La
realidad del empleo en España. (Extracto de un escrito presentado por Fco. Javier Cruz Lendínez, participante en el curso "Filosofía como Terapia").
La
realidad del empleo en España, según las últimas cifras del pasado primer
trimestre de este año, es que se sigue destruyendo empleo. La ocupación de
empleo retrocede en 184 mil personas. La tasa de empleo en marzo se planta en
el 25,93% y la EPA del IN sitúa a España en un tímido descenso de 2.300
parados.
Cabe destacar
que, según la EPA, que las personas en edad y disposición de trabajar bajó
en el último año en 424.500 personas. Sobre todo se aprecian épocas
estacionales en las que repunta el empleo, pero existen otras en las que ocurre
todo lo contrario. Muchos jóvenes salen del país en busca de un empleo y les
permita desarrollar sus capacidades profesionales, en concreto, desde el año
2008 hasta finales de 2012, han emigrado en torno a unos 400.000 personas. La
tasa de paro juvenil en el último trimestre de 2013, según datos del INE, es
del 55% y del 30,9% el de mayores de 45 años.
El
problema principal será volver a recuperar los 3,6 millones de empleos que se
han perdido durante la crisis y encontrar el sector que vuelva a activar la
economía y promueva nuevos empleos. Lo que ocurre es que el empleo que se
está creando es empleo precario, temporal e inestable y no permite la
reactivación de la economía ni la calidad de vida de los y las trabajadores y
sus familias. Recordamos que el empleo indefinido que se genera es
prácticamente inexistente y el número de empleos por horas sigue aumentando y
los parados de larga duración también. Este es mi caso.
Toda esta situación impuesta obedece a un planteamiento
ideológico, por parte de las políticas neoliberales, que se basan en la
priorización de la financiarización de la economía sobre la economía real o
productiva y en la acelerada privatización de lo público.
A
este panorama hay que añadir que el número de hogares sin ingresos ha
crecido durante estos años. Ya se está hablando de entorno a un millón de
familias en que no existen ingresos y a dos millones en el que todos sus
miembros están en paro. Esta realidad está recrudeciendo la vida de las
familias y cebándose sobre todo en los más débiles, los niños.
Situación
personal.
La
primera vez que me quedé sin empleo, allá por el año 2006, tuve la
sensación de que iba a ser temporal. Tenía en perspectiva unas oposiciones
para la Universidad y me sentía motivado para afrontarlas.
Transcurrieron
prácticamente dos años hasta que se realizó la prueba y las fuerzas ya se
habían disipado. Todo este periodo supuso mucho desgaste y mis capacidades de
adaptación a las nuevas exigencias no fueron al final suficientes. No superé
ni siquiera el primer ejercicio de la oposición. Aparte de las oposiciones me
presenté a algunos puestos de distintas administraciones públicas, a veces
con éxito y otras sin éxito, pero sin plaza ni puesto fijo, sino temporal.
Cabe
resaltar que durante esta etapa, la frustración y el sufrimiento personal
fueron muy importantes. Estas circunstancias y vivencias supusieron una
pequeña depresión y decepción, en cuanto a mi visión global del mundo y
también de mí mimo. Nunca me había sentido así.
Es
por esto que me planteo ahora la importancia que tiene en mi vida el trabajo
profesional o remunerado: la actividad laboral, el tiempo de trabajo. Aunque
ahora tengo la impresión de que es posible que no vuelva a trabajar fuera de
casa lo haré de forma esporádica y temporal. Así llegué a concluir que el
eje de mi vida tal vez no tuviese que ser el trabajo remunerado, aunque
resultara paradójico que mi formación académica durante más de veinte años
de mi vida estuviera orientada a tal fin. Todas estas cuestiones las tengo muy
presente. Incluso llegué a plantearme iniciar una aventura empresarial, pero
aunque fuesen viables no resistían el filtro de la financiación. En
definitiva, tuve que plantearme, finalmente, asumir el rol de amo de
casa, a pesar de haber sido impuesto y no una opción o vocación.
Ya
han pasado tres años desde la última vez que me quedé sin empleo, desde el
2011. Ahora trabajo en casa y ese trabajo es tan digno como otro cualquiera. Si
bien la cuestión de los roles es lo que llevo peor, pero no por mi condición
sexual, sino porque tengo que aceptar este nuevo rol en el ámbito familiar.
