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miércoles, 20 de mayo de 2020

El sentido de la muerte. Vivir con sentido.


Algunas reflexiones para tener en cuenta en la sesión de hoy de nuestro seminario. 
En Occidente, el tema de la muerte siempre horroriza a la gente. No nos relacionamos bien con la muerte. La habilidad para apartarse de la realidad de la muerte es un lujo moderno. No hace mucho tiempo, la muerte tenía su lugar en la vida cotidiana. Varias generaciones vivían bajo el mismo techo, y la gente nacía y moría en casa. En nuestros tiempos, la muerte de un ser querido o la expectativa de nuestra propia muerte es una carga insoportable, pues no tenemos preparación alguna. Por encima de todo, la muerte es parte natural del ciclo de la vida, pero si después de negar la muerte nos sobra algo de energía, la empleamos en mantenerla apartada. No nos queda mucha energía para aceptar que la muerte es inevitable y quizá esto ocurra porque somos organismos biológicos que harían cualquier cosa por mantenerse con vida.
El primer obstáculo que se debe afrontar para soportar la pérdida de un ser querido, o asumir la propia mortalidad, es reconocer que la muerte es parte de la vida, aunque el hecho de prepararse de esta manera no signifique que esa pérdida no vaya a doler. No obstante, del reconocimiento de la muerte como algo natural surge la capacidad de fortalecerse psicológicamente y de adoptar una disposición filosófica que resulte adecuada.
Cuando mueren las personas queridas, mueren con ellas universos enteros. Los que todavía estamos aquí no nos entristecemos solo por ellas sino también por nosotros. Esas personas eran esenciales para nuestra existencia. Sus vidas apuntalaban la nuestra. Echamos de menos algo que no puede ser restituido. Lo que se ha perdido no es solo la persona, sino nuestra relación con ella. Nos quedan los recuerdos, pero no la conexión emocional inmediata. Cuando muere alguien perdemos esa parte de nosotros junto con la persona desaparecida. Nos sentimos desvalidos a causa de la ausencia del ser querido. Nuestro llanto es sobre todo por nosotros, aunque no hay que confundir este sentimiento de pérdida con una actitud egoísta.
Cuando muere alguien muy cercano, lo que necesitamos es asumir su desaparición y buscar consuelo. Quienes han estado cerca de la muerte nos dicen que ahora valoran más la vida porque se han encontrado cara a cara con la muerte. Son pocas las personas que aprecian la vida como se debe. Estamos bloqueados satisfaciendo nuestros deseos inmediatos, llevando a cabo metas a largo plazo y soñando despiertos el resto del tiempo. El valor de un día, o incluso de una hora de vida es incalculable. Quienes se han enfrentado con la perspectiva inmediata de no tener más días o más horas comprenden el valor de la vida con una claridad de la que carecen los demás.
Cada religión proporciona distintas respuestas sobre el significado de la muerte. Hobbes opina que todas las religiones derivan del miedo. Freud, al igual que muchos pensadores posteriores, estaba de acuerdo con él; la gente tiene pavor a la muerte e inventa inmortalidades y fábulas sobre el más allá para mitigar el miedo a la muerte.
          
El primer paso para crear la propia disposición filosófica hacia la muerte, la pérdida y el duelo es apreciar la vida. Vivir el momento presente es la mejor manera de hacerlo. Necesitamos ser conscientes de la transitoriedad para no dejarnos engañar por un sentimiento de permanencia perenne. La muerte siempre nos toma por sorpresa, nunca pensamos que la muerte pueda ocurrirnos a nosotros.
Son muchas las personas que ponen el presente al servicio del pasado o del futuro. La historia pertenece al pasado; no es posible modificarla. El futuro es incierto; no se puede contar con él. Lo que sí tiene sentido es el presente. Si apreciamos  el estar vivos ahora, se reducirá al máximo el arrepentimiento cuando nuestros momentos se agoten. La muerte no siempre se anuncia con antelación. Casi ninguno de nosotros sabe cuánto tiempo de vida le queda y quizás sea mejor así.
El único tipo de duelo que podemos comprender de verdad es el de la pérdida de otros. Pensar en la propia muerte es siempre algo abstracto: se puede experimentar la muerte de otros, pero no la propia. La muerte es quizás el reto más grande con el que se enfrenta la filosofía.
(del libro "Filosofía y Terapia", tema 7, p. 65)

3 comentarios:

  1. Según M.Heidegger, la exixtencia Auténtica del hombre es, cuando acepta su muerte, como una posibilidad entre las demás, sabe que va a morirl lo que lo lleva a una auténtica forma de PENSAR, se cuestiona las cosas y decide lo que quiere y lo que no quiere. De lo contrario el temor a la muerte, hace que el hombre la niegue y lo conduzca inevitablemente a una existencia Inauténtica.

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  2. Es el presente el que permite darle valor a la vida y trabajar el miedo a la muerte.

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  3. Morirse en vida

    Hay gente que se muere en vida, antes de que le llegue la muerte. Su rutina vence al tiempo y vive como muerto su diaria vida. Una vida de precisión al margen del ritmo del tiempo. Su calendario es perpetuo y le hace creer en la perpetuidad de su existencia. No sabe que ya esta muerto, lo único que le falta es no despertar a un nuevo día. ¡Pobre! La muerte le atrapo la vida y caminaran juntos hasta que pierda el cuerpo. Para el resto ya estás muerto. Asistirán a tu entierro para recordar como te moriste en vida.



    Morirse en plena vida permite que sigas vivo, aunque hayas muerto. Te recordaremos siempre viviendo y no te sentiremos muerto, en nosotros vivirás mucho tiempo. Prefiero morirme viviendo que morirme en vida. Al enfermar, el mal invade tu cuerpo e incluso puede agotar tu vida. Sobrevive a la enfermedad y no dejes que te consuma la vida. Disfruta hasta el final de tus días; evita morirte en vida. Lo natural es que alcances la muerte cuando se te acabe la vida.

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