán en el aquí y en el ahora , pero también a la memoria de aquellos otros a los que se les privó con la fuerza y la violencia.
Un abrazo, álex
Respecto de la Unión Europea pienso que debería representar en el concierto político internacional lo que yo decía en ese momento (hace más de trece años). Lamentablemente, en la actualidad, se están traicionando los principios por los que fue creada y se está convirtiendo en una superestructura "gendarme" del poder económico global y del capitalismo internacional en su versión más dañina.
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