Nunca me he considerado machista, porque mi madre se ocupó bien de ello, pero
la sociedad no me preparó para asumir este nuevo rol. De hecho me cuesta
esfuerzo asumirlo tras más de dieciséis años de trabajo profesional y que me
permitía también mi desarrollo personal.
Al
principio, me sentía desubicado y desorientado como el que pierde un miembro y
aún tiene la sensación de que lo conserva. Las rutinas del trabajo debía
cambiarlas por otras rutinas. De hecho eso es lo que más me costó asumir.
Como cuando regresabas de las vacaciones estivales y tenías que volver a la
rutina académica. De hecho es significativo que en este periodo, y tras las
vacaciones de navidad, suelen salir al mercado las enciclopedias por
fascículos o las casitas de muñecas por entregas.
Es
cierto que el trabajo remunerado, el empleo, en el que uno se forma o uno se
dedica por vocación, principalmente, debe procurar los medios necesarios para
una vida digna, en la que se satisfagan al menos, las necesidades fisiológicas
y de vivienda, cultura y educación, etc., y también a los que son
dependientes de ese salario. Ahora comprobamos que no es posible con un sueldo
sacar adelante a una familia ni a uno mismo. Los salarios de pobreza como ahora
existen. También entiendo las dos dimensiones del empleo: el desarrollo
personal y profesional y el de socialización.. Yo ahora busco otros espacios
de socialización como son una ONG, ampliando la formación, por ejemplo,
mediante este curso.
Está
claro que necesitamos desarrollar todas nuestras capacidades y cubrir nuestras
necesidades. Yo envidio -envidia sana- cuando encuentras testimonios de
personas que se desarrollan en sus trabajos y al mismo tiempo cubren sus
necesidades vitales. Es cierto que en muchas ocasiones no es así. Tenía esa
experiencia cuando trabaja fuera de casa, porque mi empleo me lo permitía.
Ahora debo buscar otra actividad, en este impass sin trabajo
remunerado, que cubra ese vacío.
Cuando
las necesidades básicas como son la vivienda o la alimentación, la cultura,
la salud y la educación las dejamos en manos de intereses privados, ocurre lo
que ocurre. La iniciativa privada es necesaria, pero cuando busca el bien
común y no el beneficio a toda costa. De hecho a mi me echaron del trabajo en
las dos ocasiones, debido a los recortes en servicios sociales y en
subvenciones, gracias a esta crisis económica. Por este motivo se
implanta el miedo en todos los ámbitos de la vida diaria, si peligran los
resortes y medios que la soportan. Ahora todo se sustenta en un mercado que va
creando necesidades vanas que desplazan y desvían la atención de las
necesidades vitales impidiendo, incluso, que éstas últimas sean garantizadas
para todo el mundo Es lógico que sea el miedo a no tener cubiertas esas
necesidades el que se instale e inunde todo y provoque multitud de reacciones,
algunas adversas, otras de indiferencia, pero todas, en definitiva, son
mitigadas y aplacadas por el propio sistema que lo ha generado.
Propuestas.
Para
superar esto hay que, en primer lugar, garantizar a todo el mundo sus
necesidades básicas. Desde ahí, comenzar a ver qué cuestiones debemos cubrir
entre todos y todas. Qué aspiraciones como humanidad debemos satisfacer. Sin
este mínimo garantizado se pierde demasiada riqueza humana e intelectual.
Sobre todo pasamos por este mundo y esto es lo más triste, pienso yo, sin
saber cuál es nuestro lugar en él.
No
dejando las necesidades básicas en manos privadas y en los caprichos del
mercado y evitar que esas necesidades básicas se conviertan en fuente de desigualdad
y de opresión.
El
problema de no saber el lugar que ocupamos en el mundo se soluciona en aceptar
la realidad en que uno se desenvuelve y al mismo tiempo hacer lo que esté en
nuestras manos, sobre todo, referido a nuestros hijos y a los jóvenes, ya que
de ellos depende también, fundamentalmente, que esto cambie. Debemos seguir
luchando porque sea posible un mundo en el que cada uno encuentre su lugar y su
tiempo de vida sea lo más fructífero y digno posible.
