Podríamos afirmar sin ambages que el sentido de la existencia humana viene
determinado por la búsqueda de la felicidad. A la pregunta fundamental del ser
humano: ¿cuál es el sentido de mi propia existencia? podemos responder que el
sentido de la existencia consiste en buscar la felicidad. Y nuestra vida tendrá
mayor o menor sentido en función de las cotas de felicidad alcanzadas. Sin embargo, son necesarias algunas aclaraciones. No se debe buscar la felicidad como
algo que existe previamente. No existe nada que podamos considerar la felicidad
ideal, ni tampoco nada que nos la pueda proporcionar. No hay ni fórmulas
preestablecidas ni doctrinas filosóficas absolutamente válidas. Pueden existir
propuestas que de alguna manera nos dan pistas, pero la felicidad no es algo que se
encuentra como si lo hubiéramos perdido o una cima que ya estaba ahí y que – con mayor o menor esfuerzo - solo tenemos que alcanzar.
Nuestra felicidad la construimos (o la destruimos) nosotros mismos a partir
de “momentos de felicidad”. Hay algunos momentos, algunas situaciones muy
concretas en los que nos sentimos completamente felices. Pasar por alto estos
destellos de felicidad total, obnubilados por la búsqueda de la felicidad
permanente, es un grave error. La principal
traba que tenemos para alcanzar la ansiada felicidad la ponemos nosotros
mismos, ya que, erróneamente, ciframos la felicidad en poseer algo (o a alguien), o en creer que
se puede llegar a una felicidad completa (hay quienes creen, incluso, que esto se consigue en una vida después de la muerte). Estos son los
verdaderos obstáculos de la felicidad.
La felicidad está en uno mismo y no en las
circunstancias. Debemos poseer “la mitad más uno” de las acciones de nuestra
vida. Si la mayoría de las acciones las tienen las circunstancias, seremos muy
infelices porque no seremos libres. Para ser feliz es imprescindible valorar lo
que uno tiene y no sentirse desdichado por lo que no se tiene. De este modo se
sienten infelices y no saben que se encuentran en esta situación a causa de su
propia “filosofía”, que juega en su contra. Si cambiamos nuestra
filosofía, en las mismas circunstancias, nuestra vida puede cambiar y sentirnos
más felices, porque, al fin y al cabo, en una buena medida ser felices es
“sentirnos felices”. La felicidad no deja de ser un estado de ánimo subjetivo. Pero la felicidad individual es imposible si no es en el
seno de una sociedad de hombres libres. No se puede ser feliz en una sociedad
de hombres infelices a causa de la opresión, la explotación y la pobreza.
Felicidad no significa ausencia de pena o dolor. La
felicidad está en el cumplir con el deber y en amar lo que uno hace. La felicidad está en el saber vivir. Su
posibilidad va implícita en nuestra propia filosofía de la vida. Sin embargo es
necesario intentar hacer explícito el camino que nos conduce a ella. Según Kant, la felicidad es una "idea de la imaginación" a la que
debemos darle contenido –porque por sí misma no lo tiene.
Al final de su camino Pablo Neruda pudo decir: confieso que he vivido. Vivir, haber vivido, en esto consiste la felicidad.
Buscamos felicidad desde antiguo, tal vez desde el principio de los tiempos. El ser humano es trascendencia y en ese trascender-se y superar sus propios límites, la dirección que sigue es la felicidad; La Felicidad se ve asociada con diferentes significados según los tiempos, si preguntas ahora muchos la identificaran con placeres materiales, si preguntamos en otra época histórica tal vez se la identifique con el paraíso prometido. Aunque profundizando en ella, trascendiendo y superando nuestros propios deseos, nos podemos dar cuenta de que la felicidad equivale a vivir, vivir auténticamente y honestamente con uno mismo y también compasivamente con cada uno de nosotros. Ese vivir que une los opuestos para trascenderlos y trascendernos a nosotros mismos.
ResponderEliminarSilvia.
Sofía Pavón dejó este comentario en el foro del curso:
ResponderEliminar"Es cierto Eduardo que el grado de felicidad que alcancemos depende de nuestra propia filosofía de vida. La felicidad no depende de la suerte, como menciona Aristóteles en su Etica Eudemia, ni depende de posesiones como tú bien nos comentas. Dices que "la felicidad no significa ausencia de pena o dolor" y que "aprendemos a reconocer la felicidad cuando la hemos perdido"; a veces necesitamos un evento doloroso, una pena, una enfermedad para darnos cuenta de lo felices que éramos antes, para reconocer y apreciar lo que es la felicidad.
Pienso que otro gran obstáculo para la felicidad es el no vivir plenamente en el presente. Siempre estamos pensando en lo que tendremos, haremos o lograremos en el futuro, o nos estamos lamentando por lo que nos hicieron, o lo que hicimos o dejamos de hacer en el pasado (a veces hasta llegamos a justificar nuestra infelicidad por la educación de nuestros padres). Realmente lo único que tenemos es el presente y no lo vivimos. El disfrutar de un atardecer o del canto de los pájaros, de la plática con nuestros hijos o con nuestra pareja, de una buena comida con la familia o los amigos, todos estos son momentos de felicidad de los que tú
hablas que solo existen en el presente, que no se repiten y que dejamos ir sin ni siquiera darnos cuenta. Por esperar demasiado de la vida y de nosotros mismos dejamos pasar desapercibidos los detalles del presente que verdaderamente dan la felicidad. (Por cierto, me encantó lo que escribió Silvia)."