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viernes, 25 de octubre de 2013

Sobre Epicuro (por Alejandro Villar)

Epicuro intenta devolver la simetría a los seres del cosmos más allá de otros universos conceptuales donde se instaura el antagonismo y la diferencia jerárquica de lo múltiple. Crea una ámbito para la igualdad entre los diferentes seres al pensar un cosmos donde existe un mismo fundamento y misma meta para todos.
Uno de los aspectos más bellos del pensamiento de Epicuro (y desde donde yo lo interpreto) gira en torno a la duda que nuestro filósofo acepta como principio de causalidad desde el cual el conocimiento crítico se emancipa del mito. Es desde estaa perspectiva desde donde Epicuro no buscará una verdad absoluta y señalará la necedad de esta búsqueda de una explicación siempre imposible y totalitaria a todo lo que acontece.
El hombre será capaz de encontrar en la duda un apoyo para emanciparse de la tiranía del Todo y obtendrá a cambio, una verdad fruto del razonamiento crítico y plural. Una actitud crítica que permitirá al ser humano rechazar como imposible una verdad absoluta -un saber más allá de toda duda.
La duda es el epicentro del conocimiento científico. Epicuro se nutre de la duda para acercarnos a la realidad más posible sin aspirar a conocer la realidad en su totalidad negando un fatum divino y arrebatando a los hados la libertad al otorgándosela al ser-humano.
Negar la posibilidad de una verdad absoluta no significa ningún tipo de esquizofrenia en relación a un Yo incapaz de sentir la realidad, sino que significa aceptar y disfrutar de lo que quizás acontezca o de lo que quizás no llegue a ser, disfrutar de aquello a lo que aquí y ahora no podemos todavía dotar de un significado.
Las enseñanzas de Epicuro se contextualizan en una paideia que se aparta de la de sus predecesores y también de aquellos que siglos después se erigirán como los nuevos sabios, sabios ya convertidos en teólogos, donde el éxtasis y lo sublime ocupará el lugar que dejará la reflexión crítica y plural.
Es en esta paideia donde Epicuro renuncia a la poesía como arte para la enseñanza.
La renuncia de Epicuro a la poesía no es solo un argumento estético, sino que considera que el lenguaje debe atenerse al sentido primero de las palabras y desconfía de este arte donde las palabras se endulzan y fácilmente inducen al error en su interpretación.
Pero yo opino que la desconfianza de Epicuro hacia la poesía guarda un miedo aún mayor y una advertencia de las consecuencias que supondría una estetización de la filosofía. Hay lecciones que han de ser enseñadas sin ningún adorno, al igual que para Epicuro también había males que era mejor no evitar.
Epicuro es consciente de la capacidad ontológica del lenguaje y por ello de la vital importancia de nombrar bien. La palabra no es un agente neutro , sino portadora de memoria y con capacidad para moldear la realidad, tanto la que existió, como la que llegará a acontecer y también aquella otra que simplemente es o fue posible.
Creo que Epicuro quizás temía la utilidad que podía tener la percepción sensorial del lenguaje emocional de la poesía. Con la poesía, y a través de un lenguaje endulzado bien podía exponerse el ser humano a una paideia donde la enseñanza moral no estuviera influenciada de manera directa por la reflexión, sino por las afecciones que surjan de palabras previamente escogidas con sumo cuidado para que provoquen en nosotros una reacción determinada a la espera de que surja una preconcebida postura moral. Postura moral ya ajena a toda reflexión, dando lugar a una comunidad ética donde la ley ya solo salvaguardará el orden establecido, una comunidad ética donde lo plural queda marginado.
Esa comunidad ética queda lejos del “estado de derecho” que existía en el Jardin, donde el individuo tenía el derecho de ser libre y feliz, lejos de destinos tiranos, lejos del antagónico Todo, un jardín donde se disfruta la diferencia y la felicidad.

(Aportación de Alejandro Villar, miembro de nuestro grupo, para la reunión del próximo 26/10)

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