…
En
definitiva, debemos recuperar nuestro tiempo de vida, y no reducir la vida
humana al tiempo de trabajo. Esto llevaría a recuperar el tiempo cronológico,
el tiempo personal, el tiempo familiar y el tiempo social.
La
clave estaría en promover y procurar una autonomía económica a todos los
seres humanos que les permitiera cultivar su identidad personal y su
integración social, teniendo en cuenta que estas funciones antes las cumplía
el trabajo y ahora es necesario replantearse el proceso productivo, partiendo
del servicio a la persona del trabajador y de su familia, porque sólo de esta
manera se puede hablar de servicio de la sociedad y de bien común.
Conclusiones.
En
definitiva, considero, a modo de conclusión, que es posible encontrar nuestro
lugar en el mundo, a pesar de todos los inconvenientes y dificultades que se
presenten.
Es
imposible ser impermeable a los cambios y procesos de cambio tan bruscos que se
están produciendo en las últimas décadas entorno al empleo a nivel mundial.
A mi me ha tocado vivir en primera persona este proceso de transformación y no
sé hacia dónde nos llevará el futuro. Lo que sí tengo claro es que no
caeré en la trampa de ser un nuevo emprendedor que se arriesga en la jungla de
la competitividad y se enfrenta al resto de individuos como si un depredador
sin escrúpulos. Tengo claro que la salida solo puede venir de la cooperación
para la producción de necesidades básicas y desde la concepción de una
sociedad como comunidad solidaria. He tenido experiencia de esta alternativa,
desde algunas iniciativas concretas que, aún siendo tímidas, han sembrado una
nueva semilla que seguro germinará si se sigue cultivando. El reto es
conseguir hacerse un hueco cada vez más significativo e importante en este
mundo y que éste nuevo estilo de producción nos llene y satisfaga plenamente.
Hay una frase estremecedora: "mi formación académica durante más de veinte años de mi vida estuviera orientada a tal fin". Es decir, preparándose para el trabajo remunerado y luego eso no llega a ocurrir.
ResponderEliminarEs peor que si entrenases para una competición de natación y cuando llegas es salto de pértiga. Frustrante. En parte lo tengo en mi propia casa y sé que sentimientos se padecen.
Me alegra que Francisco Javier sepa adaptarse y buscar nuevas vías. No sin cierta dificultad, cosa que le da más mérito al asunto.
Saludos.
Y el problema no es que no haya trabajo, el problema es el ataque del Estado y de las clases altas a las rentas de la gente humilde.
ResponderEliminarEsta estafa llamada crisis no es más que una acaparacion de renta por parte de unas clases acomodadas y un Estado con un déficit de Ética extremo al servicio de esas mismas clases.
No se pude culpar <> al ciudadano común. Criminalizacion que tiene como epicentro la culpa que ha de asumir la víctima de todo este crimen.
Lo que estamos presenciando aquí está la eterna lucha de clases en toda su crudeza.
200 años después de que el trabajo asalariado se convirtiera en el pilar fundamental de la sociedad contemporánea, hoy, el trabajo asalariado sirve como elemento coercitivo para exiliar de toda condición de ciudadano a aquellas personas que no pueden competir en el mercado laboral. Mercado que asume la falacia liberal de libre competencia y no ingerencia.
Son políticas sociales y económicas las que envian al paro a miles de personas y desmantelan la propiedad comun de los que no tenemos nada. No es una mano invisible , no s o n fuerzas ajenas a toda fisica , no es cosa de Dios . Tienen nombre y se estan lucrando.
La lucha no debería ser por un regreso a una <> donde todo el mundo tenga trabajo, sino una lucha donde se resignifique el concepto de ciudadanía y pertenencia a la comunidad , donde la riqueza ahora en manos de unos pocos se reparta de manera no aritmetica , sino de manera geométrica. No todo el mundo necesita los mismo recursos.
Es la vieja batalla de siempre , la que bien nos habían hecho creer olvidada y pasada.
Me duele escuchar testimonios como el tuyo ya que se que estoy ante una injusticia y un crimen , el sentimiento de impotencia se hace infinito .
Termino aquí mi sermón ( siento el tocho ) con unas palabras de un poeta del cual olvidé su nombre:
<< cuando no podamos más, lo podremos todo. >>
Un abrazo.